Alexander, de tan solo 9 años de edad, perdió la vida la noche de este martes en Culiacán,luego de un artero ataque a balazos perpetrado por la cobardía del Cartel de Sinaloa el pasado domingo al pretender detener la marcha de un vehículo, matando enseguida a su padre,el conductor .
La trágica muerte de Alexander, un niño de apenas 9 años, víctima de la violencia desenfrenada en Culiacán, es un doloroso recordatorio de la crisis de seguridad que azota no solo a Sinaloa, sino a todo México. Este lamentable suceso pone de manifiesto la incapacidad de las autoridades para garantizar la seguridad de sus ciudadanos más vulnerables.
Si bien es cierto que los criminales son los responsables directos de este acto atroz, no se puede ignorar la corresponsabilidad de las autoridades en todos los niveles. La escalada de violencia en Culiacán no es un fenómeno nuevo ni aislado. Desde septiembre de 2024, la ciudad ha sido escenario de una guerra entre facciones del crimen organizado que ha dejado cientos de muertos y desaparecidos.
Las cifras son alarmantes: más de 30,000 asesinatos en México durante 2024 y casi 200 mil de 2018 a 2022,dejan ver la incapacidad criminal del gobierno y sus estrategia militarizada claramente fallida.
En Culiacán, la situación es particularmente grave, con 81 escuelas cerradas debido a la inseguridad y una asistencia escolar que ha disminuido drásticamente, como publica la REVISTA ESPEJO.
El gobierno, tanto a nivel estatal como federal, ha demostrado una preocupante ineficacia para abordar esta crisis. .
Bajo este escenario de incapacidad y/o complicidad,ha florecido la impunidad y el gobierno ha creado el ecosistema perfecto para que dos facciones de un mismo carte,tengan la misma capacidad de siempre para enfrentarse contradiciendo la narrativa oficial mentirosa y dolosa de Omar Garcia Harfuch.
Es inaceptable que niños como Alexander, Gael Antonio y otros menores sean víctimas colaterales de una guerra que las autoridades parecen incapaces de controlar. Cada vida perdida es un fracaso del Estado en su deber más fundamental: proteger a sus ciudadanos.
La muerte de Alexander no debe ser solo una estadística más. Debe ser un llamado urgente a la acción. Las autoridades deben rendir cuentas por su incapacidad para garantizar la seguridad pública. Es imperativo que se implementen medidas efectivas para proteger a la población, especialmente a los más vulnerables, y que se combata la impunidad que permite que estos crímenes continúen.
La sociedad mexicana merece vivir sin miedo. Los niños como Alexander merecían un futuro, no convertirse en víctimas de una violencia que parece no tener fin. Es hora de que las autoridades asuman su responsabilidad y actúen con la urgencia y eficacia que la situación demanda. De lo contrario, seguiremos lamentando la pérdida de vidas inocentes en una guerra que parece no tener fin.
Con informacion: NOROESTE/
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