“Abrazos, no balazos” decía la campaña a la presidencia de Andrés Manuel Lopez Obrador. En esa frase se albergaba la esperanza de que después de una década sangrienta, el país reencontrara el rumbo. Sin embargo, después de un año los números no mienten: Según cifras oficiales, en el primer semestre del 2019, se cometieron 14 mil 603 homicidios dolosos, así como 448 feminicidios, por lo que en total se cometieron 15 mil 51 asesinatos en los primeros seis meses del año.
La cruda realidad en estados como Morelos, Michoacán, Estado de México, Guerrero o Baja California, están al alcance de ver a la alza esos delitos, los secuestros, más otros delitos que están dejando a la gente sin autoridades capaces de responder frente a estas letales circunstancias.
Esta tarde, mientras en el Senado se hacía “alarde” de abrogar la Ley de Seguridad Interior, había balaceras en Culiacán, Sinaloa. Por minutos, el silencio gubernamental contribuyó a los peores escenarios. Para quienes ya lo vivimos en Nuevo León, en una guerra sin sentido contra el narcotráfico que sólo trajo mas violencia, sabemos lo que esto significa.
Balaceras, gente aterrorizada, fuga de reos, la detención de una de las “cabezas grandes” del Cártel de Sinaloa, son la “fórmula” que quienes hemos vivido el terror, conocemos. Algo no está nada bien cuando un presidente corre apresurado y deja en manos de su equipo, la explicación que hasta esta hora estamos esperando todos.
En el “mar” de confusiones, no sobra decir que la estrategia de seguridad está rebasada. Que todavía hace algunos días el presidente declaró que no es prioridad en agenda la legalización de las drogas, siendo este debate una parte crucial que está demostrado podría aminorar la violencia.
“Tapar el sol con un dedo” a nadie beneficia. El miedo que provoca vivir en un país controlado por “vaya usted a saber quiénes” y que los gobiernos locales y Federal no respondan, es muy mala señal.
La seguridad de las y los mexicanos amerita más que correr riesgos tomar decisiones que permitan darle salida a una guerra que, por lo visto, no termina y puede seguir cobrando víctimas. Quienes somos sobrevivientes a eso, sabemos que las balaceras son antesalas de incertidumbre que no podemos permitir: pensar en la mínima posibilidad de que “te toque”.
El esfuerzo en materia siempre debe ser colectivo y sin pretender caer en la histeria, la pregunta es válida: ¿hasta cuándo –que ya ha pasado un año– van a tomar las riendas de la seguridad de este país? ¿Cuál es la explicación qué hay detrás de lo que pasó en esta trágica tarde de horror en Sinaloa? ¿Cuáles son más medidas del Gobierno Federal para dejar de “obviar” lo que está sucediendo en todos los estados de la República?
No podemos dar ningún paso atrás en la construcción de la paz. Que las balas siguen ahí con un río de sangre que no se detiene.
Eran abrazos, no balazos, decían.
fuente.-(Imagen/ElNorte.com)
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