Desde el 30 de septiembre, ayer hace diez días, un grupo de estudiantes de la Escuela Normal Rural “Lázaro Cárdenas del Río”, en Tenancingo, Estado de México, secuestró a 92 choferes de autobuses de pasajeros para liberarlos “a cambio” de plazas laborales garantizadas, impunidad ante expedientes en su contra por lesiones, cese de lo que llamaron “acoso y hostigamiento” y hasta pasto sintético para canchas de futbol… Ganaron todo.
Durante esos diez días, los choferes afiliados a la Cámara Nacional de Autotransporte de Pasaje y Turismo, Canapat, no pudieron ver a sus familiares ni comieron lo que se les antojase, no trabajaron ni tampoco transitaron libremente por donde se les pegara la gana; durante diez días los choferes fueron rehenes, víctimas con la incertidumbre de un desenlace a terminar golpeadas, asesinadas, convertidas en ácido, en polvo o traumatizadas de por vida…
Hoy, los choferes son, más bien, ciudadanos de segunda que no merecen el cobijo de la ley y que deben sentirse agradecidos de volver a la libertad que les fue arrebatada por unos rijosos de pacotilla que han encontrado el camino para someter, a su arbitrio y placer, a un gobierno que aún no localiza el teléfono de las abuelitas regañonas.
El precedente que se sienta con el caso de Tenería es gravísimo, hay un mensaje claro del gobierno federal: somos tibios y les tenemos pavor.
Y la estrategia ante el miedo es aún más grave, si se repite el caso de Tenería, como seguramente se repetirá en otros contextos y espacios, la Cuarta Transformación extenderá una patente de corso a cualquier maloso, aunque eso sí, hay requisito sine qua non: pertenecer a una causa social que alegue exclusión y represión, hostigamiento, del mal gobierno.
¿Qué pasará cuándo un grupo subversivo, guerrillero, como esos a los que están tan ligados los normalistas de las escuelas rurales, tome por asalto una institución pública o privada alegando “la resolución inmediata de sus demandas justas y populares”?... Nada, salvo, quizá, un Estado de Derecho que se hundirá en el caño.
Extraña de sobremanera la ingenuidad del actual gobierno, no pasará mucho tiempo para que la templada inacción del gobierno sea utilizada, aprovechada y explotada de múltiples formas por la mafia, así como lo hicieron antes con los grupos de autodefensas ante gobiernos menos tímidos pero, con la cagalera actual, la cosa podría llegar a inéditos escenarios donde el Estado termine convertido en un juguete predilecto del gamberro.
A ver, vamos a sintetizar: unos muchachos secuestraron por diez días a 92 personas que no tenían nada que ver en la resolución de sus demandas, se van impunes y con todo resuelto… ¿a poco no se antoja la jugada?
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