El 15 de enero, elementos de la División de Gendarmería de la Policía Federal fueron emboscados en una carretera de Puebla. Intentaban recuperar una unidad de carga con reporte de robo. En un puente elevado, los cosieron a tiros. Cuatro elementos cayeron. Uno de ellos, con un tiro en la cabeza. Tampoco esta vez hubo detenidos.
La agresión ocurrió a la altura de la Central de Abasto del municipio de San Salvador Huixcolotla, que se encuentra en el llamado Triángulo Rojo del huachicol y que también comprende Tecamachalco, Acatzingo, Quecholac, Tepeaca y Palmar de Bravo.
En esa zona los caminos suelen quedar vacíos al caer la noche. Los transportistas que se oponen a los robos son asesinados. El paso entre Tecamachalco y Tlacotepec ha sido bautizado por los medios como “El tramo de la muerte”.
Desde hace años, la Central de Abasto próxima al punto donde los gendarmes fueron emboscados, funciona como cuartel general de grupos criminales que se dedican al robo de gasolina robada. Hasta hace pocos días era frecuente encontrar bidones y garrafas en locales supuestamente dedicados a la venta de comestibles.
En julio de 2018 un grupo de policías que patrullaba una colonia fue emboscado por sujetos armados. Tres uniformados murieron. Uno más resultó herido. El entonces presidente municipal de Huixcolotla, Filomeno Cruz, fue detenido más tarde a bordo de un vehículo que se desplazaba a exceso de velocidad. Iba en compañía de seis hombres armados.
Cruz era acusado de amparar la operación de grupos dedicados a la ordeña y venta de huachicol. Le achacaban la posesión de caballos pura sangre y varias camionetas de lujo. La Fiscalía General del Estado lo dejó en libertad horas después.
Como todos los municipios que integran el Triángulo Rojo, Huixcolotla se ha visto asolado por niveles brutales de violencia e inseguridad. Homicidios, feminicidios, robos a comercio, asalto en carreteras, robo de vehículos de carga, asalto a trenes, aparición incluso de fosas clandestinas.
Cuando el alcalde fue liberado, solo había en Huixcolotla tres policías municipales por turno. El resto de la corporación había desertado. Los habitantes se quejaban de que la comandancia estaba vacía: no había patrullajes, ni quién contestara el teléfono. No había a quién recurrir.
Una empresa de camiones de carga que ha sufrido asaltos constantes en carreteras de la región logró ubicar sus unidades a través del GPS. “Todas estaban en el mismo lugar —explica un operador—: San Salvador Huixcolotla”. En todos los casos se interpusieron denuncias, “pero no pasó absolutamente nada”.
Hasta antes de la “crisis del huachicol”, la venta de combustible robado ocurría en la vía pública, a la vista de todos. Hoy se hace de manera oculta, según los pobladores, bajo el cobijo de un controvertido secretario de Seguridad Pública ligado —desde los tiempos en que fue servidor público en Tecamachalco—, con grupos de huachicoleros.
Narré ayer los pormenores del asalto a unos montañistas en las inmediaciones del volcán Sierra Negra. En esa cumbre fueron instalados dos de los mejores observatorios del mundo, el Gran Telescopio Milimétrico (GTM), que requirió 20 años de trabajo y una inversión de 200 millones de dólares, y el observatorio de rayos gamma HAWC —ambos operados por especialistas del Instituto Nacional de Astrofísica, Óptica y Electrónica, INAOE.
La inseguridad en los alrededores del Sierra Negra alcanzó de pronto niveles nunca vistos. Todas las rutas han sido expropiadas por la delincuencia. Trabajadores del instituto fueron “levantados” y despojados incluso de vehículos oficiales.
Tampoco esta vez sucedió nada. Finalmente, los científicos del INAOE tuvieron que abandonar sus visitas al volcán. Hoy, el GTM ha dejado de operar: 200 millones de dólares permanecen en el bote de basura. “Estamos sumergidos en un desastre”, concluyen los investigadores.
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