Debe ser triste, muy triste, alcanzar hoy la mitad de tu sexenio, aquel en el que prometías la gran transformación nacional, para entregar cuentas tan pobres a los 33 millones de mexicanos que te eligieron.
Una lucha de 18 años a contracorriente del viejo sistema, para instalarte en Palacio Nacional y acabar traicionando tu prometedor lema de campaña: “Juntos Haremos Historia”.
Lo de “juntos” ni vale la pena discutirlo. Te empeñas cada día en dividir a la Nación, en fabricar al minuto un nuevo adversario, en engrosar la larga lista de supuestos complotistas a quienes le buscas endosar la autoría de tus fracasos.
Incluso, aquellos que te acompañaron en los días en que ser tu simpatizante era pecado mortal, son hoy desconocidos y decapitados en el cadalso en el que transformaste tu conferencia mañanera.
Dejaste de ser incluyente para transformarte en un lobo solitario que fue dejando en el camino a sus mejores hombres y mujeres, tendidos en el campo de batalla, abandonados y sin destino. Romo, Sánchez Cordero, Scherer, Moctezuma, Nieto, Urzúa, Herrera, más los que se acumulen en la semana.
Decidiste -en estos tres años- hacerte de una coraza protectora, de lo que aquí ya bautizamos como la burbuja rojo y verde olivo. El radicalismo de izquierda y los uniformes militares son hoy tu mejor abrigo para resguardarte del frío de tu gobierno.
Es cierto que, hasta hace algunas semanas, lo mejor que podías presumir eran las cifras macroeconómicas. Pero el inevitable deterioro ya comenzó.
El crecimiento de México ya no está a la altura del jalón que se está dando en los Estados Unidos, después de lo peor de la pandemia.
La inflación, la inversión que espera mejores días, la salida de capitales y las crecientes tasas de interés, impedirán que crezcamos este año por encima del 6 por ciento que se anticipaba.
Y los programas sociales, esos que son tan necesarios para cerrar la terrible brecha de la desigualdad, para cumplir tu promesa de “Primero los Pobres”, tendrán que irse recortando frente a la caída de los ingresos fiscales.
Conforme el dinero deje de llegar a los adultos mayores o a los “ninis”, en la misma proporción descenderá esa popularidad sostenida con la fuerza de la pluma con la que se firman esos cheques asistenciales.
Papá siempre será un héroe cuando surta los caprichos de los hijos; papá siempre será un villano cuando les pida apretarse el cinturón.
¿Y qué hacer con los tres millones de mexicanos en pobreza extrema y los 10 más que ya engrosan las filas de la pobreza de sobreviviencia? La pandemia, es cierto, pero las políticas públicas fallidas, también.
El drama de la República se refleja en un gabinete cada día más mediocre, en un club de amigos tabasqueños que ya instaló en nuestro país la República de Macuspana.
Como por bendición del Espíritu Santo, Tabasco es el ombligo de tu gobierno. Desde la Secretaría de Gobernación, pasando por PEMEX, la Secretaría del Bienestar, el SAT, el INSABI, el Centro Nacional de Inteligencia, la Condusef, el Corredor del Istmo, el Archivo General de la Nación o la plantación de Cacao a través de Sembrando Vida.
Adán Augusto, Octavio y Herrería, Ferrer, May, Rosalinda, Rodríguez, Rosado, Audomaro, Mollinedo, Ruiz Abreu o Chávez Ayala son “tu pandilla del barrio”, el nuevo gabinete oficial de Pejelagartia.
Y a ellos se les suman los dilectos apellidos de los intelectuales de la burbuja roja, los padres de la “Revolución Cultural de la 4T”. Concheiro, Taibo, Salgado Macedonio, López-Gatell, Modonesi y Ramírez. Son los sabios que te siembran resabios.
Pero ninguno puede justificarte por qué el sistema de Salud al que tanto defenestraste no ha podido ser reemplazado, en tres años, por algo mejor que el censurado Seguro Popular.
Por qué el manejo de la pandemia, bajo tu gobierno, se instala en la frontera de lo criminal, de la nación del planeta con más muertes por cada 100 mil contagiados.
Y ante el criminal desabasto de medicamentos, la mejor ocurrencia -tu última ocurrencia- es darle la encomienda a los militares.
Siempre creímos que el verde era el color de la esperanza. Jamás imaginamos que el verde teñido de olivo se transformara en el estandarte insignia de un gobierno que, frente a cualquier medición global, ya califica como paramilitar.
Cada fracaso, cada ineficiencia, cada impotencia en estos primeros tres años fue enfundada en un uniforme militar. Ése es tu mejor parapeto para eludir la transparente rendición de cuentas. La disuasión al reclamo a punta de bayonetas.
Le entregaste a los militares y a los marinos las más abultadas chequeras, las obras insignia de tu gobierno transformador, envueltas todas en un decreto que los convierte -a ellos y a ti- en seres intocables, inescrutables, dueños y amos de vidas y haciendas. El golpe que faltaba para legitimar el autoritarismo que se extiende por todo tu gobierno.
Tres años transcurrieron ya de repetir una y otra vez, en cada mañanera, los mismos mantras de culpabilidad a los gobiernos pasados, y de decir que en tu gobierno “ya no es lo mismo”.
Desgastaste los términos “conservadores”, “neoliberales”, “fifís” para hacerlos sinónimos de saqueadores y ladrones, colocando a todos los empresarios como abusivos y cómplices saqueadores del patrimonio nacional.
Y eso lo haces, al mismo tiempo que en tu mesa, celebras la primera mitad de tu sexenio en una comida con algunos de aquellos a los que en tu libro calificaste como “La Mafia del Poder”. ¿Esto te convierte en amigo de esa mafia o en su sublime arrepentimiento ya gozan ellos de tu perdón?
Por eso es difícil de entender esa falacia de tu política de “Abrazos, no balazos”, que se aplica lo mismo a los civiles, que a los militares y no se diga al crimen organizado.
¿Para quién los abrazos? ¿Para los jefes de los cárteles a los que se les captura y se les libera, e incluso se les visita en su tierra? ¿Para los “mafiosos” empresarios que continúan engrosando sus bolsillos igual que antes? ¿Para los que se apellidan Bartlett, Lozoya, Nahle, López-Gatell, Ancira, Bonilla o Peralta?
¿Para quiénes son los balazos? ¿Para los empresarios grandes, medianos y pequeños, para los inversionistas nacionales y extranjeros, para los intelectuales o periodistas que no son tus incondicionales? ¿Para los niños con cáncer o para las feministas?
Tan insatisfecha está tu conciencia con lo alcanzado a la mitad del camino, que te viste obligado a adelantar tu sucesión. Ningún presidente antes abrió esa Caja de Pandora, a tres años de su fecha de caducidad. La paz y la tranquilidad de tu rancho de Palenque ya te reclaman.
Y como tú insistes en que dejarás que Morena decida en libertad, no hay de otra más poner en claro que tu elección sucesoria es Claudia Sheinbaum, a la que entronizarás por encuesta, no por elección interna. Un dedazo como los del PRI, como de “los de antes”, aunque “ahora todo sea diferente”.
En tres años de gobierno, muchas cosas sí son diferentes, Presidente, pero no para bien.
Y la corrupción -evangelio central de tu gobierno- es falso que se acabara por decreto o por tu simple ejemplo. Vendrán los días en los que se confirmará que quizás fue peor. Y tú sabes a lo que me refiero.
Pasamos de la República Mexicana a la República de Macuspana y esa transición descarriló aquella prometedora ruta del “Juntos Haremos Historia”. Ahora los hechos parecen decir: “La Historia la Escribo Yo”.
Puro rollo
ResponderBorrarPensé que Código Magenta era serio pero me equivoque.
La verdad es otra.
Nuestro Presidente sigue con su plan con el cual se llevarán una sorpresa.
Los patos le tiran a las escopetas