Hay un sentimiento sombrío, agrio y de tristeza en México. O quizás, para ser más precisos, en los dos Méxicos antagónicos en los que vivimos.
La radicalización crece y las posiciones políticas salen a confrontarse todos los días, después de que se da el campanazo presidencial y se fija la agenda en ese ring llamado La Mañanera.
No existe un día sin que el presidente Andrés Manuel López Obrador salga a liarse a insultos con todos los que disienten de su visión o de sus ideas para enfrentar los problemas nacionales.
Los medios de comunicación y los periodistas son sus favoritos. Ya los llama repetidamente “inmundos”.
Cualquier cuestionamiento a su gobierno tiene fines perversos, cualquier titular que ponga en duda lo que se hace o lo que se va a hacer, es financiado por sus enemigos, los conservadores, los neoliberales, los fifís.
Los empresarios vienen muy cerca del odio a los medios. Los llama a invertir en infraestructura, los invita a su despacho para trazar juntos la estrategia energética, les dice que juntos van a hacer Historia.
Pero algunos de esos empresarios que dialogaron antes en su despacho, en la primera oportunidad mañanera los ataca -con nombre y apellido- acusándolos de financiar campañas en su contra. No hay confianza.
A los inversionistas extranjeros, sobre todo si son españoles, los acusa de saquear a la Nación, de confabularse con los gobiernos del pasado para llevarse como modernos Hernán Cortés las riquezas de la Patria. Hijos de su Malinche, el PRIAN.
A los gobernadores, sobre todo a los de la Alianza Federalista, todo el rigor del desprecio y del recorte. Son ellos los que alientan que en sus estados se gesten las alianzas TUCOMO, Todos Unidos Contra Morena, buscando el equilibrio en las próximas elecciones.
Las feministas deploran el desdén de un gobierno que no dimensiona el drama de los feminicidios, que en un estado como Quintana Roo ya cobraron -solo en este año- más de 50 asesinadas y 277 violadas. Las Muertas de Juárez serán leyenda.
Para ellas, las feministas, la represión es a macanazos y a balazos; para los delincuentes y narcotraficantes, los abrazos.
Los laboratorios que fabrican medicamentos son otros clientes mañaneros a los que defenestra, clausura y los audita.
Los jefes de la salud nacional salieron a comprar en el extranjero medicinas a punto de caducar, que son oportunamente robadas para esconder el daño. ¿Ya acabaron la investigación del robo de los tratamientos contra el cáncer de los niños?
Y se diga lo que se diga, en casi dos años de gobierno los servicios médicos no son lo que se prometió para sepultar el corrupto pasado. La pandemia vino a exhibir, con su rostro de mentiras gatelianas, que hoy -al igual que ayer- somos incapaces de darle a los mexicanos asistencia sanitaria.
Solo los lunes es día de ensalzar en La Mañanera. El cierre de las gasolineras o de los expendios de gas, los avances de Santa Lucía, el Tren Maya y Dos Bocas. Como si en esas tres obras se resumiera todo el futuro de la Patria para el Siglo XXI.
Los campesinos y los agricultores sufren por la escasez de los fertilizantes, por la mala calidad de los que se reparten. Y el debate del glifosato consumió meses cruciales para mejorar las cosechas del 2020.
Las inundaciones de Tabasco –el edén presidencial- son endosadas a la negligencia del pasado, sin que se cuestione que nada se hizo en estos dos años de una CFE dirigida por Manuel Bartlett.
Sí, es el mismo Bartlett que es calificado de “cínico” no por un opositor, sino por el gobernador morenista de Tabasco, Adán Augusto López. Pero el presidente, una vez más, lo defiende.
Y en dos años de anunciar que van por los corruptos, una cruzada que todos aplaudimos, todavía no se cierra ninguno de los expedientes grandes. Ni el de Ancira, ni el de Lozoya, ni el de Collado o el de Robles. De todo lo demás, ni Pío.
Para ser defendido –y no atacado- en La Mañanera se deben de portar con orgullo los apellidos Trump, Bartlett o el del señor Guzmán Loera. El resto pueden pasar por la guadaña del descrédito y de la sorna pública. El desgaste de la palabra se desborda.
La política es el arte de tender puentes entre lo que es deseable y lo que es posible. Pero ese principio no florece en las conferencias mañaneras. Ahí los puentes se dinamitan.
Vienen en el horizonte tres fechas cruciales. El 20 de noviembre, cuando se conocerán las coaliciones de los partidos para el 2021. Habrá sorpresas.
El primero de diciembre, cuando se cumplen los dos años de gobierno, el 20 de enero cuando tomará posesión el demócrata Joe Biden y la inevitable cita electoral con el 6 de junio del 2021.
Si el discurso presidencial no se atempera, si la actitud política no se modula, cada fecha será una oportunidad para construir o para destruir. En La Mañanera se da la tonada.
Fuente.-Ramon Alberto Garza/
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