Mucha gente ha incurrido en algún tipo de
robo. El hurto de una cebolla en el supermercado, los chicles
"gratis" de la tiendita de la esquina, huir sin pagar lo que se
consumió en un restaurante —todo cuenta. Pero mientras que la mayoría de los
principiantes tienden a renunciar en el momento en que llegan a la pubertad, o
al menos una vez que tienen edad suficiente para pagar sus propios gastos, para
otros robar puede convertirse en una carrera de tiempo completo. Y durante las
celebraciones decembrinas, se sabe que los ladrones profesionales se la juegan
aún más.
A largo de los 45 años que lleva
dedicándose al robo, Kim Farry de 54 años de edad, dice que ha ganado un
promedio de 2 millones de libras [un poco más de 51 millones de pesos] y que se
embolsaba unas 50 mil libras [1 millón 200 mil pesos] en promedio al año.
"Dado que no eres un ladrón, no te puedes imaginar que yo pudiera entrar a
una tienda y tomar algo que valga muchísimo dinero", me dice. "Era
una forma de vivir, era mi trabajo. Yo no consideraba que estuviera haciendo
algo malo, y creo que es por eso que me salí con la mía".
Apodada por la prensa como la "La
reina de los robos" de Gran Bretaña, Farry comenzó a obtener descuentos de
cinco dedos a la edad de nueve años. "Me cacharon y castigaron por robarme
un pin de Marc Bolan cuando tenía 11 años", me cuenta. "Mi padre
solía decirme: 'Tienes que dejar eso, no eres buena, deja de robar', y yo
pensaba: 'Si tú cuidaras de mamá no tendría que hacerlo'".
El robo en tiendas es un crimen tan
antiguo como el momento en que comenzaron a venderse cosas. Desde los ladrones
del antiguo Egipto y el Imperio Romano, donde el castigo por robo podía ser una
sentencia de muerte, hasta los estafadores y carteristas del siglo dieciséis en
Londres, la gente siempre ha robado bienes de las tiendas, ya sea por necesidad
o simplemente por la emoción de hacerlo.
A principios del siglo diecinueve, el robo
ya no era un crimen que se castigaba con la muerte en el Reino Unido y se había
convertido en gran medida, según el libro Robo a tiendas: Una historia
social de Kerry Segrave, en algo que tanto las mujeres como los
hombres querían hacer. Una pandilla de mujeres al sur de Londres llamada Las
cuarenta ladronas, fundada en 1865, fue responsable de la operación de robo más
grande que jamás se haya visto en el Reino Unido, robaron miles y miles de
libras en mercancía, ocultándola en prendas de vestir específicamente diseñadas
para ello.
Para la década de 1960, el robo había sido
rebautizado como un acto "altruista". En The Anarchist
Cookbook (Libro de recetas anarquistas) de 1971, William Powell
escribió que "robar puede ser como una droga", mientras que en Steal
This Book (Roba este libro) de 1970, Abbie Hoffman declaró que
"robar es un acto de amor revolucionario". Entienden la idea; el robo
era visto como una manera de joder al sistema capitalista —un crimen ético y
defendible. Los grupos contraculturales contemporáneos como el colectivo
anarquista español Yomango (que se traduce como "Yo robo") continúan
con esta tradición de hurtos ideológicos, distribuyendo lo que les quitan a las
corporaciones globales entre la sociedad en general.
En estos días, con el fin de mantener a
raya a los ladrones de tiendas, los establecimientos tienen diferentes medidas
de seguridad. Una de ellas son los detectives de tienda. Probablemente nunca
están a más de un metro de nosotros en cualquier ciudad británica, pero la
mayoría de nosotros nunca está consciente de su presencia.
John Wilson* tiene experiencia de primera
mano de cómo funciona esto. "He trabajado como detective en tienda por más
de ocho años y medio. He trabajado en todo tipo de tiendas desde las más finas
hasta las no tan finas. Armani, Louis Vuitton, Versace, Calvin Klein, todas las
tiendas finas", me dice. "También trabajé en todo el sur de Londres.
Brixton, Streatham, Lewisham, Camberwell, Tooting, Balham, Malden,
Sutton".
Según Wilson, a menudo se espera que los
detectives atrapen una cuota diaria de ladrones. "Un buen detective
tendría una tasa de detenciones de una persona cada hora y media, pero en
Brixton, si no hacías una detención dentro de los primeros diez minutos de que
comenzabas tu turno, entonces iba a ser un mal día", recuerda.
El dinero es un motivo obvio para muchos
ladrones, pero para algunos, el acto de robar en sí es aparentemente la
principal atracción. Según un estudio citado en el libro El robode
Rachel Shteir de 2011, los estadounidenses con ingresos de más de 70 mil
dólares roban 30 por ciento más que los que ganan hasta 20 mil dólares. Se ha
acusado de robo a celebridades adineradas. Hay un montón de personas que
definitivamente podrían haber pagado por algo, pero simplemente eligieron
robar.
Hay diferentes servicios de asesoramiento
para los cleptómanos, aunque hay poca investigación para que se lleven a cabo con
eficacia. En cuanto a por qué se desarrolla esta compulsión, Barbara Staib de
la Asociación Nacional para la Prevención de Robo en las tiendas en EUA dijo a
la BBC: "Algunas personas tratan de encontrar consuelo en el robo. Les
genera adrenalina y esto puede ser un alivio, aunque sólo es temporal, ya que
después, cuando los atrapan, tienen remordimientos". Por el contrario, en
el mismo artículo de la BBC, el psicólogo canadiense Will Cupchik sostiene que
el robo no tiene nada que ver con la adrenalina, sino con la necesidad de
llenar un vacío en la vida personal del sujeto.
Cualquiera que sea la explicación, Farry
puede identificarse. "Yo era adicta a robar", me dice. "Tan
pronto como abrían las tiendas, yo ya estaba ahí hasta que cerraban, conducía
de un lugar a otro. La gente me decía: '¿Cómo diablos lo haces?' Y yo decía:
'Aprendí sola. No voy a decirte. Es un arte. No se trata sólo de entrar y
meterlo en tu bolsa".
Para atrapar a los profesionales como
Farry, Wilson recurría a diferentes tácticas para mezclarse con los clientes.
"Si los clientes entraban mojados porque estaba lloviendo, te salías de la
tienda y te mojabas", explica, añadiendo que una vez que detectaba a algún
sospechoso tenía que seguirlo por toda la tienda con cuidado para observar cada
movimiento. "Los ves acercarse, tomar el objeto y ocultarlo, entonces los
dejas seguir por ahí. Pero una vez que dan un paso fuera de la puerta te presentas
como el detective de la tienda", me dice. "Puede ser peligroso. Yo
nunca salía a correr detrás de ellos por la calle a menos que tuviera a alguien
que me cuidara la espalda".
Según Wilson —y tal vez como era de
esperarse— los más difíciles de atrapar eran los ladrones profesionales.
"Los más difíciles de atrapar son los que vienen [a la tienda] en grupo.
Obviamente un detective de tienda que trabaja por su cuenta sólo puede observar
a una persona", explica. "Hoy en día, mucha gente tiene las
herramientas para quitarle los detectores a las cosas, pero si se les atrapa
con eso, es obvio que van a robar".
Los castigos en el Reino Unido pueden
variar dependiendo de la gravedad del robo y cuántas veces se ha atrapado al
ladrón antes. En el mejor de los casos te dan un tirón de orejas y te prohíben
regresar a la tienda. En el peor de los casos: una pena privativa de libertad.
Después de un total de 30 acusaciones por robo y de haber terminado cinco veces
en la cárcel, Farry por fin decidió ponerle fin a su profesión.
"Este año ha sido el año en que he
pasado más tiempo sin robar, aparte de cuando estuve en la cárcel", dice
ella. "Siento como si me hubieran quitado un gran peso de encima, pero
todavía tengo un largo camino por recorrer para acabar con esta manía. Tengo
seis hijos y cinco nietos. No tengo dinero ni regalos para Navidad, pero los
niños me dicen, 'No nos importa, mamá, estamos tan contentos de que estés
haciendo lo que estás haciendo'".
Está claro que es un crimen que no va a
ninguna parte; el año pasado, los delitos aumentaron un 6 por ciento desde
2013, y las autoridades anunciaron el aumento de robos durante el período
previo a Navidad. Es algo que la gente de todos los ámbitos hace, porque es el
crimen más inmediato y accesible que existe: entras en una tienda, encuentras
algo que te gusta, lo metes en tu bolsillo y te vas.
Por supuesto, eso no quiere decir que no
haya consecuencias. John Wilson puede ser el único que nos haya contado sobre
su trabajo, pero hay muchos otros como él por ahí. Además, no porque ya no
cobre por atrapar a los ladrones significa que ya no lo haga. "De vez en
cuando", dice, "detengo a alguien sólo por el gusto de
atraparlo".
Fuente.-
*Se ha cambiado el nombre.
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