La Ministra Loretta Ortiz se quejó ayer del recorte a los salarios en la Suprema Corte de Justicia de la Nación, por 100 mil pesos menos.
Aunque dijo que la reducción de salarios y prestaciones fue una condición que aceptó al participar en el proceso de elección de integrantes del Poder Judicial por medio del voto popular, dijo que deberían revisarse las prestaciones que reciben porque es mucha la responsabilidad que tienen los ministros.
La ministra, en el colmo del autoengaño, se deshace en quejas porque le rebajaron el sueldo y —horror— ahora solo gana 137,000 pesos al mes. O sea, según su cosmovisión de altura celestial, la “rebaja fuerte, muy fuerte” la pone al límite, casi en el umbral de la indigencia de primer mundo judicial.
El teatrillo del sacrificio “ministerial”
No se conforma con compararse con la Presidenta —porque claro, el pueblo trabajador ni debería asomarse al Olimpo ministerial—, sino que extiende el drama diciendo que su secretaria particular cobra 110,000 al mes, casi lo mismo. ¡Ay, qué injusticia! Pobrecita ministra: desvelada entre expedientes, “desquitando” su nómina con un sacrificio que de tan noble amerita cobrar el doble, el triple y hasta tener un seguro de gastos médicos para curarse el alma en restaurantes de alta cocina.
La realidad que no quiere ver
Millones de mexicanos —no cientos, no miles, ¡millones!— no huelen ni la décima parte del salario que Loretta llama insuficiente. Pero ella, encaramada en su tabulador de privilegios, dice que espera que el puesto de ministra “no sea evaluado por el común denominador de las personas”; vaya, que le importa un pepino la opinión de la gente corriente, los que sí viven de la austeridad, pero forzada: la de sobrevivir con trabajos precarizados, salarios mínimos y prestaciones inexistentes.
El concepto de “incongruencia” bien torcido
Ortiz dice, sin rubor, “no es incongruencia”. Por supuesto que no —para quien puede tener dos pensiones y darse lujos sin parpadear, mientras argumenta que sus 137 mil pesos le parecen poca cosa. El cargo pesa, claro, pero el peso de su salario y privilegios jamás aplasta su conciencia, que flota liviana, impermeable, blindada ante la austeridad que exige el país.
- ¿Qué tiene de justo cobrar una fortuna mientras la justicia social se archiva en el olvido?
- ¿Qué hay de honorable en quejarse de ganar más que dieciocho mexicanos promedio juntos?
La ministra no está inconforme con el país; está inconforme porque le quitaron el postre y el vino, creyendo que ser ministra es sinónimo de vivir viajando en primera clase mientras el pueblo apenas toca el camión de redilas. La incongruencia aquí no es suya, es sistémica, pero ella la representa con la maestría que solo la élite puede exhibir sin pudor.
El contraste brutal con el salario mínimo
Lo que exhibe la ministra Loretta Ortiz no es austeridad, ni comprensión de la realidad mexicana: es un lamento clasista, descolgado de la tierra donde pisan millones que sobreviven con lo que para ella no alcanza ni para las propinas del “Au Pied de Cochon”.
La ministra llora por los 137 mil pesos mensuales, pero vamos a poner su “rebaja” en perspectiva usando como base el salario mínimo real,aunque difiere en algunas zonas para 2025: 278.80pesos por jornada diaria de trabajo según la Comisión Nacional de los Salarios Mínimos. Eso equivale a 8,364 pesos mensualespara quienes viven al ras del piso económico.
Analogía brutal: ¿cuántos salarios mínimos representa la ministra?
- Loretta Ortiz gana 137,000 pesos cada mes.
- Esto equivale a 16 salarios mínimos mensuales; es decir, la ministra cobra lo que 16 trabajadores juntos ganan en un mes, y se atreve a decir que es injusto
- O visto de otro modo: un trabajador que percibe el mínimo tendría que dedicar 18.38 años para alcanzar, ahorrando todo su sueldo, lo que la ministra recibe cada año.
Mientras millones viven con un salario que apenas alcanza para pasar la semana, Ortiz se indigna porque le quitaron el exceso, comparándose hasta con su secretaria, que gana “solo” 110 mil. La distancia no sólo es insultante: es la radiografía del país donde la justicia se mide por tabulador y no por principios.
Así, mientras el resto “desquita” el sueldo, la ministra desquita el cinismo. Porque si algo rebosa en la Suprema Corte, junto a los salarios, es la precariedad moral.
Con informacion: ELNORTE/

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