El presidente Andrés Manuel López Obrador justificó su ausencia en el funeral de estado para la gobernadora de Puebla, Martha Érika Alonso y su esposo el senador Rafael Moreno Valle con el argumento de que se generó un ambiente inadecuado en redes sociales, donde algunos usuarios atribuyeron al gobierno federal responsabilidad por la muerte de los políticos opositores.
En su conferencia de prensa matutina, el tabasqueño aseguró que no acudió a Puebla “para no hacerle el juego a los provocadores mezquinos”.
Tenemos, entonces, a un presidente que teme a las críticas en redes sociales –las mismas que califica como “benditas”cuando la conversación le favorece–.
López Obrador prefirió evitar los reclamos y las rechiflas en Puebla. En su lugar, envió a la secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, quien finalmente sufrió las manifestaciones de rechazo.
La ausencia de López Obrador en Puebla es grave, dado que la entidad vive una crisis política por la pérdida de su mandataria. En este contexto, el presidente no acudió al lugar de los hechos el día de la tragedia. Tampoco acudió posteriormente para atender la contingencia. Se conformó con decir que el secretario de Seguridad Pública, Alfonso Durazo; el encargado de despacho de la PGR, Alejandro Gertz Manero, el titular de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes, Javier Jiménez Espriú y la propia Sánchez Cordero se encargaron del asunto.
Las críticas en redes sociales o el miedo a los abucheos no pueden ser pretexto para que un presidente deje de acudir a cualquier lugar de la República para atender una emergencia. Si Vicente Fox, Felipe Calderón o Enrique Peña Nieto hubieran actuado bajo esa lógica, nunca hubieran salido de Los Pinos.
AMLO debe recordar que es el presidente de todos los mexicanos, no sólo de sus simpatizantes o de los que pertenecen a estados donde gobierna Morena.
Fuente.-
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