La llaman la Kardashian de Sinaloa por sus curvas. Emma Coronel es la última mujer, la tercera que se sepa, de Joaquín Guzmán. Que se sepa, porque el juicio contra El Chapo no solo abrió una ventana sin precedentes a las operaciones del violento cartel de la droga. También expuso detalles íntimos de las relaciones sentimentales que tuvo el capo mexicano de la droga, que podrían servir para producir el gran culebrón.
En un día normal mientras estaba escondido en la sierra, el gánster se despertaba a medio día y tras almorzar hacía las llamadas a sus socios mientras pasaba bajo la arboleda. Iba vestido con ropa de camuflaje y le acompañaba siempre su pistola de diamantes incrustados en la empuñadura. Coronel le visitaba en su refugio de vez en cuando y le preparaba enchiladas suizas, sus preferidas.
Pero como contaron los cooperantes más próximos a El Chapo, por el refugio pasaron otras mujeres. Allí le visitó también su segunda esposa, Griselda López. Bajo su nombre ponía algunas de la propiedades que daban a Joaquín Guzmán a cambio de las deudas por los cargamentos de droga. Y surgió otra mujer, identificada por el alias de Tinita, que le ayudaba a vender marihuana en Los Ángeles.
Coronel, de 29 años, nacida en Santa Clara, escuchó impasible el relato aunque a veces no pudo ocultar sentirse incómoda. Guzmán la conoció cuando era una reina de la belleza en Sinaloa, con 17 años. El capo irrumpió en la coronación con todo su séquito de pistoleros. El matrimonio tiene dos hijas gemelas, Emali Guadalupe y María Joaquina. A la primera le llaman Mali y a la segunda Kiki.
El Chapo le dobla en edad. Cuentan los que conocen a la pareja que se casaron el mismo día que cumplió los 18 años. No consta que el narco se divorciara de las anteriores mujeres. Porque en su vida hay mucho de mito. Coronel, hija de otro narcotraficante, acudió a casi todas las audiencias luciendo ropa de diseño. Iba casi siempre de oscuro, aunque durante las deliberaciones se atrevió con el amarillo. Como el resto, tenía que quitarse los stilettos para pasar el control de seguridad y hacía cola en la cafetería para comer. La gran pregunta que circuló desde el inicio del juicio era si Emma Coronel —muy popular en Instagram— estaba siendo utilizada para distraer la atención. Ella comentó que hacía lo que haría cualquier otra esposa en su situación, “estar con su marido en momentos difíciles”.
Coronel, criada en el Triángulo de Oro de la droga, asegura que su familia no hace nada ilícito y que debe su dinero al negocio agrícola. Pero la boda elevó la figura de su padre en el cartel, y fue arrestado en 2013. Dos años después fue el turno de sus dos hermanos. El pequeño participó en la operación que permitió a Guzmán fugarse por segunda vez, a través de un túnel bajo la ducha del penal.
Los líos amorosos de El Chapo llegaron a presentarse como prueba para demostrar hasta qué punto controlaba la organización criminal y utilizaba a sus mujeres para vender droga. Lucero Sánchez, convertida en cooperante, contó cómo Joaquín Guzmán mezcló el amor y los negocios. Dio detalles hasta de su talla de los Levi´s y sus Nike. Sabía que si desconfiaba de ella, podía hacerle daño.
“Unas veces le quería y otras no”, dijo confundida. Trabajó para el cartel organizando cargamentos de marihuana y creando empresas tapadera. Cuando no pudo más, se metió en política y fue elegida diputada. Pero siguió viéndole y protagonizó con El Chapo una escapada por el alcantarillado de Culiacán, antes de ser arrestado por segunda vez en un hotel estando con Coronel y las gemelas.
El jurado tuvo acceso a múltiples mensajes de texto que Guzmán intercambió con Coronel en los que hablaban de cuestiones familiares. En uno de ellos comentaba que Kiki no tenía nada de miedo. “Voy a darle un fusil de asalto AK47 para que pueda pasar el rato conmigo”, se podía leer en las transcripción de las llamadas interceptadas por el FBI en 2012. La niña tenía entonces año y medio. En otros le explica que debía llevar “una vida normal”, consciente de que podían utilizarla para seguir sus movimientos y localizarle en alguno de sus escondites. También le dice que se asegure de que borra todos los mensajes. El teléfono móvil se reemplazaba continuamente para evadir a las fuerzas del seguridad y tenía instalado un programa que le permitía espiar las llamadas.
La primera mujer de El Chapo se llama Alejandrina Salazar, con la que tuvo cuatro hijos. Eran los años del boom de la cocaína, durante los que disfrutó de una vida de nuevo rico. Tuvo varios aviones privados y propiedades por todo el país. Uno de los testigos contó que entonces tenía ocho “señoras”. Con su segunda esposa tuvo también cuatro hijos. Dos de ellos, Ovidio y Joaquín, acaban de ser imputados en EE UU.
El Chapo, de acuerdo con el recuento de los cooperantes, llegó a ponerse en contacto con un producto colombiano para llevar la historia de su vida al cine. Contaron que existe un borrador de un libro. Años después conoció a la actriz mexicana Kate del Castillo, posiblemente la mayor conquista sentimental del capo. Ella se hizo con su confianza para entrevistarlo antes de su última captura.
Coronel trató siempre de mantener un perfil bajo mientras Guzmán estaba fugitivo. Los encuentros de la pareja eran esporádicos. Y aunque negó siempre estar al corriente de los negocios de su marido, durante el juicio se presentaron pruebas que revelaron que estuvo implicada en la fuga de la prisión de Altiplano. También otras en la que pasaba el teléfono a su padre para que discutieran sobre envíos de droga.
Cuando fue extraditado hace dos años, se lanzó a las redes sociales para recordarle que le prometió amarlo toda su vida. Tras escuchar el veredicto del jurado hace tres semanas habló de “sentimientos encontrados difíciles de expresar”. Y dejó claro: “Todo lo que se habló sobre Joaquín, bueno y malo, para mí no cambia de ninguna manera la forma que tengo de pensar de él”.
fuente.-Diario Español/ (imagen/instagram)
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