Hoy es la despedida de Joaquín El Chapo Guzmán. En el transcurso del día, conocerá la sentencia impuesta por la justicia estadounidense como castigo por múltiples delitos asociados al tráfico internacional de drogas
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No hay mucho suspenso sobre el alcance de la sanción: en términos de la ley federal de los vecinos, los delitos cometidos por el sinaloense acarrean una pena de cadena perpetua sin posibilidad de acceder a la libertad condicional.
Con alta probabilidad, será enviado a ADX Florence, una prisión de altísima seguridad (del tipo conocido como “supermax”) ubicada en el estado de Colorado. Allí tendrá de compañeros de reclusión a Theodore Kaczynski, el célebre Unabomber y Zacarias Moussaoui, uno de los responsables de los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001, entre otros.
Claro que difícilmente podrá interactuar con sus famosos compañeros de prisión. O verlos siquiera. Va a estar recluido por el resto de su existencia terrenal en una celda de 8 metros cuadrados durante 23 horas al día, teniendo apenas una hora para ver el sol y tratar de ejercitarse solo en un patio.
De aquí en adelante, el Chapo no verá más que a sus carceleros, sus abogados, su familia en algunas ocasiones, y los médicos que tendrán que atenderlo cuando su salud inevitablemente decline. Probablemente no vuelva a aparecer en público, salvo que el caso tenga un giro inesperado. Sabremos poco de él por años o tal vez nada hasta su último suspiro. Y la muerte tal vez le llegue como alivio.
Entonces sí, esta es la despedida formal de nuestro más célebre bandido. Pero, en sentido estricto, su vida terminó en el momento en que fue entregado a las autoridades del país vecino hace dos años y medio. Una vez en manos de los fiscales, no había duda del resultado. Este caso fue armado por la DEA, el Departamento de Justicia y buena parte de la comunidad de inteligencia y procuración de justicia de Estados Unidos, desde hace 25 años. La evidencia acabó siendo abrumadora. No había otro desenlace posible que una sentencia condenatoria y una vida en las sombras de una prisión supermax.
¿Tendrá algún efecto disuasivo el castigo ejemplar a Joaquín Guzmán? ¿Alguien decidirá no entrar a la ilegalidad para evitar terminar como el Chapo, viviendo su vejez en una celda minúscula, desprovisto de casi cualquier contacto humano? Lo dudo. Siempre habrá alguien que se crea más listo o más suertudo o más brutal y que apueste a que él sí logrará morir en su cama de oro. O que decida jugársela para tener sus pocos años de rey. Y, al fin y al cabo, allí está Ismael El Mayo Zambada de contrapunto: un septuagenario con décadas en el narcotráfico, seguro en algún escondite de la Sierra Madre, disfrutando lo conseguido en una larguísima carrera criminal.
Además, en los dos años y medio que México lleva sin el Chapo, poco ha cambiado. El tráfico de drogas sigue. La violencia asociada a la prohibición sigue. Los muertos siguen en Sinaloa y en Chihuahua y en Baja California y en Jalisco y en Nayarit ¿Eso significa que no sirve de nada capturar a personajes como Joaquín Guzmán? No: creo que hay razones éticas y estratégicas para continuar con la política de descabezamiento de las organizaciones criminales (al menos en parte y con matices). Pero algo sí debe quedar claro: pacificar el país no pasa o no pasa solo por la captura y encarcelamiento de uno o mil capos.
alejandrohope@outlook.com.
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