- En el Museo de Arte Contemporáneo de Oaxaca se encuentra una de las piezas más conocidas del artista callejero conocido como Yescka, que resume el imaginario dominante sobre el narco en México.
- Para existir, este narco depende de un Estado débil y vulnerado, sin aranceles y sin fronteras, un andamio mínimo que sostenga la sociedad pero que no obstruya los caminos de la droga.
Mexico D.F 21/Sep/2014 Se trata de una mordaz variación de la última cena: la élite de la clase política y empresarial se sienta alrededor de un narcotraficante de rostro oscurecido que ocupa el lugar de Cristo empuñando un AK-47, el obligatorio cuerno de chivo que prefieren por igual traficantes y militares. A la izquierda del narcocristo aparece el expresidente Felipe Calderón. Entre otros invitados a la cena están Emilio Azcárraga Jean, dueño de Televisa, el expresidente Carlos Salinas de Gortari, Carlos Slim, el empresario ocasionalmente más rico del mundo, y el actual gobernador del Banco de México y exsecretario de Hacienda de Calderón, Agustín Carstens. Al centro de la mesa y sobre una bandeja descansa la cabeza de Benito Juárez como si fuera la de Juan Bautista.
En la esquina inferior derecha, una prostituta con antifaz voltea hacia nosotros con una sonrisa que también podría ser una mueca. El mural puede interpretarse en primera instancia como la sumisión de los poderes oficiales y fácticos ante un narco que se impone como el poder último en el territorio nacional. En la reunión final, la cofradía criminal ha elegido a su salvador y ha adoptado el dogma de sus enseñanzas y ejemplos, un orden teológico postpolítico extremo intersectado por la implacable lógica de la globalización y la insondable influencia de los medios de comunicación. Así, el narco sobrepasa las estructuras de Estado y, amparado en el flujo transterritorial del capital, impone su habitus de violencia por encima del desvencijado orden político estatal.
La propuesta crítica de Yescka es desde luego consecuente con el modo en que se representa el narco en México desde prácticamente cualquier discurso de conocimiento. Periodistas, cineastas, músicos, narradores y artistas plásticos comparten por igual la misma plataforma epistemológica que posiciona al narco en el centro de un horizonte de poder postsoberano. Tras el siniestro saldo de violencia atribuida al narco —100 mil asesinatos y 30 mil desaparecidos solamente en el sexenio de Calderón—, ¿cómo no imaginar que los capos se sientan al centro de la mesa de la oligarquía? Si esa capacidad de destrucción tiene un supuesto origen en cárteles de la droga que actúan en un territorio nacional donde el Estado ha perdido toda posibilidad de soberanía, donde la hegemonía política ha sido desbordada por la fuerza del capital, que procede de modo impersonal a un reordenamiento despolitizado de la sociedad, ¿cómo no creer que el narco domina en México?
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Tu Comentario es VALIOSO: