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martes, 29 de diciembre de 2015

En "IGUALA",los "MILITARES lo VIERON TODO" ...culpables aquellos que "cometen" el delito,corresponsables quienes lo "permiten".


Los soldados tomaron fotografías de los estudiantes de Ayotzinapa que fueron atacados en Iguala; sólo se conocen un par de ellas, de un grupo de sobrevivientes que llegaron al hospital Cristina. Esta tercera parte aborda una deficiencia más en el expediente de la PGR.

La versión oficial o “verdad histórica” de la PGR estableció que los policías de Iguala y Cocula entregaron a los normalistas de Ayotzinapa a integrantes del grupo criminal Guerreros Unidos, quienes llevaron a los jóvenes al basurero de este último municipio guerrerense, donde los quemaron para desaparecer las evidencias del crimen. Sin embargo, la presunta incineración de los estudiantes en ese lugar, en las condiciones descritas por los presuntos criminales, fue refutada en septiembre pasado por el grupo de expertos de la CIDH, apoyados por un peritaje de José Torero, quien tiene experiencia internacional, pues ha atendido casos como el atentado contra las Torres Gemelas. 


“La llama se habría tenido que inclinar hacia el basurero, encendiendo todo el plástico, que sigue existiendo, es un basurero más bien seco, y por lo tanto ahí se tendría que haber generado un incendio forestal, un incendio que hubiese quemado toda esa zona, por todas estas razones, el GIEI se ha formado la convicción de que los muchachos no fueron incinerados en el basurero de Cocula”, dijo el experto Francisco Javier Cox Vial:
Entonces se derrumbó la llamada “verdad histórica”. Una madre de Ayotzinapa dijo, tras enterarse del informe de los expertos, que la de la PGR era -más bien- una “mentira histórica”.
Las investigaciones oficiales -cuyas deficiencias se vienen exponiendo desde la primera ysegunda parte de este reportaje- tienen otra flaqueza: los militares que vieron todo la noche del 26 y madrugada del 27 de septiembre en Iguala, no han podido ser interrogados por los expertos independientes de la Comisión Interamericana. Su actuación en las horas en que los estudiantes eran desaparecidos -primero negada y después minimizada- sólo ha sido indagada por medio de preguntas en el Ministerio Público, a donde fueron citados a declarar casi 50 soldados. Empero, debido a las contradicciones o testimonios difusos, algunos de ellos volvieron ante el MP hasta 4 veces.
Por ejemplo, el capitán José Martínez Crespo declaró, entre otras cosas, que la madrugada del 27 -después de haber ido a buscar a los normalistas en la comandancia de la policía municipal de Iguala, donde no los encontró- llegó al Hospital Cristina, donde, según él, “hablé con los jóvenes, (les dije) que estábamos para darles seguridad, no les pedí los nombres ni les hicimos revisión alguna”. Además, refirió que un teniente coronel le ordenó que respetara “los derechos” de los estudiantes. 
Testigos de aquella noche -estudiantes normalistas e incluso un maestro- niegan el supuesto “buen trato” que declaró Crespo.
Entre las primeras denuncias que hicieron los normalistas sobrevivientes o testigos de los ataques y las desapariciones, fue la relacionada con que el Ejército no los quiso auxiliar la madrugada del 27 de septiembre, tras haber sido atacados a balazos y algunos de sus compañeros fueron sometidos (los 43 que están hoy desaparecidos).
Gracias al informe de los expertos de la CIDH se puede establecer que el Ejército tuvo ojos por todos lados aquella noche:
-Supo de la llegada de los normalistas a Iguala desde que uno de los camiones en los que iban los estudiantes -preparados para tomar autobuses que los transportaran a la marcha del 2 de octubre en el DF- estaba parado a unos pasos de la caseta de la ciudad, a donde envió al menos a un soldado que mantuvo al tanto al batallón 27.
-Supo del “informe” (festejo) que encabezaba la esposa de José Luis Abarca, María de los Ángeles Pineda -a donde envío un representante del Ejército y al menos a un soldado encubierto. El acto político -no así el baile- concluyó antes de que los normalistas llegaran a la central de autobuses de Iguala, contrario a establecido en la versión oficial de los hechos, sobre que se pensó que los estudiantes iban a sabotear el informe de Pineda Villa.
-El Ejército supo también de los principales ataques contra los estudiantes (en los que desaparecieron los 43) por parte de la policía municipal y de sujetos armados vestidos de negro que aún no se aclara si eran los policías de Cocula.
OKS
Los expertos de la CIDH no pudieron tener acceso -por ejemplo- a las fotografías que tomaron los soldados. Ni tampoco pudieron obtener el video de la cámara colocada frente al Palacio de Justicia, el cual quedó en manos del Poder Judicial. 
Las únicas fotos de los normalistas aquella noche, tomadas por los militares, son las del hospital Cristina, a donde llegó el capitán Crespo.
Contrario al relato de los soldados, los normalistas entrevistados por el grupo de expertos de la CIDH contaron que los miembros del Ejército les dijeron que así como éramos buenos para hacer destrozos que nos aguantáramos y que tuviéramos pantaloncitos para aguantar lo que viniera”. Según otro normalista que estaba a la entrada de la clínica, les dijeron: “así como tienen huevos para andar haciendo sus desmadres, así tengan los huevos suficientes para enfrentarse a esa gente”.
En su declaración ante la Fiscalía del estado, un soldado refirió que tomó 3 fotos a un normalista herido en el hospital Cristina, y que las entregó a su teniente.
Dos de esas fotos que tomó el soldado en el hospital fueron publicadas en febrero 2015 por el periódico Milenio)
Ante las solicitudes de ayudar al herido en el hospital -el normalista Edgar-, los militares dijeron que habían pedido una ambulancia en varias ocasiones, la cual nunca llegó.

Los normalistas coinciden en que los soldados los regañaron. Escucharon expresiones como: “tengan los huevos suficientes”, “se toparon con la mera verga”. Los testimonios forman parte de las declaraciones ante la Procuraduría de Guerrero, es decir, lo que declararon apenas unas horas después de lo sucedido.
En medio de la tensión tras la llegada de los militares al hospital, sonó uno de los teléfonos de los normalistas. Hasta él se acercó el comandante del grupo militar, quien le dijo al dueño del celular que activara el altavoz.
El normalista saludó a quien le llamó y dijo que se encontraban en la clínica y que estaban los militares. El normalista declaró que el militar le sugirió decirle a su interlocutor que todo estaba bien.
Los normalistas fueron obligados a sentarse y uno de los militares apuntó el nombre de cada uno, indicó el informe del GIEI.
Un maestro que llegó a apoyar a los normalistas declaró: “Me preguntó (uno de los soldados): ¿usté a qué se dedica? y yo le dije, soy maestro. Y me dijo: ¿y esto les enseña? Yo le dije: he venido a apoyar a los muchachos porque les agredieron con armas de fuego. Le dice a uno (de los militares) tómales nombres, y de nuevo dijo: denme los nombres verdaderos, si me dan nombres falsos nadie los va a encontrar. Después nos dijo: lo que ustedes hicieron se llama allanamiento de morada, se metieron a una propiedad privada porque es un delito. Vamos a llamar a la policía municipal para que se los lleve. Los muchachos no hablaban, estaban estupefactos del miedo. Cuando dicen eso, me sentí con la obligación moral y le digo al oficial: si llaman a la policía municipal nos van a matar porque ellos son los que nos dispararon”. 
La advertencia de que iban a llamar a los municipales congeló a los normalistas, pues llegaron hasta el hospital luego de huir precisamente de los policías.
Según el informe del GIEI, los militares tomaron varias fotos: una general a todos los normalistas juntos y varias a Edgar (el herido). Una más amplia y otra con detalle de la herida en la cara y la boca. Aquella madrugada, Edgar, que no podía hablar, escribió un mensaje de texto: “quenme de aquí, no aguanto más”. La sangre lo ahogaba.
Pese a las heridas del estudiante, el capitán Crespo declaró ante la Fiscalía de Guerrero que el herido ”en el labio sangraba leve-moderado”. Tanto el normalista herido como otros testigos señalan que cuando le tomaron las fotos le dijeron que eran para enviar al hospital para que tuvieran conocimiento y se prepararan para cuando llegara la ambulancia por el herido.
Según los normalistas, los militares nunca les dejaron de apuntar con las armas, lo que el capitán Crespo negó totalmente. La ayuda nada más no llegaba mientras los normalistas oían frases de los soldados como: “si se mueven les disparamos”, “sigan secuestrando autobuses”, “tengan los huevos suficientes para afrontar las cosas”.
Edgar fue operado finalmente en el Hospital de Iguala, donde estuvo 15 días. Por la gravedad de su situación, le practicaron una gastrostomía y una traqueotomía. Posteriormente fue trasladado al hospital Egea de Ciudad de México, donde permaneció 22 días hospitalizado. Desde entonces ha tenido sucesivas operaciones. En el hospital le indicaron que necesitaría posteriormente 3 o más cirugías reconstructivas, proceso en el que aún se encuentra más de un año después de los hechos.

Aunque ha sido poco explorada la actuación militar aquella noche-madrugada trágica,  ya existe un documental que da cuenta de la intervención del Ejército en Iguala: “Mirar Morir”, dirigido por Coizta Grecko y producido por Témoris Grecko.

Fuente.-

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