Las siguientes líneas tienen el objetivo de hacer algunas advertencias al lector; la primera de ellas es que, desde hace varias semanas y durante las siguientes, la prensa especializada y los analistas en los diferentes medios de información recurrirán a un concepto, podríamos decir rimbombante, el de recesión económica. Casi a diestra y siniestra, podría ser utilizado sin los menores atisbos de precisión o en su caso de manera sesgada; sin embargo, sugerimos tomar cautela y hacer un espacio para su correcto entendimiento.
Según el Comité de Investigación del Ciclo Económico de The National Bureau of Economic Research (NBER), una recesión es “una contracción apreciable de la actividad en toda la economía, que dura más de unos pocos meses -dos trimestres consecutivos-, y que generalmente afecta la producción, el empleo, el ingreso real y otros indicadores.” Esta misma institución precisa que una recesión “inicia cuando la economía alcanza su punto máximo de actividad y termina cuando llega a su nivel más bajo”. La NBER sugiere que para el análisis de ciclos económicos, los economistas deberán prestar atención a diferentes variables, tales como PIB, empleo, ingreso, las ventas y la producción industrial, entre otros.
La pregunta entonces es: ¿México está en recesión? Realmente es una pregunta compleja de responder debido a que los indicadores y mediciones de todas las variables arriba mencionadas tienen un retraso en su publicación. Predecir una crisis es quizás el gran reto de los analistas e implica la utilización de una serie de herramientas estadísticas, econométricas y predictivas, entre otras. No obstante, lo que podemos aseverar es que sí hay varias muestras de que la economía ha desacelerado.
Si observamos variables como el consumo privado, uno de los componentes de la identidad macroeconómica del PIB, se observa que ha venido cayendo. Los datos del Indicador Mensual de Consumo Privado en el Mercado Interior, publicado por INEGI, indican una primera caída en la tasa de crecimiento anual en el mes de marzo de 2019, a razón de -0.8%, y aunque hubo un ligero repunte en abril (0.3%), la tendencia de crecimiento va a la baja. Sucede lo mismo con el Indicador Mensual de la Inversión Fija Bruta, que mostró una caída en marzo de -6% y un ligero repunte en abril de 0.26%.
El análisis de otras variables empieza a reflejar una debilidad generalizada de la economía. La Inversión Extranjera Directa, por ejemplo, además de las implicaciones en cuanto a empleo y producción se refiere, es en buena medida un indicador de la confianza de largo plazo que los inversionistas globales tienen en el País. Según datos de la Secretaría de Economía, en el primer trimestre de 2019, se recibieron 10.2 mil millones de dólares, esto es casi 20% menor a lo captado en el mismo periodo de 2018 y es la menor captación para un primer trimestre desde 2012.
En el caso de los ingresos presupuestarios del sector público, según datos de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, en los primeros cuatro meses de 2019, se han registrado tasas de crecimiento anuales negativas, -24%, -20%, -6% y -21%, respectivamente. Esto por supuesto ha sido causa de que variables como la inversión física del sector presupuestario estén mostrando caídas superiores a 22% en los meses de enero y febrero. La ecuación es sencilla, menores ingresos públicos, menores inversiones.
En el caso de variables de comercio exterior, la tasa de crecimiento anual de las exportaciones parece venir a la baja, aunque en mayo hubo un repunte; para las importaciones, en el primer trimestre de 2019 se observan tasas de crecimiento anuales de -1%, 2% y 0%, y si se revisa con detalle, se observa aún más pronunciadamente en bienes de uso intermedio y bienes de capital, quizás una primera muestra de la disminución en el poder de compra de las empresas.
A todo esto, ¿cómo se ven afectadas las empresas y los consumidores? Una recesión puede significar el cese en nuevas contrataciones; la detención de órdenes de compra, con fuertes implicaciones en toda la cadena productiva; por supuesto, caída en ventas, en ingresos y en casos más graves el cierre de empresas. ¿Qué se requiere? Es complejo, sin embargo, hay consenso entre los especialistas que una política pública contracíclica podría tener grandes impactos en la reversión de esta coyuntura. Apoyos directos al empleo productivo, a la capacitación, a la disminución de efectos de externalidades, compras de gobierno regionales y diferenciadas cuando sea viable, entre varias otras más.
Ante los grandes retos para las empresas y organizaciones, contar con información clara, suficiente y un análisis a profundidad podría significar la diferencia. Es tiempo de hacer un plan estratégico. Una última recomendación: acuda con un especialista, podrá apoyarlo a superar cualquier eventualidad.
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