Al servicio del heredero de la dictadura castrista cubana, López Obrador ha cometido un error garrafal con varias aristas y que le acarrearán, tarde o temprano, consecuencias negativas a nuestro país en lo político, económico e imagen ante el mundo. Nunca en la historia de México, un Presidente en funciones había sido tan servil con dictadores o dictaduras de manera tan indignante. Hoy, AMLO ha escrito su propia historia con tinta vergonzante.
Tras la agraviante intervención del dictador cubano, Miguel Díaz-Canel -brazo derecho de los hermanos Castro Ruz que por más de seis décadas sometieron a Cuba a una dictadura feroz, fusilando y encarcelando a opositores, cancelando libertades ciudadanas, aniquilando a la prensa libre, prohibiendo las manifestaciones públicas, cancelando negocios privados y convirtiendo a la isla en un centro de espionaje y delación -, durante los festejos de la Independencia de México, emergen no pocos errores que AMLO pagará, seguramente, en futuras contiendas políticas y electorales.
Mostrarse como pelele del dictador cubano le cobrará facturas a López Obrador, sobre todo a la luz de lo ocurrido horas después durante la reunión de la Celac, que fue un fracaso para el Gobierno mexicano.
Revisemos, pues, el desastre que han dejado las locuras del Presidente mexicano desde el pasado 16 de septiembre, y días consiguientes con sus respectivas consecuencias:
López Obrador se había mantenido, durante los últimos años, como un admirador de clóset de la dictadura cubana. Fascinado por Fidel Castro, prefirió, sin embargo, callar su adoración hacia las dictaduras por meros cálculos políticos. Hoy, se ha descarado: colocar como orador al actual dictador de Cuba justo en uno de los días más sagrados para los mexicanos como lo es el Aniversario de la Independencia, fue un insulto nacional.
Bañar de elogios a una dictadura sanguinaria como la cubana, postrarse ante Díaz-Canel y erigirse en vocero oficioso del sátrapa caribeño, ubica a AMLO en una posición lamentable y vulnerable. Lamentable, por adorar a dictaduras. Vulnerable, porque ahora ya ha mostrado su verdadero talante: proclive al sistema dictatorial cubano o venezolano que, en la praxis política, AMLO ejerce a su manera durante sus mañaneras: atacando a opositores, a la prensa crítica, a organismos autónomos y a todas aquellas voces que osan llevarle la contraria. Así que no nos debería extrañar. En realidad, lo único que hizo AMLO fue quitarse la máscara. En su corazón se anida un dictador consumado que ya mostró los colmillos.
La postal ya fue registrada en Washington: el dictador cubano – consentido y venerado-, a la derecha del Presidente de México, mientras el Embajador Ken Salazar era trepado hasta la última fila de invitados a la ceremonia independentista, en abierto desdén diplomático y personal hacia nuestro principal socio comercial y desde donde provienen casi 24 mil millones de dólares de remesas registrados en el primer semestre de este año, enviados a nuestro país por paisanos: Estados Unidos. Y no se trata de defender a EU, sino de advertir sobre las locuras de AMLO y las consecuencias negativas para México. ¿O acaso deberemos creer que el Tío Sam pasará por alto el agravio de López Obrador en su contra? ¿Deberemos suponer que nada pasará y que cerrarán los ojos cuando el Presidente vecino se declara públicamente admirador de los dictadores cubanos, venezolanos y nicaragüenses, y le escupe el rostro a Washington exigiendo terminar con un bloqueo comercial más fantasioso que realista?
No, señores. AMLO no tiene la más mínima idea de cómo se maneja la política estadounidense: podrán perdonarte muchas cosas, inclusive haber apoyado a Donald Trump, pero cuando se trata de comunismo, dictaduras y enemigos, se la toman muy en serio. AMLO ha cruzado una línea de no retorno, volviéndose comparsa de los dictadores comunistas y hostil con los vecinos del norte. Y esa factura nos la cobrarán de una u otra manera. Ya lo veremos pronto. Además, que no se le olvide a López Obrador que tiene un hijo en Houston viviendo como millonario, gastando decenas de miles de dólares sin trabajar, fondeándose con dinero oscuro que nadie sabe de dónde sale. Su expediente, sin duda, ya se estará armando sobre uno de los escritorios de la CIA o del FBI.
Engallado por colgarse y pasearse del brazo del dictador cubano, AMLO llegó a la reunión de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (Celac) con un propósito supremo: ser proclamado líder de los países latinoamericanos. Soñaba con ser ungido como el nuevo Libertador de las Américas. Pero la realidad lo bajó de su nube. Primero, quedó rebasado por las posturas de los valientes presidentes de Uruguay y Paraguay, que al desconocer y exhibir a las dictaduras cubana, venezolana y nicaragüense – aliadas de López Obrador-, se convirtieron en los protagonistas de la cumbre. Luis Lacalle y Mario Abdo pronto fijaron una postura que fue respaldada por la mayoría: rechazo absoluto a las dictaduras. Marcaron la agenda. Así, AMLO quedó empequeñecido y literal, hundido en su asiento con cara de derrota. Tuvo que entrar al quite Marcelo Ebrard, aunque sólo se limitó al papel de maestro de ceremonias emergente. Segundo, AMLO quería lavarle la cara a Díaz-Canel, a Nicolás Maduro, y en ausencia y a distancia, al dictador nicaragüense que encarcela a los aspirantes presidenciales de oposición: Daniel Ortega. Pero al ser exhibidos por Lacalle y Abdo, los amigos de AMLO quedaron como lo que en realidad son: sátrapas y dictadores. Tercero: la ocurrencia de AMLO y de Ebrard de desaparecer a la OEA y sustituirla por otro organismo, fue ignorada. Prácticamente nadie avaló esa puntada del Gobierno mexicano, y todo quedó en un chisguete diplomático. Para el gobierno de AMLO, la cumbre de la Celac fue derrota rotunda.
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El Presidente de México se declara amigo de dictadores comunistas, los alaba en público y se asume como vocero de sus dictaduras para atacar a Estados Unidos. Ese es el parte que se ha recibido en el Salón Oval de la Casa Blanca en Washington. Ese es el hecho.
¿Olvidará Estados Unidos el mensaje de apoyo al comunismo dictatorial y el agravio lanzado en su contra por parte de AMLO, al llamar “canallesca” a su política comercial respecto a Cuba? La respuesta es no.
Suponer lo contrario es ignorar la política estadounidense.
Ya lo veremos. Y muy pronto.
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