Tres de ellos son de “nueva” creación: tan sólo por haber obtenido su registro, percibirán 158 millones de pesos cada uno. Así, el ahora llamado Partido Encuentro Solidario (PES) –antes Encuentro Social–, Redes Sociales Progresistas (RSP) –ramificación del extinto Nueva Alianza, del nieto de Elba Esther Gordillo– y Fuerza Social por México (FSM) –también salido de Nueva Alianza y Morena– volverán al ruedo.
En suma, los viejos aliados de los grandes partidos también entrarán en acción. El Partido del Trabajo (PT) –que solía apoyar incondicionalmente al PRI, luego al PRD y ahora a Morena– recibirá 498 millones de pesos. El Partido Verde Ecologista (PVEM) –brazo del PRI que ahora coquetea con Morena–, 542 millones de pesos. Movimiento Ciudadano, que llevó a Enrique Alfaro a la gubernatura de Jalisco, 523 millones.
La pregunta que ronda sobre estos pequeños partidos es: ¿para qué sirven en la democracia mexicana?
Con porcentajes inferiores al 6% de votos en la elección de 2018 e iniciativas que apenas logran discutirse, son recordados únicamente por respaldar a los grandes partidos a lo largo de su historia.
Sobreviven con su registro tambaleándose, entre acusaciones de corrupción y favoritismos. Estos pequeños partidos, coinciden especialistas, están lejos de justificar su existencia: la pluralidad.
“La justificación formal es que se logre reflejar la pluralidad que hay en el país en el Congreso. Pero, en la realidad, no han servido de gran cosa, son partidos –con algunos matices– muy oportunistas, que están solamente por las prerrogativas, posiciones políticas y la búsqueda de cargos”, explica José Antonio Crespo, analista político.
El historiador añade que un país que se reconoce como plural, como México, debe tener distintas opciones de representación para la ciudadanía, por ello –en la teoría– es sano y útil que existan diversos partidos que puedan ofrecer alternativas ideológicas más cercanas que las de los partidos grandes.
Sin embargo, en la práctica “se basan en la búsqueda de oportunidades, pero sin congruencia ideológica ni programática, solamente viendo de dónde pueden obtener los votos mínimos para conservar su registro, prerrogativas, financiamientos y favores”.
Coincide Javier Aparicio, especialista en sistemas electorales y competencia política, quien asegura que la calidad de la representatividad depende de las reglas del juego para crear partidos o desaparecerlos. “Ahí es donde está el diablo: estas reglas condicionan el tipo de partidos que tienes”.
LAS REGLAS DEL JUEGO
“El sistema permite que sea muy difícil entrar, pero que sea muy fácil sobrevivir”, afirma Aparicio. Se refiere a que una vez obtenido el registro del Instituto Nacional Electoral (INE), los recursos económicos llegan por sí mismos, con la fiscalización correspondiente, pero sin tener que demostrarle nada a nadie.
Partidos como el “nuevo” PES, que dirige en esta faceta Hugo Eric Flores –viejo aliado de Andrés Manuel López Obrador–; el RSP, que formó desde sus bases el nieto de la maestra Elba Esther Gordillo, René Fujiwara, y FSM, de Gerardo Islas Maldonado (antiguo miembro del partido Nueva Alianza), están obligados a participar individualmente en 2021, sin coaliciones, con la meta de obtener el 3% de los votos.
Pero después de eso, solo necesitarán coaliciones que les garanticen su sobrevivencia.
Para muestra, los casos emblemáticos del Partido del Trabajo, que coordina Alberto Anaya Gutiérrez, y del PVEM, que tiene como secretaria ejecutiva a Pilar Guerrero Rubio. Ambos partidos han sobrevivido año con año, elección tras elección, tras haberse unido a un partido más grande: primero el PRI, ahora Morena.
Esto les supone más beneficios que obligaciones. Principalmente las prerrogativas y el financiamiento anual, que supera los 158 millones de pesos para partidos nuevos –algo así como el equivalente al sueldo de 3 mil 97 personas que ganan el salario mínimo– y que supera los 500 millones para esos viejos pequeños partidos.
La llamada “chiquillada” la conforman aquellos partidos que tienen bases sociales fuertes, como sindicatos –estilo lo que fue Nueva Alianza y ahora RSP y FSM–, grupos religiosos –como el PES relacionados con los evangelistas– o bien que nacieron bajo el amparo de los partidos grandes como el PVEM, es decir, logran consolidarse como un partido porque pueden costearlo, a diferencia de una asociación civil o un movimiento social.
“Alguien podría preguntar: ¿si es tan costoso por qué entrar a este negocio? La respuesta es: porque el financiamiento es muy generoso y si consigues el registro, habrá valido la pena. La supervivencia es sencilla, puedes obtener diputaciones plurinominales, alguna bancada y muchos beneficios políticos”, amplía Aparicio, profesor-investigador de la División de Estudios Políticos del CIDE.
LOS VIEJOS PEQUEÑUELOS
Bajo esta premisa, al revisar el pasado del PT y del PVEM, es posible rastrear que surgieron arropados por Carlos Salinas de Gortari, para dividir el voto de otros partidos que tomaban fuerza: especialmente el Partido de la Revolución Democrática (PRD), cuyo líder era Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano.
A Alberto Anaya, fundador del PT y su actual dirigente, se le ha señalado por mantener la operación de los Centros de Desarrollo Infantil (Cendis), aquellos a los que miembros de la oposición señalaron por ser favorecidos en 2019 por el actual presidente, en un momento en que el gobierno federal apostaba por la desaparición del Programa Estancias Infantiles.
El PVEM ha sobrevivido pese a escándalos de corrupción e incongruencias con su agenda, que cambia según dicte el partido al que se adhieren. Así, han pasado de ser antiaborto a proaborto, pero a favor de la pena de muerte. Se les recuerda por promover la reforma que prohíbe el uso de animales en circos, sin un plan de contención que garantice la vida digna de estas especies.
El partido “ambientalista” ha votado a favor de la reforma energética, el fracking. Reparten mochilas de plástico como bono electoral.
Redes Sociales Progresistas y Movimiento Ciudadano, dos de los partidos pequeños. Fotos: Cuartoscuro.com.
¿CONGRUENCIA?
Ambos partidos han sobrevivido elección tras elección, quedándose en la raya. En 2018, el PT obtuvo el 6% de los votos totales de la elección presidencial, jugando del bando de AMLO; mientras que el PVEM, que respaldó a José Antonio Meade, obtuvo apenas el 1.8% de los votos totales de la elección presidencial.
Sus padrones no llegan al millón de personas: el PT tiene apenas 448 mil afiliados válidos, al tiempo que el Verde puede presumir 660 mil.
Su paso por el Congreso este último año ha sido casi invisible. El PT, actual brazo fuerte de Morena, con 46 curules ocupadas en San Lázaro, ha lanzado 381 iniciativas, aunque apenas 22 han pasado a análisis con resultados positivos. El Verde, con apenas 11 curules, ha logrado presentar 190 iniciativas, con 25 aprobadas.
Entre septiembre y diciembre de este 2020, el INE les soltó unos cuantos recursos extra: 119 millones 732 mil al PT y 130 millones 702 mil al Verde.
Pese a su larga trayectoria, estos partidos no aspiran a jugar solos en las próximas contiendas electorales: apenas a sobrevivir de la mano de otros partidos dispuestos a obtener unos cuantos votos extra.
“Estos partidos venden sus votos, que eventualmente les pueden ser muy útiles a los partidos grandes, así sea una votación de 4 o 5% pueden hacer la diferencia, a cambio de canonjías, privilegios, financiamiento y es puro oportunismo. Ellos mantienen una disque ideología, pero en realidad lo que vemos es oportunismo puro, sin ninguna congruencia ideológica o programática, tampoco los partidos grandes es que sean muy congruentes, pero aquí se nota de manera muy burda”, resalta Crespo, doctor en Historia y Maestro en Sociología Política.
LOS VIEJOS “NUEVOS”
El PES ni siquiera tuvo que cambiar de siglas, apenas una última palabra que pasó de ser “social” a “solidario”. El partido que apoyó a AMLO en 2018 y que apenas obtuvo el 2.7% de los votos en la elección presidencial surge de las cenizas con su mismo líder, su misma base, su misma propuesta.
Ahora, en medio de la emergencia sanitaria por Covid-19, apuestan por sumar a personal médico de todo el país como candidatos para 2021, según dijo Hugo Eric Flores, presidente del partido, en conferencia de prensa. “Vamos a ir solos este 2021”, señaló, sin detallar que no era por gusto, sino porque la ley así lo mandata.
El PES vuelve con la esperanza de obtener el 3% de los votos de 2021 con sus candidatos, pero si no los obtiene, ya habrá obtenido unos cuantos millones del INE para garantizar su existencia los próximos meses.
Lo mismo para RSP y FSM, extensiones de Nueva Alianza, el partido del magisterio, estrechamente ligado a Gordillo y al Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE). Redes Sociales Progresistas obtuvo su registro tras la resolución del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) que ordenó revocar la determinación del INE, quien le había negado el registro por una serie de anomalías, una de ellas la posible intervención de una organización sindical.
Fuerza Social por México, dicho por su mismo dirigente, Gerardo Islas Maldonado, se creó con la finalidad de apoyar a AMLO. Apuestan por mantener el registro en 2021 para respaldar a Morena en la contienda presidencial de 2024.
Los especialistas señalan que la pluralidad es válida, pero el electorado deberá tomar decisiones inteligentes, con base en propuestas sólidas y no a partir del hartazgo contra el partido en el poder o bien dándole el apoyo a estas ofertas sin fondo.
“La carga de la prueba está en los nuevos partidos, deberían ser capaces de plantear candidaturas atractivas para la sociedad, si lo hacen conseguirán su voto y si los consiguen será inapelable, pero hay que tener cuidado con estos incentivos, porque dadas las reglas, puede haber partidos que no aspiren a ganar o a representar a la sociedad sino que solamente quieren el botín”, advierte Aparicio.
Fuente.-@alecrail/
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Tu Comentario es VALIOSO: