Desde su origen, las
estaciones de radio y las cadenas de televisión han estado en manos de
empresarios poderosos y conservadores, enemigos naturales de los sectores
populares y de las libertades nacidas del Estado laico.
Son, en
suma, medios al servicio de la plutocracia y del poder político y religioso.
Mexico,D.F 31/Ene/2015 Por ello no debe sorprender el papel que esos medios jugaron para
promover la guerra sucia y el fraude electoral de 2006, así como su actitud
servil hacia mandatarios como Felipe Calderón y, en menor medida, hacia Enrique
Peña Nieto.
En el sexenio de Calderón, la radio y la televisión adoptaron el papel
de defensores incondicionales de ese gobierno, ilegítimo, empresarial y
clerical. Hoy en día, Angélica Rivera, exactriz de telenovelas de Televisa es
consorte de Peña Nieto y, como tal, emblema del maridaje entre el poder
mediático y la clase política.
Un viejo testimonio
Hace más de
40 años, Jorge Mejía Prieto publicó el libro Historia de la radio y la Tv en
México (Editores Asociados, México, 1972), que no tenía un contenido crítico
sino, por el contrario, hacía apología de los dueños y fundadores de los
llamados “grandes medios de comunicación”.
A pesar de ello, el autor aportó datos muy interesantes –que hoy en día
vale la pena recordar– acerca de cómo esos medios nacieron al servicio, no de
la verdad y la cultura, sino del dinero y del poder.
En 1923, Raúl Azcárraga fundó la primera radiodifusora comercial en
nuestro país, proyecto que desarrolló en alianza con el periódico El Universal
y como una extensión de un negocio que tenía de venta de aparatos de radio.
Posteriormente, Emilio Azcárraga crearía la XEW, cuya historia
evidenciaría la participación política de personajes de los medios de
comunicación.
Exlocutores de esa estación llegarían a importantes cargos políticos,
como Luis M Farías, quien llegó a ser gobernador de Nuevo León; Guillermo
Morales Blumenkron, quien fuera senador por el estado de Puebla; Luis Ignacio
Santibáñez y Álvaro Gálvez y Fuentes, entre otros (Mejía Prieto, obra citada,
página 52).
Luis Marcelino Farías Martínez (1920-1999), quien luego de su paso por
la radio trabajó también como conductor en el canal 2 de Televisa, fue diputado
federal de 1955 a 1958; y de 1958 a 1964, director general de Información de la
Secretaría de Gobernación (Segob), cuando su titular era Gustavo Díaz Ordaz. En
1967 fue electo diputado federal, a la vez que presidente de la Cámara de
Diputados.
Es decir, el responsable de la información en la Segob era un exempleado
de los dueños de estaciones de radio y de televisoras, y era el mismo que
controlaría a los legisladores en los días de la sangrienta represión del
movimiento estudiantil de 1968 y que, a su vez, tenía como protector a Díaz
Ordaz.
Los políticos represores y los personajes de los medios de comunicación
formaban parte de la misma mafia.
El contubernio entre el poder político, el económico y el mediático está
evidenciado también en el caso de Luis Ignacio Santibáñez Patiño (1912-1991).
Hijo de un acaudalado comerciante, fue locutor de noticieros y trabajó en la
televisión, antes de convertirse en diputado federal y terminar su trayectoria
como maestro de ceremonias de los presidentes, desde Miguel Alemán hasta
Salinas de Gortari [1].
Jacobo Zabludovsky, quien en 1945 inició su trayectoria en radio, y se
haría famosísimo a partir de la década de 1970, cuando conducía el noticiero
principal de Televisa, fue coordinador de Radio y Televisión de la Presidencia
de la República en el periodo de López Mateos, mientras que en el de Díaz Ordaz
fue consejero de la Dirección de Difusión y Relaciones Públicas de la
Presidencia (obra citada, página 274).
Álvaro Gálvez y Fuentes, locutor y conductor de radio y televisión que
tuvo cierta celebridad, fue colaborador de Zabludovsky cuando éste tenía a su
cargo la oficina de prensa de la Presidencia (obra citada, página 136).
Otra figura importante de los medios de comunicación durante décadas fue
Agustín Barrios Gómez (padre), quien en 1968 fue entusiasta defensor de Díaz
Ordaz. En esa época, en su programa de televisión Comentarios y Celebridades,
elogiaba al entonces presidente, a quien describía nada menos que como “amigo
de los jóvenes” y proclamaba: “Entre Díaz Ordaz y el caos prefiero, sinceramente,
a Díaz Ordaz”.
Durante el gobierno de López Porillo, de 1976 a 1982, Barrios Gómez
sería embajador de México en Canadá.
Humberto Romero fue locutor y posteriormente secretario privado de la
Presidencia bajo la gestión de López Mateos (obra citada, página 160), mientras
que León Michel Vega, conductor y autor de la televisión, fallecido en 2013,
incursionaría en la política en la década de 1970 como diputado federal.
En aquella época, Michel participaba en un programa nocturno de
televisión al lado de Verónica Castro.
Los dueños de la censura
En radio y
televisión no hay en realidad libertad de expresión ni la posibilidad de
difundir puntos de vista críticos, porque en ellos prevalecen los intereses y
la voluntad de los dueños, que suelen ser multimillonarios de ideas
conservadoras, y de los anunciantes.
En la época actual, el ultracatólico Lorenzo Servitje, cabeza del
poderoso grupo Bimbo, ha sido uno de los principales anunciantes y ha luchado
por hacer prevalecer en los medios sus criterios mojigatos y sexofóbicos.
Sin embargo, desde su origen, muchos medios nacieron con el tono
moralista de sus creadores.
En su libro, Mejía Prieto aportó ejemplos de ello.
En 1947, Alonso Sordo Noriega fundó la estación radiofónica XEX, y al
inaugurarla expresó en estos términos su intención moralizante: “Queremos
entrar en los hogares de México con un acento de dignidad y decencia,
desterrando todo lo innoble que pueda manchar la pureza de nuestros hijos o el
recato de nuestras esposas” (obra citada, página 80).
Comentaba Mejía Prieto: “…en verdad la XEX se puso grandemente
moralizadora, pues a los pocos días de su inauguración expidió una lista negra
de canciones que, por inmorales, no podrían cantarse por sus micrófonos. Entre
estas composiciones estaban La última noche, Diez minutos más, Tú ya no soplas,
Juan Charrasqueado, Aventurera, El hijo desobediente, Pervertida, Pecadora,
Toda una vida, Frío en el alma y Traigo mi 45” (obra citada, páginas 80-81).
Otro magnate de los medios de comunicación fue Francisco Aguirre
Jiménez, creador de la Organización Radio Centro.
Nacido en 1913, en el pueblo cristero de Arandas, Jalisco, Aguirre
Jiménez fue dueño de importantes centros nocturnos en la Ciudad de México,
desde antes de participar en la industria de los medios.
Entre esos centros nocturnos estaban: el Río Rosa, el Patio, La Fuente,
el Capri, El Greco, y Guadalajara de Noche, este último fundado en 1932 y
ubicado, hasta la fecha, en Garibaldi.
El Río Rosa fue inaugurado en 1942, con la orquesta de Venus Rey (Venustiano
Reyes), polémico personaje que fuera durante muchos años líder sindical de los
músicos.
El Patio perteneció en la década de 1930 a los Azcárraga, y a partir de
1969 a Francisco Aguirre Jiménez, quien lo heredó a su familia.
También incursionó en televisión mediante el canal 13 de la Ciudad de
México, inaugurado el 12 de octubre de 1968 y que luego pasaría a ser canal
gubernamental y posteriormente a formar parte del emporio Televisión Azteca, de
los multimillonarios Salinas, y cuyo presidente es Ricardo Salinas Pliego.
En su libro, Mejía Prieto incluye una síntesis biográfica de Aguirre
Jiménez, a quien califica como “hombre de lucha e inteligencia excepcional”,
pero al margen de esos entusiastas elogios, la historia personal del extinto
magnate inevitablemente despierta suspicacias:
Leemos: “En la dura escuela de la vida tuvo diversas actividades. Fue
marino. Y boxeador […]. Llegó a ser cajero del Banco de México y, más tarde,
uno de los jefes del Banco Capitalizador de Ahorros […]. A base de sacrificios
y esfuerzos logró reunir un pequeño caudal que le permitió ir instalando
centros nocturnos de gran categoría” (obra citada, página 157).
Fórmula sencilla para alcanzar la prosperidad económica: meterse a
trabajar como cajero de un banco y ser muy ahorrativo para poder comprar los
principales centros nocturnos de la Ciudad.
A la muerte de Aguirre Jiménez, en 1979, el control de Radio Centro pasó
a su viuda, María Esther Gómez de Aguirre (1919-2008), quien hizo estudios en
el Instituto Panamericano de Alta Dirección de Empresas [2], institución perteneciente al Opus Dei; y
fue cercana a grupos católicos como los Caballeros de Colón [3].
En su blog, Bernardo Barranco, quien fuera conductor del programa
Religiones del Mundo en dicha cadena, espacio que fue eliminado por presiones
de sectores poderosos del clero, ofrece este interesante testimonio:
“Por el tema que abordaba tenía especial reserva, ya que los Aguirre
gozaban fama de ser religiosamente conservadores. Doña María Esther Gómez de
Aguirre, la presidenta del Consejo de Administración, al poco tiempo le jala
las orejas a nuestra compañera Lidia Pérez en su programa Lidiando el Futuro,
por haber sostenido que la virgen de Guadalupe era un mito mexicano. Yo tenía
que andar con pies de plomo…” [4].
A la muerte de María Esther Aguirre, la presidencia de Radio Centro pasó
a su hijo Francisco Aguirre Gómez.
A la fecha, la tendencia ultraconservadora y clerical de las estaciones
de ese grupo es evidente en sus transmisiones cotidianas y en sus noticieros,
que constantemente respaldan las posiciones católicas y hacen propaganda de las
actividades del arzobispado y del Partido Acción Nacional.
La primera transmisión de lo que con el tiempo sería el emporio Televisa
fue la del Informe de gobierno de Miguel Alemán, el 1 de septiembre de 1950.
El 1 de mayo de 1955, Emilio Azcárraga unió los canales 2, 4 y 5 para
constituir Telesistema Mexicano, que luego se convertiría en Televisa.
La clase política y empresarial se desarrolla en forma endogámica, de
tal suerte que años después, Miguel Alemán Velasco, hijo del mencionado
expresidente, se convertiría en conductor y alto ejecutivo de Televisa, de la
cual fue accionista y llegó a presidir.
A todos nos consta el excesivo respeto que la televisión mexicana –hoy
el conocido duopolio– ha mostrado siempre hacia el poder, así como sus
tendencias conservadoras; sus críticas constantes hacia los movimientos
sociales y su amor por las fuerzas derechistas, por lo que resultaría ocioso
abundar en el tema.
Además, cuando por circunstancias excepcionales un comentarista llega a
lastimar la susceptibilidad de algún político o a criticar fuertemente al
clero, o a otros sectores poderosos, hay mecanismos eficaces de censura, que
generalmente consisten en negociaciones de los ofendidos con los dueños del
medio del que se trate y que suelen culminar con el despido del comunicador.
En 2011, la cadena MVS despidió a la conductora Carmen Aristegui, luego
de que se atreviera a mencionar en su espacio radiofónico la protesta pública
de un diputado de la oposición que aludía al alcoholismo de Calderón.
A pesar de que Aristegui no criticó directamente a Calderón ni dio por
cierta la versión de su alcoholismo, bastó con que ella se atreviera a decir
algo que pudiera molestar al tirano en turno.
Pero, por encima de la voluntad de los dueños de los medios, en aquella
época el alcoholismo de Calderón era amplia y libremente comentado en las redes
sociales y en las páginas en internet, cuyos contenidos, a diferencia de los de
la radio y la televisión, no dependen de intereses millonarios.
Mejía Prieto reprodujo la versión que en 1965 dio el comediante Héctor
Lechuga acerca de las presiones políticas que se usan para ejercer la censura
en los medios.
Al lado del también cómico Cucho Salinas, Lechuga conducía un programa
de crítica política, donde ésta se hacía de manera bastante tímida y acotada,
pero de todos modos, los políticos aludidos se sentían ofendidos.
Decía Lechuga: “…algunas cosas de la política nos conformamos con
insinuarlas, porque sin autocensura tendríamos que atenernos a las
consecuencias…”.
En un programa transmitido en la época de competencia preelectoral, se
refirieron a que el entonces secretario de Salubridad, José Álvarez Amézquita,
aspiraba a la Presidencia de la República, que finalmente ocupó Díaz Ordaz.
“…Y se armó la bronca […] Álvarez Amézquita se enojó y los inspectores
de Salubridad fueron a asustar al patrocinador del programa que tiene una
industria de conservas” (obra citada, página 301).
Fuente : Edgar Gonzalez ruiz