Como ciudadanos afectados por las miles de decisiones que
políticos, funcionarios, diputados y senadores toman sin considerar nuestra
opinión, tenemos la obligación de exhibir nuestro firme rechazo a quienes, por
intereses personales, prefieren servir-se que servirnos.
Escarchemos a los corruptos. Exhibamos públicamente nuestro
rechazo. Recordé-moseles sus fechorías en su cara. No es necesario insultarlos,
basta con decirles sus verdades, que no se sienten tranquilos a comer en un
restaurante como si fueron gente decente. Es nuestra obligación exhibirlos en
su condición de traidores a la pa-tria.
La palabra escarche es utilizada en Argentina, Uruguay,
Paraguay, España y Vene-zuela para protestar públicamente contra un
funcionario, político, militar, policía, líder sindical, diputado, senador o
empresario, por haber cometido daño a los ciudadanos. El escarche, es decir, la
protesta se dirige a su casa, a su lugar de trabajo o en luga-res públicos como
restaurantes, tiendas, hoteles o en la calle y pretende dar a cono-cer a la
opinión pública los reclamos contra esa persona.
Si hubiera más mexicanos que perdieran el miedo y le gritaran en
su cara a los co-rruptos lo que piensan, México ya habría cambiado. Si hubiera
más mexicanos como el ciudadano que sin aspavientos increpó al panista Diego
Fernández de Cevallos, conocido mejor como “El Jefe Diego” cuando iba saliendo
de un restaurante, luego de comer junto al líder sindical vitalicio de Pemex y
senador, Carlos Romero Des-champs.
El hecho quedo registrado en un video que circula en las redes.
Sin insultar, tranqui-lamente, el ciudadano haciendo ciudadanía, le pregunta al
jefe Diego: ¿Comieron bien señores? porque 50 millones de mexicanos no. El
político panista, señalado por ope-rar el hilo negro de las negociaciones en lo
oscurito con otros partidos políticos, sin importar ideología ni colores, amigo
de Carlos Salinas de Gortari, alcanza a contestar: “así es esto”. Y revira:
¿usted está entre los 50 de aquí o de allá”. Y el ciudadano le contesta: “Yo
trabajo, no he robado al país, gracias a Dios”.
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Yo no sé ustedes, pero yo felicito a este ciudadano que
valientemente enfrentó a uno de los políticos más oscuros de este país capaz de
sentarse con el diablo si eso sig-nifica beneficios para él y su grupo panista
o vaya usted a saber de qué partido.
¿Cuántas veces hemos visto en la calle, en un restaurante, o en
algún lugar público a gobernadores corruptos, diputados o senadores señalados
por malversación, empre-sarios rapaces capaces de corromper a cualquier líder
sindical con tal de no aumen-tarle el salario a sus trabajadores o funcionarios
que extendieron licencias de cons-trucción a cambio de una jugosa y millonaria
mordida?
¿Cuántas veces nos hemos quedado con las ganas de gritarles sus
verdades, de decirles en su cara lo que pensamos de ellos, de exhibirlos
públicamente?
Imaginen ustedes encontrarse a Humberto Moreira en un
restaurante de Saltillo o Monclova, Coahuila. ¿Qué le dirían? Imaginen
encontrarse a los desarrolladores cau-santes del derrumbe de cuatro casas en la
colonia La Antigua de Monterrey. ¿Se quedarían con las ganas de decirles que
por su culpa murieron dos personas?
Propongo, queridos lectores, estimados ciudadanos, que la
próxima vez no se que-den con las ganas. Propongo que de manera educada, sin
necesidad de insultos o gritos, les digamos frente a todos, sus verdades y
exhibamos su condición de perso-na indecente, de corruptos, de persona non
grata. No es posible que ellos anden tan campantes y nosotros enojados con la
vida porque por su culpa el país se va a pique, porque gracias a sus tranzas
nuestra economía se encuentra en crisis desde hace décadas. No es posible que
ellos se pasen como gente honorable por las tiendas, por los aeropuestos, por
los restaurantes.
Si la justicia no funciona y deja impunes a cientos, miles de
políticos, funcionarios y empresarios corruptos. ¿Qué nos falta para exhibirlos
públicamente como lo que son?
En otros lugares, el escarcha ha tenido mucho éxito. Los
corruptos se la piensan dos veces antes de pasearse tan campantes. En Argentina
la palabra nació en 1995 cuando fue utilizada por la organización de HIJOS de
desaparecidos contra los milita-res genocidas que vivían en la impunidad por el
indulto concedido por el ex presidente Carlos Menem.
También este método de exhibición de los indignos y traidores a
la patria, funcionó en Chile. Ahí se le conoce como Funa y en Perú como El
Roche”. Este sistema de con-dena pública funcionó también en España, contra los
empresarios especuladores de la construcción por la burbuja inmobiliaria que
costó la pérdida de viviendas a miles de ciudadanos. Lo mismo sucede
actualmente en Venezuela donde los ciudadanos muestran su rechazo a políticos
del actual y anterior gobierno.
Alcemos la voz. Escarchémoslos. Enfrentemos a los corruptos en
la calle. Exhiba-mos a quienes han traicionado su deber de servicio con los
ciudadanos. Condene-mos a los impunes para que dejen de vanagloriarse de sus
fechorías, para que dejen de sentirse orgullosos de ser impunes, de quebrar el
sistema de justicia ineficiente que padecemos.
Al hacerlo, estamos cumpliendo con nuestra obligación de
ciudadanos para exigir un cambio de paradigma, una ética del servicio público,
de la responsabilidad social. Empecemos a construir un país ético…. ¡Basta de
corruptos paseándose como si fueran personas decentes!
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