Tras los disturbios y destrozos en la presentación del cantante Luis R. Conriquez, luego que se negara a interpretar corridos tumbados, políticos e intérpretes llamaron a organizadores a prevenir esos actos violentos, así como a cantantes hacer conciencia de sus letras.
El vocero de la bancada de Morena en la Cámara de Diputados,Arturo Ávila, calificó como una “desafortunada combinación de factores” el violento episodio de ayer, en el que decenas de asistentes al palenque de Texcoco demostraron su frustración por no escuchar temas como “Si Quieres No” o “Presidente” en vivo.
Hipocresía gubernamental y cultural
La polémica en torno a la prohibición de narcocorridos y corridos tumbados, como lo ocurrido en el concierto de Luis R. Conriquez en Texcoco, refleja una contradicción profunda en la política y sociedad mexicana. Intentar imponer cambios en las letras musicales mientras se tolera la impunidad y corrupción en otros ámbitos es un acto que muchos perciben como hipócrita.
El gobierno mexicano, que históricamente ha solapado actos de corrupción y permitido la expansión del crimen organizado, busca ahora regular las expresiones culturales vinculadas al narcotráfico. E
sto incluye medidas como sanciones económicas y prohibiciones estatales a la interpretación de narcocorridos en lugares públicos, bajo el argumento de que estas canciones glorifican la violencia y fomentan la criminalidad. Sin embargo, esta postura contrasta con la falta de acciones contundentes para combatir los problemas estructurales que alimentan el narcotráfico, como la desigualdad, la corrupción política y la falta de justicia.
Los narcocorridos: reflejo de una realidad social
Los narcocorridos no son simplemente canciones; son relatos que reflejan las condiciones de violencia e inseguridad que muchas comunidades mexicanas enfrentan diariamente. Este género musical ha sido criticado por idealizar a figuras del crimen organizado, pero también funciona como una forma de expresar las realidades sociales que no han sido abordadas adecuadamente por el Estado. Intentar censurar estas expresiones sin atacar las causas profundas del problema parece más un gesto simbólico que una solución efectiva.
Impacto cultural y libertad de expresión
La censura a los narcocorridos plantea un dilema sobre los límites entre la libertad de expresión y las medidas para prevenir la apología del delito.
Según el artículo 6 de la Constitución Mexicana, toda persona tiene derecho a expresar sus ideas libremente, salvo cuando se atente contra los derechos de terceros o se provoque un delito. Prohibir estas canciones en lugares públicos puede ser visto como un intento por controlar narrativas culturales, pero no aborda el consumo privado ni su distribución masiva por medios alternativos como internet.
Contradicciones políticas
La propuesta de modificar letras musicales para hacerlas “menos explícitas” es percibida por algunos como una forma superficial de abordar un problema complejo.
Mientras políticos como Marko Cortés celebran estas medidas como un avance contra la “narcocultura”, otros señalan que estas acciones no tienen sustento científico para demostrar que reducirán el crimen o el consumo de drogas. Además, esta postura contrasta con el hecho de que muchos artistas afectados por estas restricciones han sido impulsados por el propio sistema cultural mexicano, que tolera y promueve indirectamente estas narrativas.
Conclusión
La imposición de restricciones a los narcocorridos mientras se ignoran problemas estructurales más profundos es vista como una burla por sectores críticos. La hipocresía radica en intentar regular expresiones culturales mientras se permite la impunidad y corrupción que alimentan el mismo fenómeno que estas canciones reflejan. En lugar de atacar los síntomas, sería más efectivo abordar las causas subyacentes del narcotráfico y violencia en México.
Con informacion: ELNORTE/ MEDIOS
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