No pudo resistir una semana más. Y seis días antes de su toma de posesión como el cuadragésimo séptimo presidente de los Estados Unidos, Donald Trump ya se le puso “cobrón” a sus socios comerciales de México, Canadá y China.
Sin que mediara proceso de sensibilización alguna, el hombre poderoso, quien a partir de la semana próxima se mudará a la Casa Blanca, sacó el conejo de la chistera para anunciar la creación de un ente exclusivo para imponer aranceles a los productos de origen extranjero que ingresen a los Estados Unidos. Para entenderlo más claro, un Internal Revenue Service (IRS) o un Sistema de Administración Tributaria (SAT) para exportadores de México, Canadá y China.
El primer cuestionamiento es que se trata de una medida unilateral que violenta flagrantemente el espíritu del tratado comercial entre los tres países del bloque norteamericano. Imponer aranceles a China se puede justificar por los precios subsidiados de sus productos y porque no existe un tratado comercial de la dimensión y el alcance del que se tiene entre México, Canadá y Estados Unidos.
Una medida así tendría que ser puesta sobre una mesa de negociación, no disparada sin una alerta mínima y sin derecho a la defensa. Tan sencillo como que los gobiernos de México y Canadá anuncien hoy mismo que aplicarán exactamente el mismo criterio sobre lo que esos países importan de los Estados Unidos. ¿Saben quiénes va a salir perdiendo? Los consumidores de los tres países, porque todo se va a encarecer en la misma proporción del arancel que se aplique. Y ese impacto en los precios será inflacionario.
Si a los autos producidos en México se les va a imponer en Estados Unidos un impuesto de 15 o 25 por ciento, pues en automático todo lo que fabrican Ford, Chrysler y General Motors en México tendrá un costo más elevado, en la misma proporción. A menos que el gobierno norteamericano aplique el arancel como un subsidio a los consumidores de esos autos y camionetas.
Por ahora, lo que se asoma es que Donald Trump está viendo en los aranceles a productos extranjeros, una medida para recaudar ingresos y con ello poder cumplir la promesa de campaña de que va a bajar impuestos en su país. Bajo lo nacional, aplicó aranceles a extranjeros.
Pero la medida es, a todas luces, inflacionaria porque encarecerá todo lo que de aquí vaya para Estados Unidos y si el gobierno mexicano aplica la misma receta, pues también acá se encarecerá todo lo que le compremos a nuestros socios del norte.
Como ejercicio, si de aquí para allá enviamos mercancías por 500 mil millones de dólares anuales y se les aplica parejo un arancel del 25 por ciento, el monto que recaudará la Hacienda norteamericana es de 125 mil millones de dólares anuales. Y si México adquiere actualmente 350 mil millones de dólares en mercancías de Estados Unidos y les aplica el mismo arancel del 25 por ciento, el SAT terminará recaudando cerca de 90 mil millones de dólares.
Traducido al consumidor, alguien allá y alguien acá tendrá que sacar de su bolsa los 215 mil millones de dólares que hoy no existen. Y algo similar sucederá con Canadá, que trae cifras ligeramente abajo que México.
Por lo pronto, el ya renunciado primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, anunció ayer martes una reunión emergente fechada entre el 20 y 21 de enero -en Quebec- para que su gobierno analice y actúe en consecuencia a las amenazas, ya en proceso, de quien todavía no se sienta en la silla de la Oficina Oval.
Un comunicado del gobierno canadiense advirtió, ayer mismo, que “el Gabinete protegerá y defenderá los intereses canadienses, fortalecerá la relación de Canadá con Estados Unidos y dejará en claro de manera inequívoca la relación comercial y de seguridad mutuamente beneficiosa que comparten los dos países”.
En México, el gobierno de la Cuarta Transformación todavía no fija postura. Pero sin duda que la tendremos en la mañanera presidencial de hoy miércoles. Y que, además de llamar al diálogo, la presidenta Claudia Sheinbaum dirá sin cortapisas que nuestro país aplicaría medidas espejo, en tanto no se discute el tema en los tribunales internacionales de libre comercio y se emita un fallo.
La expectación está en la actitud que, frente a esta medida unilateral, asumirán los empresarios de Estados Unidos que al parecer están contagiados del mismo síndrome de “agachismo” de los empresarios mexicanos: ni siquiera se atreven a darle la contra al presidente o a la presidenta en turno, aunque sea evidente que las medidas anunciadas por Trump van a lesionar su planta productiva. Nadie se atreve a contradecirlo.
Por lo pronto, esta sorpresiva medida del impuesto a mercancías extranjeras distrajo la atención de dos trascendentes agendas relacionadas con Donald Trump y su nuevo gobierno.
Una, la publicación del reporte de la toma del Capitolio del 6 de enero de 2020 que concluye que el nuevo mandatario de los Estados Unidos es un convicto, culpable de instigar a los manifestantes, pero que, por ahora, esa acción en su contra se congela, en atención a que Trump ya es presidente.
Y dos, las audiencias en el Senado del candidato a ser Secretario de Defensa, Pete Hegseth, quien es acusado de conductas inapropiadas, incluyendo acosos feministas y abuso con el alcohol. Después de cuatro horas de interrogatorios, y con el apoyo del bloque mayoritario de los republicanos, el controvertido hombre que presidirá el Pentágono fue aprobado. ¿Viajaría hasta Washington, el senador morenista Adán Augusto López, para asesorar a sus colegas republicanos y aplicar la aplanadora sobre los demócratas? Si no viajó, debió venderles los “derechos de autor”.
Fuente.-CODIGO MAGENTA/
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