Cuando el 19 de noviembre de 2018 Andrés Manuel asistió por segunda vez a Tercer grado, en mi turno, le planteé si ya como presidente electo le habían informado algo que no conociera en materia de seguridad que lo llevó a modificar su postura respecto al Ejército y la seguridad. Él se fue por el tema de los militares, negando que jamás hubiera hablado de su regreso a los cuarteles, que me retó a comprobarlo, lo que casi de inmediato documentarían las benditas redes, y dejó pasar el fondo de la pregunta porque aún sostenía que a su arribo a la Presidencia el 1 de diciembre, se resolvería, lo que no ocurrió, como no podía ocurrir, porque ha sido imposible, ya no se diga revertir, detener, la violencia.
Sé que recientemente ha comentado en corto que no imaginaba lo profundo, lo arraigado de este problema al punto de subirlo a lo alto de sus prioridades, no obstante ha mantenido su inercia al alza.
Ayer, el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP) dio a conocer el resultado de junio: tres mil un homicidios dolosos, que supera en 3.4 por ciento el saldo de mayo, dos mil 901.
Esto convierte al primer semestre de este año en el más violento de que haya registro, y que si le agregamos las cifras de diciembre suma 20 mil 32 homicidios dolosos.
Y le doy estos datos del mismo SESNSP: en los primeros siete meses de Vicente Fox, el saldo fue de ocho mil 386 homicidios dolosos; en el mismo lapso, con Felipe Calderón, bajó a seis mil 266; y con Peña Nieto subió a 11 mil 60.
Hoy estamos al doble. Sé que el Presidente dedica horas a este problema, pero también entiendo las limitaciones que van de una Policía Federal en liquidación, a una Guardia Nacional en construcción.
Y en ese espacio tiene que operar porque la seguridad es la principal demanda de los mexicanos, y en la que la corrupción no ha sido nunca ajena ni distante.
Al contrario.
Nos vemos mañana, pero en privado
Fuente.-lopezdoriga@milenio.com
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