Dice doña Minguita que cuando era joven le gustaba mucho cantar, pero ahora que tiene 107 años ya no le sale la voz.
Pese a esto, esta mujer de profunda fe cristiana se da la oportunidad de revivir una de las pasiones que más alegría le ha dado en la vida y pregunta: “¿Quieres que te cante, a como pueda?”, para después entonar unos versos de “El Alfarero”.
“Un día orando le dije a mi Señor: ‘Tú, el alfarero, y yo el barro soy. Moldea mi vida a tu parecer, haz como tú quieras, hazme un nuevo ser’”, canta con sentimiento.
Dominga Manzano Guerra, mejor conocida como Minguita, está convencida de que su fe en Dios es lo que le ha permitido llegar con salud a una edad que muy pocas personas alcanzan.
Nacida el 16 de marzo de 1918 en Cadereyta Jiménez, hoy celebra su 107 aniversario rodeada de tres de sus cinco hijos, y algunos de sus 18 nietos, 35 bisnietos y ocho tataranietos.
“Me siento bendecida porque Dios me ha dado mucha vida regalada. Estoy bien porque no me duele nada”, dice Minguita, alegre y elocuente en una entrevista por videollamada.
Con una admirable memoria, cuenta que nació en la Hacienda Santa Isabel, siendo la quinta de 10 hijos. Vivió en diferentes lugares, entre ellos Estados Unidos, y desde 1956 se estableció en El Carmen, donde vive hoy.
Fue justo cuando llegó al país norteamericano que nació su fe, pues aunque su padre le enseñó a leer la Biblia desde pequeña no se sentía tan cercana a Dios.
“Allá (en Estados Unidos) acepté a nuestro Señor Jesucristo”, relata.
“Yo digo que todo lo puedo porque Cristo me fortalece y he llegado hasta aquí gracias a Él, y sólo Dios dirá cuándo me iré”.
De haber tenido la oportunidad de estudiar una licenciatura, dice, habría elegido ser maestra porque siempre le ha gustado enseñar.
Pero de alguna manera lo ha sido a lo largo de su vida, pues a pesar de haber cursado sólo hasta cuarto de primaria, enseñó a otros niños a leer y escribir.
“Al terminar la escuela me fui con mi maestra a ayudarle en otro lugar, estuve ayudándole con primero y segundo año porque me gustaba enseñar”, relata.
“En la Hacienda del Alamito (Cadereyta) los padres de los niños hablaron con mi papá que si yo podría enseñarles a leer a los niños. Unos salieron muy guapos para leer, para matemáticas”.
Se casó a los 20 años con José Alanís, con quien tuvo cinco hijos, de los cuales hoy viven tres. A partir de entonces dedicó su vida a la familia, siempre manteniendo su gusto por cantar y por coser a máquina, actividad que aprendió desde pequeña.
Hace poco más de tres décadas revivió su pasión por enseñar, cuando inició en su casa una escuela de la Biblia para niñas y niños de El Carmen.
La demanda creció muy rápido, al punto que pastores de Monterrey acudieron a apoyarla y crearon una capilla que hoy lleva por nombre Primera Iglesia Bautista El Divino Salvador de El Carmen N.L. Ahí continuó su escuela por algunos años.
“Ese es el legado que voy a dejar”, comparte emocionada Minguita. “Me siento contenta porque ya está la iglesia, pero aún así se me hace que no hice nada”.
A lo largo de este siglo de vida le ha tocado ser testigo, ya sea de cerca o de lejos, de diversos acontecimientos históricos: desde la Segunda Guerra Mundial, la llegada del ser humano a la Luna y la pandemia del Covid.
También le ha tocado vivir el cambio de la tecnología y, desde el otro lado de la pantalla del celular, confiesa que no entiende nada del mundo digital, pero está muy sorprendida.
“Yo tengo Alexa también, me la regaló mi hijo, a ver cómo le voy a entender”, exclama entre carcajadas.
Actualmente vive con una de sus hijas y algunas de sus nietas, quienes la cuidan y la acompañan.
Pese haber atravesado por diversas enfermedades, como un problema de mala circulación que la llevó a que le amputaran su pierna izquierda a los 97 años, hoy Minguita enfatiza que se siente bendecida por lo que ha vivido.
Y cuando le preguntan cómo ha hecho para vivir más de un siglo, insiste en que es la fe en Dios.
“Les digo a mis hijos: ‘Den gracias a Dios cuando yo muera, no lloren’”, dice, “‘Den gracias a Dios, porque me ha dado mucha vida’”.
Legado comunitario vs. percepción personal
Aunque minimiza su aporte (“se me hace que no hice nada”), su escuela bíblica generó una institución religiosa que perdura. Esto plantea una reflexión sobre cómo las acciones modestas pueden tener efectos exponenciales.
Gratitud como filosofía vital
Su enfoque ante la mortalidad (“Den gracias a Dios cuando yo muera”) trasciende el miedo, proponiendo una ética de reconocimiento constante. Esta perspectiva se vincula con investigaciones contemporáneas sobre envejecimiento positivo.
La narrativa de Minguita desmonta estereotipos sobre la vejez, mostrándola como etapa de productividad espiritual y emocional. Su historia entreteje fe personal con acción social, recordando que las convicciones internas adquieren significado cuando se traducen en servicio a otros.
Con informacion: ELNORTE/
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