Eran las 18:46 horas del martes 4 de noviembre de 2008cuando se desplomó un jet ejecutivo en Monte Pelvoux y Ferrocarril de Cuernavaca, colonia Lomas de Chapultepec IV Sección, en la alcaldía Miguel Hidalgo.
Los rumores crecían: En el Lear Jet 25, con matrícula XC-VMC, viajaba Juan Camilo Mouriño, entonces secretario de Gobernación durante la administración de Felipe Calderón.
Estaba a 3 minutos de aterrizar y se sabe que el piloto reportó una “alerta máxima” a la torre de control de la Ciudad de México.
El “avionazo” causó desconcierto frente a la emblemática Fuente de Petróleos de Periférico y Reforma. A un kilómetro de Los Pinos y a kilómetro y medio de la Sedena; a unos metros de Campo Marte y del Auditorio Nacional.
Autos calcinados, árboles incendiados, postes caídos; personas en el piso muertas y heridas. Trabajadores y vecinos desalojados. A decir de algunos testigos, eso parecía una “zona de guerra”.
Un centenar de policías, bomberos, paramédicos, testigos, vecinos y reporteros se mantenían en la zona acordonada. El Ejército llegó de inmediato.
La aeronave venía de San Luis Potosí. Juan Camilo Mouriño acababa de firmar con el entonces gobernador, Marcelo de los Santos, el “Acuerdo por la Seguridad, la Justicia y la Legalidad”.
En ese acuerdo estatal, Mouriño habló de las investigaciones que “tocan a todo que esté involucrado con el crimen organizado o con la delincuencia. No hay en ese sentido, nada más que un absoluto compromiso con hacer cumplir la ley y en ese sentido ha habido resultados claros, contundentes y sin precedente en nuestro país, lo cual acredita que el gabinete de seguridad está trabajando de manera coordinada y está dando resultados”.
Pasaron los minutos y la noticia fue confirmada por Marcelo Ebrard, entonces jefe de Gobierno del Distrito Federal. “Es una muy mala noticia yo creo que para todos”, expresó rodeado de periodistas.
Luego vinieron los lamentos políticos de todos los colores.
Al secretario de Gobernación lo acompañaba José Luis Santiago Vasconcelos, ex titular de la Siedo y asesor en seguridad de la Presidencia; los colaboradores Miguel Monterrubio, Arcadio Echeverría, Norma Díaz; el capitán Julio César Martínez Dávalos; el copiloto Álvaro Sánchez; y la sobrecargo Giselle Carrillo.
En un testimonio recabado por EL UNIVERSAL hace 10 años, Margarita Jiménez, vendedora de dulces, relató: “El mismo fuego me aventó encima de mi triciclo y ya nomás de levanté y me eché a correr. Me eché a correr y vi cómo se extendía el fuego, como se quemaban los carros. La verdad era espantoso”.
En un mensaje ofrecido tras el accidente, el mandatario Felipe Calderón expresó su más sentido pésame a los familiares de las víctimas y su apoyo.
Calderón lo hizo especialmente a Marigely, viuda de su amigo y colaborador más cercano, y a sus hijos María, Iván y Juan Camilo.
Dijeron que en el lugar del accidente siempre estaría encendida una luz alumbrando al cielo, pero sólo duró poco tiempo porque desde hace años el faro se apagó.
A 10 años del accidente
En la esquina de Monte Pelvoux y Ferrocarril de Cuernavaca,los vecinos de la colonia Molino del Rey levantaron una placa“a la memoria de quienes sirvieron a la patria con rectitud, lealtad y honestidad, que perdieron la vida en cumplimiento de su deber en la construcción de un México Mejor”.
Asimismo, se recuerda a las demás víctimas: “La vida es en servicio es una huella que permaneces, una luz que no se apaga, una luz que no se calla”. En el lugar a veces hay flores. Una veladora apagada y casi por terminar acompaña una imagen religiosa que se esconde en lo largo del pasto.
En una década, en los alrededores del accidente, se levantó un gran conjunto de oficinas, se hicieron departamentos, se habilitaron vialidades y se hizo una glorieta que confrontó a vecinos de Molino del Rey y Lomas Virreyes.
Algunos empleados del edificio conocido como “El Dorito” no saben lo que pasó ahí. El joven Iván no tiene “ni idea” del accidente, mientras que don Paco, empleado de limpieza, saben que ahí hubo un percance pero desconoce quién viajaba en el “avión que se estrelló”.
Los vendedores de dulces, los boleros y los taxistas de la zona aún no laboraban ahí cuando ocurrió el “avionazo” donde murió Juan Camilo Mouriño. Todos son nuevos y en el caso de los taxistas, “los más viejos han de tener 4 o 5 años (en el lugar)”.
Un vendedor de jugos recuerda que hace 10 años ya no había ningún comerciante porque ese 4 de noviembre se fueron temprano. Asegura que “como dos meses estuvimos sin vender”, porque las autoridades no los dejaron en lo que se llevaban a cabo las investigaciones.
Parque de la luz
A la par del crecimiento inmobiliario, se creó el Parque de la Luz, “en memoria de las personas afectadas por los hechos del 4 de noviembre de 2008”.
Es un “rincón del universo, ahora impregnado de vida, armonía y paz, ofrece a sus visitantes un espacio de reflexión y de convivencia con la naturaleza”.
Está compuesto de un “Sol de luz”, que es una escultura policromática cuyos colores significan: el azul, valor; el rojo, amor; el verde, libertad; el blanco, sueños; el amarillo, alegría; y el magenta, fraternidad.
También hay una “rosa de los vientos” que representa “los valores supremos de la voluntad, del esfuerzo y el bien común deben regir en los cuatro puntos cardinales y los treinta y dos rumbos del horizonte de México”.
Y las famosas bancas del recuerdo “en honor a cada una de las dieciséis personas que murieron en este lugar y con solidaridad para sus respectivas familias”.
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