Todavía que te estamos dando un parto humanizado y tú no haces más que gritar. ¿Aquello era humanidad? Yo quería ayuda, alguien que sostuviera mi mano y para ellos eran regaños, burlas y amenazas.
Este es el testimonio de una mujer coahuilense que pide el anonimato para no ser revictimizada, pero ya no piensa guardar silencio.
Intuí que estaba embarazada, así que compré una prueba. Estaba tan ansiosa que no esperé a llegar a la casa y la hice en el baño de la Soriana.
-¡Guácala, mamá!, ¿Cómo que con pipí puedes saber si vas a tener un bebé o no?
Mi hijo esperaba brincando afuera del baño, cuando salí con un gesto. Damián entendió: ¡Por fin voy a tener un hermano. Hermano, mamá ya te dije que no quiero hermanas porque son bien fastidiosas!
Mi vida había cambiado mucho y en muy poco tiempo. Dos meses antes de embarazarme mi papá había muerto y con eso se había cerrado un ciclo. Días después de que lo despidiéramos de este mundo, conocí a un hombre con el que hablé de vivir juntos a los dos días de conocernos y al mes ya esperábamos a “bebesito”.
Trabajé la mayor parte de mi embarazo, atendía varios grupos de capacitación en distintas ubicaciones de la ciudad así que se hizo normal ir y venir, subir y bajar, con una panza que nadie veía porque en lugar de subir de peso: bajaba. Con todo y su “invisibilidad” a mí me pesaba lo mismo que cargar a mi hijo de 10 años, tuve algunas molestias que no conocí en mi primer embarazo. Vómitos, mareos, dolor de espalda, cansancio todo el tiempo… comprobé que no es lo mismo embarazarse a los 18 que a los 29.
Mi trabajo fue el primero en toda mi vida que me dio seguro social, pese a que el proyecto estaba por concluir se tendrían que cumplir algunos requisitos de ley para tener mi incapacidad. A un mes de la fecha probable de parto opté por atenderme en el seguro. Las consultas amables y atentas hasta ese momento, habían borrado mi experiencia del primer embarazo. Entonces yo era estudiante y tenía el seguro facultativo. En esa ocasión me hicieron cesárea, la razón que dieron los doctores fue que mi hijo pesaba mucho: 4 kilos y el parto natural se dificultaría.
Esta pendeja no se va a poner un bikini nunca más en su vida"
ANÓNIMO, MÉDICO A CARGO DE UN PARTO
Una semana antes de la fecha programada de mí parto, comencé a sentir contracciones, estaba desesperada y ansiosa. Diariamente asistí al área de cirugía, pero nada: aún no dilataba suficiente. Todos los días, seguía el consejo no pedido de algún familiar o amigo para dilatar: caminar y gatear. Esto me provocaba risa y me ponía a pensar en cuántas mujeres estarían gateando como yo o tomando té de manzanilla, bajando escaleras, caminando kilómetros o teniendo sexo. El primer doctor que me atendió fue uno de esos que deberían multiplicarse, que transmiten un gran amor por su vocación y te hacen creer que todo estará bien. Alto, esbelto, sumamente pulcro, me preguntó cómo estaba, escuchó atentamente como me sentía, me explicó el procedimiento que lleva un tacto y después de realizarlo me ofreció la mano para levantarme de la camilla, un gesto que pasando las 35 semanas todas la embarazadas agradecemos. Ese día no tardé en entrar a la revisión ni 30 minutos, éramos muy pocas en el area del recibidor, instintivamente todas platican. Yo que me tomo muy a pecho aquello de no hablar con desconocidos, batallo un poco para socializar y entrar en confianza, pero siempre escucho. Aquello era un mar de experiencias y emociones. Para algunas era su primer o hasta cuarto embarazo, algunas iban con leves molestias, otras apretaban fuertemente el puño y las demás le decían que si podía, que aguantara un poco más. Sacudían nuestras pláticas las llamadas de celular de los familiares o de los patrones. Aquella sala de 2 x 2 contenía alegría y miedo, se hacía silencio cuando la puerta se abría y entre nosotras pasaba una incubadora con una sábana que nos impedía ver lo que había dentro y todas aguantábamos la respiración, mujeres de todas las edades que esperábamos ansiosas escuchar: “la que sigue”. La que salía era asaltada por el “¿qué te dijeron?” al unísono, adivinar la respuesta era un error; “todavía no dilato tanto”, “tengo que ir a neonatos” y el “ya me voy a quedar”.
Me dedico a la investigación social y en aquellas esperas diarias, se me ocurría pensar, planear e idear. ¿Sería buena idea colocar un garrafón con agua, algunas plantas? Yo lo primero que haría sería pintar ese minúsculo cuarto. Eso nos ayudaría bastante. Ya me empezaba a fastidiar ese color cremita, las bancas endebles y la puerta chirriante.
En mi segunda visita me recibió una doctora. Su saludo fue un: “siéntate”. Me hizo un tacto tan penoso que lloré. No solo por el dolor, sino porque lo realizó de un modo que me hizo sentir un costal, un cuerpo inerte, un número en su lista de atención. Al día siguiente, me atendió un doctor y revisó cada uno de los ultrasonidos. A punto de parir, las embarazadas andamos siempre con una carpetita cerca del pecho, que trae todos los ultrasonidos y los enseñamos al primer contacto social diario. Me hizo sentir confiada cuando empezó a observarlos detenidamente. Le comenté mi experiencia con la doctora del día anterior: “No hagas caso, mija , esa doctora es muy grosera. Pero no va a atender tu parto”. Después me practicó un tacto. Tenía 3, casi 4 centímetros. Luego, me dio la mano para levantarme y me dijo que estuviera tranquila que si todo marchaba como hasta ese momento mi bebé estaría conmigo en un par de días.
Contracciones y contradicciones
No fue así. A las 3 de la tarde de ese mismo día, 18 de febrero, las contracciones aparecían cada 30 minutos. Éstas duraban escasos 5 segundos, cada una la apuntaba en mi agenda; hora exacta y duración. Las primeras están enunciadas por trazos bien definidos, incluso hice mi propia escala de dolor que iba del 1 al 5; para las 9 de la noche mi clasificación de dolor se hizo obsoleta y la letra fue sustituida por garabatos. Luego sin más, arranque la hoja. La sensación era única, sé que irrepetible, por mi cabeza pasaban todo tipo de pensamientos y ocurrencias. Recordé la película “Mira quién habla” sabía bien que John Travolta nunca llegaría al seguro a ayudarme a parir. Busqué mi amuleto, una semana antes había tenido un baby blessing, aquello me había llenado de buena vibra, confianza y seguridad, no solo en mí, sino en una particular manera de pensar de que, las mujeres sabemos parir, aquel dolor tan intenso lo había pasado mi madre, mi abuela. Un código milenario me antecedía; ¿qué podría pasar? Si todo pasa, aquellos minutos entre contracciones me ponían filosófica; mientras mi hijo revisaba que nada faltara en mi maleta y en la de su hermano. Siempre intento creer que tengo todo bajo control, sin embargo ese día el carro simplemente no funcionó, le hablé a mi mamá que en pocos minutos apareció a fuera de la casa, nos llevo al seguro.
Había pocas mujeres en la sala de espera, como no había asistido a esas horas no pude reconocer a nadie de ese turno, me recibió otra doctora más. Dije –buenas noches- no respondió y solo apunto mi número de seguridad social, con un movimiento me indicó que me pusiera una bata.
¿Pensaría que yo leía la mente porque solo hacía gestos y esperaba respuesta? Cuando me acosté en la camilla se acercó una muchacha que me preguntó qué con que me cuidaría después del parto y le dije que aún no lo sabía, entendí un regaño cuando alzó la voz
–Pues ya debería saber, señora ¿cuántos hijos tiene?
-Solo uno, de 11 años.
-¿Por qué se esperó tanto?- podría haberme echado el chal con ella y platicarle de mi vida, de mi trabajo, mi familia, de mis planes pero no le interesaba.
-La verdad, no sé- fue mi respuesta, que pareció ofenderla y me gritó:
-Los hijos se planean, señora
Mi bebé estaba ingresado con una malformación en la unidad de neonatos cuando el cuerpo médico se acercó a preguntarme: “Dinos la verdad: ¿con qué te drogas?” Todavía me acuerdo y me dan ganas de llorar”
ANÓNIMA, VÍCTIMA DE VIOLENCIA OBSTÉTRICA
Y ya no me dejó responder, cualquier cosa que dijera la descolocaba.
Me hicieron otro tacto, pensé que me mandarían a la casa porque continuaba con 4 cm. de dilatación, pero no fue así, "Ya la vamos a dejar aquí"
Inmediatamente sentí alegría, pronto conocería a mi bebé.
Las contracciones comenzaron a subir de intensidad, en la primera que consideré realmente fuerte, grité, una voz al otro lado de la mampara que me separaba de otra camilla me ordenó que me callara, el regaño me desconcertó; respiré hondo y pensé que podía concentrarme, el dolor comenzó a hacerse más intenso, ingenuamente pedí la epidural, pero dijeron que no había anestesiólogo, lo que me puso bastante nerviosa, llegó un doctor sin presentarse puso algún líquido en la intravenosa y otro le gritó desde la camilla de en frente: "Es demasiada oxitocina, no hay necesidad de tanta, si está dilatando bien"
Pero ya estaba hecho, entre aquel dolor que parecía tronarme cada uno de los huesos y no entender “demasiada oxitocina” estaban los apabullantes “No grites”, “tu bebé va a nacer muy mal”, “Puedes matar a tu bebé porque con los gritos que estás haciendo lo vas a dejar sin aire”. Pedí que me dejaran estar de pie, mi cuerpo me lo pedía, quería caminar sostenerme en la cama de vez en cuando. Estaba segura que así el dolor podría ser más llevadero
-No puedes levantarte, no puedes por protocolo.
-¿Protocolo de qué?
-Protocolo de tu seguridad.
Antes de ir al quirófano, vamos a ver si hay latidos porque después el bebé nace muerto y la culpa es del médico”
ANÓNIMO, MÉDICO A CARGO DE UN PARTO
Se acercó otro doctor a pedirme que me callara y otro y otro más, supongo que mandaron todos sus refuerzos pero mis gritos no cesaron, golpeé la pared con el puño derecho. Si lo hacía rítmicamente al momento de la contracción el dolor disminuía, pero también les molestaba que golpeará la pared por qué según la iba a despintar. Me recosté del lado izquierdo, después, descubrí que si metía mis dedos entre el colchón y el resorte de la camilla, la presión hacía que el dolor pasará a mis manos, cuando tuve mis dedos suficientemente lastimados deje de hacerlo; me jalé el cabello, apreté los dientes. Creo que hable en lenguas muertas y solo me falto girar la cabeza para recrear la clásica escena de “La Exorcista”. Llegué a desesperarme tanto que pedí que me dieran de alta, la doctora que me hizo el tacto me grito sarcásticamente:
-¿Sí, claro ¿a dónde te vas a ir al hospital los Ángeles o al Sanatorio español?
Ya estaba bastante harta de sus tratos y le conteste
– Que te valga… algunos se rieron, otros se enojaron más, comprendí que aquello se trataba de dinero, esos “doctores” pensaban o suponían que podían tratarme mal solo porque estaba en un hospital del servicio público. Lloré y me culpé tanto por no haber platicado más con mi familia sobre las opciones que teníamos, recién me enteré que estaba embarazada le comenté a mi abuela y a mi madre que pensaba tener a mi hijo en casa, pero ellas que son bastante aprehensivas temían que pudiera pasar algo y pesé a mi naturaleza, esa vez no quise llevar la contraria, me culpé por no haberlas hecho sentir confianza, por haber hecho desidia, por preferir pagar otras cosas para estar más desahogada, no apurarme a encontrar trabajo y estar más tiempo con mi bebé. Entonces, la manera de solucionar no solo la violencia que yo sufría, sino la de todas las mujeres que asistimos al servicio médico público y nos topamos con un personal incompetente, inhumano, mezquino y cruel; se reducía a conseguir una cantidad suficiente para pagar, aquello me hacía sentir sumamente miserable, porque en ese momento consideré que no había precio que subsanara el dolor no físico... sino el daño emocional. Uno de los doctores me dijo:
"Sabes que, yo no puedo contigo", y se fue. Llego otro, el mismo que dijo que no había anestesiólogo dijo muy seguro:
-Todavía te estamos dando un parto humanizado y tú no haces más que gritar.
¿Aquello era humanidad? Para ellos pedir ayuda, alguien que sostuviera mi mano y responder con regaños y ofensas era un parto humanizado
Apareció otra doctora, que me recomendó serenamente ya no tener hijos, porque yo no sabía parir. Me desesperaba ver a otras mujeres pegadas al rincón, mordiéndose los labios, apretando los puños, acatando la orden de “aguántense como machitos”. Sabía perfectamente que solo necesitaba que alguien estuviera conmigo, alguna mano, alguien que limpiará mi sudor y acomodara mi cabello después de jalarlo, que me ayudara a controlar mi respiración, poco importaba ya la epidural o no. Importaba que estaba sola en una cama con más de 10 personas alrededor, algunas sentadas otras escribiendo otras platicando y lo que más les molestaba era que yo gritara, después pensaba en cuantas mujeres pasan por eso, en que pase mil veces no significa que sea correcto.
Otra doctora me dijo que tendría que “romper membranas”, no sabía a qué se refería hasta que me hizo lo que pensé era el tacto más doloroso, me rompió la fuente, el líquido comenzó a salir, tan tibio que me dio algunos segundos de paz. Esta doctora y el que afirmaba que aquello era un parto humanizado se sentaron en una banquitas en frente de la cama y me pidieron que pujara.
-Puja como si fueras al baño, cállate y puja.
Necesitaba un punto de apoyo, les pedí que por favor, subieran un poco la cama para apoyarme con mis manos y hacer fuerza pero estaban muy entretenidos platicando de la esposa del doctor, referente a su turno y que no había con quien cambiarlo, otra vez:
-Puja como si fueras al baño, ya se ve el pelo de tu bebé- llamaron a los camilleros y me llevaron a la “sala de expulsión” la doctora dijo:
-Bueno ya que lo hiciste todo mal, ahora a ver si lo haces bien.
¡No, no, no! Te pones del lado izquierdo y no te mueves. Si no haces lo que te digo, te abro”
ANÓNIMO, MÉDICO A CARGO DE UN PARTO.
Cerré los ojos y levante los brazos que toparon con una mano que intente agarrar pero me quito-suéltame- Otra persona tomo fuertemente de las manos y las coloco en unas palancas frías a lado de la camilla. Por fin, después de algunas horas pude ver a mi bebé, pedí que lo dejaran conmigo pero lo limpiaron y se lo llevaron:
-No te muevas porque te voy a coser tienes un desgarre eso pasa por hacer las cosas mal, no te muevas porque te dolerá más.
Después de todo el procedimiento le dije gracias a la doctora y su cara se transformó, se sintió extrañada, quiero creer que entendió que era ella quien en todo momento había hecho las cosas mal.
En 2014 la Organización Mundial de la Salud se pronunció al respecto de la violencia obstétrica, como un tipo de violencia de género: “En todo el mundo, muchas mujeres sufren un trato irrespetuoso y ofensivo durante el parto en centros de salud, que no solo viola los derechos de las mujeres a una atención respetuosa, sino que también amenaza sus derechos a la vida, la salud, la integridad física y la no discriminación”
Me llevaron a un cuarto donde estaba mi bebé con otro en la misma incubadora, pero ninguno de los dos la necesitaba así pedí que lo me lo dieran, un doctor o eso supongo le dijo al enfermero: "Mejor dáselo porque luego se va a poner a histérica".
Eran las 4 de la mañana, durante una hora acomode el pañal sobre el que me pusieron, amarre la bata que me dieron y me senté para darle pecho a mi bebé. Enfrente de nosotras estaban las mujeres que se recuperaban de un legrado, me sentía apenada por cargar a mi bebé frente a ellas, cuando a ellas les fue permitido caminar, se paraban frente a los cuneros y sonreían. Imaginaban, supongo que así hubiera sido su bebé, suspiraban les hacían cariños o lloraban, me parecía bastante absurdo que nadie se diera cuenta de lo cruel que era aquel espacio para ellas.
En la primera revisión de la mañana, llego una doctora a realizar tactos, cuando llego a mi cama:
-Ah tu eres la gritona,
-Sí, soy yo y no voy a dejar que me hagas un tacto. Gracias.
-Bueno, uno nunca sabe cuánto duele, yo tengo 3 hijos pero me hicieron cesárea, tal vez me hubiera puesto peor que tú- Fue toda la empatía que encontré en ese lugar.
La recuperación fue sencilla, mi bebé no tuvo complicaciones, pero había momentos en que recordaba aquellas frases y me ponía a llorar, por algunos días esperaba que mi pareja llevara a mi hijo a la escuela y se fuera al trabajo para poder llorar, sentía una profunda tristeza, un vacío inexplicable. Si todo se reduce a dinero, hubiera sido falsa la mano en el hospital más caro y tampoco hubiera querido una mano falsa. Sigo pensando que fue mi error por pensar que hay personas que saben hacer su trabajo sin importar sea servicio público o privado, por querer ahorrarme trámites, por ser desidiosa, sí había un precio en el servicio público y fue el de un parto doloroso atendido por personas profundamente egoístas e indiferentes para las que no existen los nombres sino los números de seguridad social
Irónicamente también sentí una impresionante fortaleza, mi bebé y yo habíamos pasado solo una mala experiencia de todas las buenas que hemos vivido; después de todo parí sola y con lo oscuro que puede parecer: encontré la intuición que me permitió traer a mi hijo al mundo. Con todo ese conocimiento, con toda esa energía ahora voy recuperando mi parto.
“Para cambiar el mundo, primero debemos cambiar la forma de nacer”
MICHELE ODENT, GINECO-OBSTETRA FRANCÉS, PRECURSOR DE LA PROMOCIÓN DEL PARTO FISIOLÓGICO
¿Fuiste víctima?
En México, la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares, ENDIREH-2016, incluyó por primera vez 12 preguntas destinadas a evaluar algunos aspectos de la experiencia de las mujeres de 15 a 49 años durante su último parto. Son preguntas que permiten una primera aproximación a lo que se ha denominado "violencia y maltrato" y "atención no autorizada" durante la atención del parto.
1.- ¿La obligaron a permanecer en una posición incómoda o molesta para usted?
2.- ¿Le gritaron o la regañaron?
3.- ¿Le dijeron cosas ofensivas o humillantes ("¿así gritaba cuando se lo hicieron?" o "cuando se lo hicieron, ahí sí abrió las piernas ¿no?")?
4.- ¿La ignoraban cuando usted preguntaba cosas sobre su parto o sobre su bebé?
5.- ¿Se negaron a anestesiarla o a aplicarle un bloqueo para disminuir el dolor, sin darle explicaciones?
6.- ¿Se tardaron mucho tiempo en atenderla porque le dijeron que estaba gritando o quejándose mucho?
7.- ¿Le impidieron ver, cargar o amamantar a su bebé durante más de 5 horas, sin causa alguna o sin que le informaran la causa de la tardanza?
8.- ¿Le colocaron algún método anticonceptivo o la operaron o esterilizaron para ya no tener descendencia (ligadura de trompas-OTB) sin preguntarle o avisarle?
9.- ¿La presionaron para que usted aceptara que le pusieran un dispositivo o la operaran para ya no tener hijos?
10.- ¿La obligaron o la amenazaron para que firmara algún papel sin informarle qué o para qué era? Para aquellas que tuvieron una operación cesárea se añadieron:
11.- Le informaron de manera que usted pudiera comprender por qué era necesario hacer la cesárea?
12.- ¿Usted dio el permiso o autorización para que le hicieran la cesárea?
Derecho a la salud
El Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales (Comité DESC) ha identificado como elementos básicos del derecho a la salud los siguientes:
ACCESIBILIDAD: Los establecimientos, bienes y servicios de salud deben ser accesibles a todos, sin discriminación alguna, dentro de la jurisdicción del Estado Parte.
ACEPTABILIDAD: Todos los establecimientos, bienes y servicios de salud deberán ser respetuosos de la ética médica y culturalmente apropiados; es decir respetuosos de la cultura de las personas, las minorías, los pueblos y las comunidades, a la par que sensibles a los requisitos del género y el ciclo de vida, y deberán estar concebidos para respetar la confidencialidad y mejorar el estado de salud de las personas de que se trate.
CALIDAD: Además de aceptables desde el punto de vista cultural, los establecimientos, bienes y servicios de salud deberán ser también apropiados desde el punto de vista científico y médico y ser de buena calidad. Ello requiere, entre otras cosas, personal médico capacitado, medicamentos y equipo hospitalario científicamente aprobados y en buen estado, agua limpia potable y condiciones sanitarias adecuadas.
NO DISCRIMINACIÓN: Los establecimientos, bienes y servicios de salud deben ser accesibles, de hecho y de derecho, a los sectores más vulnerables y marginados de la población, sin discriminación alguna por cualquiera de los motivos prohibidos.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Tu Comentario es VALIOSO: