Una de las bebidas con mayor índice de azúcar por mililitro es Coca-Cola en su versión clásica. A pesar de que de 2015 a 2018 la compañía ha logrado reducir ese índice en sus catálogos en un 17 por ciento, su versión original no ha sido tocada.
La reducción se ha dado en productos de menor rotación y, por consiguiente, de menor riesgo para la compañía en caso de una posible baja en popularidad. Tales productos han sido ayudados a compensar la falta de azúcar con dulzor proveniente de edulcorantes no calóricos como aspartame, acesulfame, estevia o la mezcla de ellos, principalmente.
A pesar de las ofertas no calóricas lanzadas por la compañía, se sigue prefiriendo la clásica, la azucarada. El vicio de muchos que desayunan, comen o cenan con coca; que la toman en el break laboral; que le han dado el rol de canasta básica.
Por otra parte, la apuesta verde de Coca-Cola es importante. Busca reducir los desechos que sus productos generan, pues ha sido la empresa que más contaminación por plástico produce dos años seguidos, según estudios publicados por Greenpeace.
Pero ese lado humano no se ha visto reflejado en la receta de su principal producto, que no ha visto un gramo de reducción de azúcar en su receta. Una receta que gusta y a la vez enferma, que refresca, que se disfruta, pero que en descontrol, puede ser fatal.
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La lista de ingredientes declarada es tan oscura como su color. Agua carbonatada, azúcares y concentrado. No más. Vaya usted a saber qué ingredientes componen ese concentrado.
Coca-Cola regular contiene 10.5 gramos de azúcar por cada 100 mililitros. Esto nos dice que su versión de vidrio de 500 mililitros contiene 52.5 gramos. Un envase de 600 mililitros, que actualmente es la presentación más popular, contiene 63 gramos de azúcar. La coca de litro alcanza los 105 gramos de azúcar por envase.
Además, hablamos de azúcar como referencia general, pero ya yéndonos a detalle el edulcorante dentro de este refresco es Jarabe de Maíz de Alta Fructosa (JMAF), una potente y barata sustancia que se obtiene de la glucosa del maíz mediante procesos enzimáticos.
Apenas el mes pasado la Profeco comunicó una alerta sobre los daños a la salud provocados por el consumo desmesurado de esta sustancia, cuya principal fuente de consumo son los refrescos, galletas y pan industrial.
JMAF en Coca-Cola, afectaciones a la salud
Las principales afectaciones causadas por el consumo de JMAF pueden provocar daños desde el corto, mediano y largo plazo.
De entrada, el enorme dulzor del producto combinado con el efecto carbonatado provoca un cierto tipo de adicción. Un apego a los sabores que el consumidor busca combinar con cualquier otro alimento.
Al ingerir una cantidad alta de este refresco, se produce una reacción anormal en el páncreas en respuesta al azúcar, a lo que se le conoce como disparos de insulina, lo que lo vuelve un peligro para personas con cuadros de prediabetes o diabetes.
Además, esta reacción, de volverse repetitiva puede provocar una futura resistencia a la insulina, por lo que aquellos que no sufren de problemas de diabetes podrían desarrollarlos si son consumidores frecuentes.
La fructosa, una vez dentro de nuestro cuerpo es procesada en el hígado y se convierte mayormente en grasa, que se almacenará de esa forma en los tejidos y en el mismo hígado, provocando sobrepeso, obesidad y el desarrollo de hígado graso no alcohólicos.
Otros problemas derivados del consumo de altas cantidades de JMAF, como las que contiene Coca-Cola, son el favorecimiento de enfermedades cardiovasculares como hipertensión y enfermedad cardiaca, además de cáncer, artritis y osteoporosis.
Tenga en cuenta que todas las reacciones adversas que el refresco provoca se magnifican en la humanidad de adolescentes, niños e incluso bebés, que todos los días comparten este dañino vicio.
***Artículo publicado el 8 de diciembre de 2019 en la edición 880 del semanario Ríodoce.
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