Roberto Borge, con un vaso de whisky en una mano y una sonrisa instalada en la cara, baila al ritmo de una cumbia en la pista de un salón cercano al Centro de Convenciones del paradisiaco Cancún. Es una calurosa noche de primavera en 2010 y el joven licenciado en Administración de Empresas es el anfitrión de una lujosa fiesta que lo celebra como candidato del PRI al gobierno de Quintana Roo, donde su partido nunca ha perdido una elección estatal.
La guayabera blanca contrasta con el rostro enrojecido que delata su ligera embriaguez. Roberto Borge, de apenas 31 años, saluda efusivamente a sus invitados y agradece su asistencia. No es para menos: la celebración es, en realidad, una cena de recaudación para financiar su campaña electoral. Un centenar de personas atestiguan el convite.
Cada entrada cuesta mil euros, pagados voluntariamente por amigos y familiares, como su tío, el exgobernador Miguel Borge Martín, o su primo, el empresario Kamel Nacif Borge, acusado de tortura por la periodista Lydia Cacho. Pero en el salón hay un hombre que donó y que donará mucho más que mil euros a la campaña de “su queridísimo amigo”: el exespía argentino y conocido zar de la prostitución forzada en Cancún, Raúl Martins.
El argentino eligió Cancún para instalarse y abrir su primer prostíbulo en México.
Su cercanía es tal que aquella noche, Raúl Martins, con un fino traje italiano negro, cruza la pista, toma a Roberto Borge de los hombros y le da un efusivo abrazo. Hay confianza entre ellos. Mejor dicho: complicidad.
Una de las invitadas contará años después que “Beto” era, desde hace años, un cliente frecuente de Raúl Martins, quien lo trataba como rey a cambio de protección. La mujer que, aquella noche, viste un entallado vestido azul que combina con un pañuelo rojo, observa desde el fondo del salón. Memoriza esa cena que es clave para entender esta trama de sexo, corrupción y poder.
“¡Mi querido amigo! ¡El próximo gobernador del estado!”, grita el argentino y los asistentes aplauden. Tendrá razón: Roberto Borge ganará cuatro meses después la elección y gobernará la entidad entre 2011 y 2016.
Lo que no saben es que el entramado de protección que se brindan mutuamente no resistirá el paso del tiempo: en 2017, el priista será detenido, y encarcelado, por corrupción y lavado de dinero, mientras que Raúl Martins caerá dos años más tarde que su amigo, por trata de personas.
Pero eso será después. Por ahora, los dos se abrazan y lucen como los reyes del mundo. Cada uno ocupa un lado de la misma moneda: poder político y poder económico.
Lorena, la mujer del vestido azul y acompañante del exespía argentino, recordará en 2019 esa noche con una contundente oración que secunda un empresario cancunense que también asistió a la cena: “El PRI era el guardaespaldas de Raúl Martins”. Ambos, Lorena y el empresario, cuentan a EMEEQUIS la historia que les tocó atestiguar. Las huellas de corrupción y abuso de poder que fue dejando el espía que sedujo a Roberto Borge también quedaron plasmadas en expedientes judiciales de Argentina y México.
LOS PININOS DEL PROXENETA
Raúl Martins Coggiola, ahora de 71 años, fue un hombre ordinario durante el primer cuarto de su vida. Luego, un hombre pesadilla. A los 25 años le gusta beber mate, leer sobre Derecho e Historia, escuchar rock en español y pasearse por la ciudad de la mano de su esposa Cristina Susana. Como muchos que nacieron en Santa Fe, Argentina, es un hincha devoto del Club Atlético Colón. Pero su sueño no es ser futbolista. Es algo, incluso, más infantil: él anhela ser espía.
Gracias a un teniente amigo de su suegro, Martins ingresa sin cumplir todos los requisitos a la Secretaría de Inteligencia del Estado (SIDE) en 1974. Es un año definitivo para la historia de su país y la suya: el presidente Juan Domingo Perón fallece y deja una nación convulsa. El joven debe aprender el oficio, y rápido, si quiere servir con eficiencia a sus amigos militares, quienes ven en la muerte del mandatario la oportunidad perfecta para, dos años más tarde, robar el poder e instaurar una dictadura.
Así que el joven Raúl Martins se despoja de su identidad. Ahora se hace llamar Aristóbulo Manghi y se hace pasar por profesor de Historia para ubicar a jóvenes de izquierda que pelean contra la dictadura. Su ojo es implacable: apunta hacia líderes estudiantiles, casi de su edad, que terminarán asesinados o desaparecidos. Su dureza atrae a los altos mandos de la dictadura y le ofrecen ser jefe de la Base Billinghurst, una especie de campo de concentración del terrorismo de Estado.
Raúl Martins aprende dos dudosas habilidades en esa enorme mazmorra en pleno barrio de Palermo: a torturar sin perder el sueño y a tratar con criminales. Absorbe de ellos toda la malicia que no obtuvo de joven. E, incluso, se enamora de una: Norma Oviedo, “La Negra”, quien le ofrece sus contactos en la Policía Federal para empezar un negocio de baja inversión y altos rendimientos.
Para 1979, Raúl Martins ya no solo es un espía. Es el flamante dueño de su primer prostíbulo, The One, en la ciudad de Buenos Aires. Se hace adicto al comercio sexual, al dinero, a las drogas y al poder de tener un local así. Renuncia al gobierno y en los próximos años abrirá varios negocios más, donde recibe a amigos, socios y cómplices de una poderosa red cuidadosamente tejida por sus manos expertas en inteligencia militar y contrainteligencia: su ojo experto ubica a mujeres argentinas, brasileñas, chilenas, que son generosas en curvas, pero pobres en recursos, y las lleva a sus locales con engaños de un trabajo decoroso y sencillo. Luego aplica una técnica propia que él llama “el rompimiento”: las encierra en casas de seguridad, les inventa deudas estratosféricas por viajes, hospedaje y comida y las obliga a bailar y ser violadas para saldar sus adeudos; si no lo hacen, las deja en la calle, amenaza con fabricarles cargos con sus amigos policías y las golpea, según un modus operandi denunciado por la organización civil argentina La Alameda, ante la jueza federal María Romilda Servini.
Cada exclusivo club que abre está a nombre de un testaferro. Cada nuevo local tiene su propia nómina en la que incluye a poderosas autoridades locales. Pero, sobre todo, cada prostíbulo de cinco estrellas tiene algo que le enseñó su jefe en la central de inteligencia, Jaime Stiuso: un circuito cerrado de televisión con el que filma a sus mejores clientes frente a sillones y mesas repletas de mujeres secuestradas, armas, cocaína y dinero en efectivo. Ese es su seguro de vida.
Por sus cámaras desfilan deportistas, actores, empresarios, policías, jueces y políticos. Nadie sabe que es filmado. Lo sabrá en 2012 un millonario empresario futbolero que luego incursionará en la política, cuando su fotografía en un antro donde había mujeres esclavizadas, propiedad de Raúl Martins, llegue a las primeras planas de los diarios de su país: sentado en un sillón de cuero blanco aparece el exalcalde de Buenos Aires y expresidente de Argentina, Mauricio Macri.
Si eso hizo en su patria, ¿a quiénes filmó en México?
UN EXPLOTADOR SEXUAL LLEGA A MÉXICO
La suerte en Argentina no es eterna para Raúl Martins. Perseguido por su creciente fama como el “zar de la prostitución”, decide ponerse a salvo y huir de su país. Elegir su destino es sencillo: un tratante como él solo podría aterrizar en “la Bangkok latinoamericana”, el país número dos en turismo sexual a nivel mundial, México.
Datos de la investigación en su contra, obtenidos por EMEEQUIS, dan cuenta que el exespía entra por Tijuana el 19 de mayo de 2002 con una visa de turista. Lleva pocas maletas, pero cuenta con la lealtad de amigos, como el priista Jorge Hank Rhon, y amigos de sus amigos. Uno de ellos es el hoy detenido por trata de personas, Ignacio Santoyo, alias “El Sony”, fundador de la página de explotación sexual Divas.com, que más tarde se renombrará como ZonaDivas.com, ya con Raúl Martins como socio. Ambas páginas ya han sido dadas de baja de internet por ofrecer mujeres secuestradas con cargo a una tarjeta de crédito.
El argentino elige Cancún para instalarse. No pierde tiempo: abre su primer prostíbulo en México, The One, mismo nombre que su primer local en Buenos Aires, pero ahora a unas calles de la playa. Luego abre Divas, Ellegance y Mix Sky Lounge. Se expande a Playa del Carmen e inaugura Maxim. Ninguno está abierto ahora, pero en aquel año el funcionamiento es el mismo que afinó en Argentina: trae a México mujeres de Sudamérica, las “rompe”, las obliga a vender sexo y las ofrece a clientes VIP, quienes ignoran que son videograbados. Según la periodista Lydia Cacho, en su libro Esclavas del Poder, para blindar su negocio hizo una poderosa alianza con Los Zetas, a quienes entrega mujeres secuestradas y, a cambio, se convierten en su guardia armada.
Sus clientes incluyen regidores, alcaldes y políticos locales en Quintana Roo, casi todos del PRI y el PVEM, que son los partidos que dominan el territorio en aquellos años. También legisladores y jueces; empresarios y narcotraficantes, según los testimonios de las mujeres que narraron el funcionamiento de los negocios de Raúl Martins ante la Procuraduría de Trata y Explotación de Personas en Argentina. A ellas les cuesta recordar nombres, pero no olvidan que los clientes entraban con sus cargos por delante y fajos de billetes por detrás.
Una muestra del pacto de complicidades que tejió Raúl Martins en México ocurre en 2004, cuando la Secretaría de Gobernación abre el expediente SDRM-6495 por el estatus migratorio irregular del argentino. Pero el exespía ni se despeina: el juez federal Alfonso García Lanz le obsequia un amparo para protegerlo de la deportación. Años más tarde, ese polémico juez será vinculado a Los Zetas por periodistas locales.
Sus poderosos amigos lo protegen porque escuchan sobre su videoteca y les llega el rumor de que si Raúl Martins cae, el cajón de los secretos se abrirá. Pero ni así dejan de asistir a sus prostíbulos. La tentación es demasiado grande. Así que la cadena de favores crece: Martins recibirá, al menos, seis amparos judiciales para impedir su arresto y cateo y cierre de sus locales; también le avisan de operativos y verificaciones estatales y municipales. A cambio, replica lo que hizo en Argentina: financia campañas políticas. Se asegura que sus clientes queden en puestos claves de la administración pública local y les da costosos regalos, como documentó La Alameda.
Sin embargo, su imperio de prostitución forzada recibe un golpe demoledor desde donde menos lo espera. Su mano derecha y abogado en México y Argentina, Claudio Lifschitz, confiesa quiénes son los protectores más influyentes de su cliente a cambio de que se cancele una orden de aprehensión en su contra: Martins tiene en su celular el número personal, entre otros, del delegado estatal de la Procuraduría General de la República, Pedro Ramírez, y recibe protección del entonces gobernador priista de Quintana Roo Félix González Canto, el antecesor de “Beto” Borge, por instrucciones del exmandatario, también priista, Joaquín Hendricks.
Los dichos de Lifschitz llegan hasta la primera plana del diario Reforma el 11 de enero de 2007. El titular es contundente: “Regentea ex espía prostitución VIP”. La noticia sorprende a las autoridades mexicanas y da tiempo a Raúl Martins de esconderse, pero no le resta protección. Aunque tiene investigaciones federales en su contra, en los meses siguientes es común verlo en los hoteles y restaurantes más lujosos de Cancún, seguro de que sus amigos lo cuidan.
Nada parece cambiar en su mafioso estilo de vida. Hasta que llega otro golpe desde adentro de la organización.
LA INVESTIGACIÓN DE LA DENUNCIANTE
Lorena, la acompañante de cenas de Raúl Martins, toma un vuelo desde Argentina a México para reencontrarse con el exespía, pero ya no lo ama. Todos los días se va agotada a la cama porque fingir amor le roba energía. Pese a su cansancio, es imparable en su investigación. Después de abrazarlo se mete al cubículo de la oficina que comparten y ella hurga, a prisas, todo lo que puede ayudarle a comprobar que sus negocios son una fachada para una red de trata de personas. Transcribe y fotografía libros contables, facturas, correos electrónicos. Anota citas y contactos.
Cuando conoció los negocios de Raúl Martins, al principio no notó que eran ilegales. Eso ocurrió con el tiempo. Poco a poco se le develó una maquinaria que se lubricaba con el dolor ajeno y que generaba millones de pesos. Cuando por fin lo confronta, la reacción de Raúl Martins fue tan violenta que ella y su familia huyeron del país para escapar de su ira. Por un tiempo eso le dio tranquilidad, pero después Lorena no podía dormir sabiendo que conocía las venas entrañas de ese negocio criminal y que estaba abandonando a su suerte a decenas de muchachas secuestradas. Tenía que hacer algo, incluso si eso significaba volver a tocar a ese hombre que ahora le repugna.
Por eso, Lorena está de vuelta con él en 2011. Está absorbiendo todo como una esponja: la historia de una joven mexicana a la que ataron a una silla y le destrozaron los pómulos por querer escapar del tabledance. La de la joven argentina que yace voluptuosamente sobre una cama de hotel horrorizada por su primera violación. La de la chica que ya no quiere seguir bebiendo whisky con un cliente violento y Raúl Martins la castigó obligándola a comer su propio vómito. La de la joven a la que le muerden los pechos como escarmiento por no juntar la cuota del día.
Actualmente, Raúl Martins espera la resolución de una petición de extradición a Argentina.
Una historia le cala por encima de todas: la de la joven que, sabiendo que está secuestrada por la red de Raúl Martins y que será entregada para prostituirse con Los Zetas, se avienta de un automóvil en movimiento en la carretera que conecta a Cancún con Playa del Carmen. Al caer se parte la cabeza y un automóvil rueda encima de ella. Sus captores la abandonan creyendo que ese amasijo de huesos rotos y carne molida ya no tiene pulso. Increíblemente, la chica sobrevive y a los tres días sus captores van por ella a un hospital. La encierran y la torturan por semanas en un cuarto ubicado en el kilómetro 84.5 en la Avenida Kukulcán, de donde la joven escapa para contar a Lorena cómo es vivir bajo el yugo de Raúl Martins.
“Todo eso lo hizo él, ¿cómo podría amarlo después de eso? Tenía que denunciarlo”, me cuenta Lorena con la voz deshilachada de miedo. “¿Y qué relación tenías con él?”, le pregunto, no porque ella no lo haya contado antes, sino porque necesito que lo diga.
Lorena carraspea la garganta. Hay un largo silencio del otro lado de la línea. Parece que ha colgado. Estoy a punto de bajar el teléfono, pero de pronto la escucho.
“Por denunciar todo eso también me quiso matar a mí”, dice. “Raúl Martins es mi padre”.
“MI PAPÁ FINANCIÓ CAMPAÑAS DEL PRI”
Después de hacer un enorme acopio de información y de testimonios, Lorena Martins denuncia en 2012 a su propio padre ante el fiscal Marcelo Colombo, jefe de la Unidad Fiscal de Asistencia en Secuestros Extorsivos de la Procuración General de la Nación en Argentina. Sus dichos se unen a los del abogado Claudio Lifschitz y decenas de víctimas que relatan sus historias entre llantos incontrolables y golpes en la mesa: ellas recuerdan que el exespía les aplicaba las torturas que aprendió durante la dictadura militar, como ahogarlas, darles toques eléctricos en genitales o privarlas del sueño. Algunas eran menores de edad.
El coro de denuncias ahora tiene más volumen que el pacto de silencio de Raúl Martins. La justicia argentina decide que ya tiene evidencias suficientes para procesarlo por delitos que van desde trata de personas hasta lavado de dinero. El problema es que su acusado vive en México y el gobierno sudamericano necesita de las autoridades mexicanas para arrestarlo. Pero el sospechoso tiene una red protectora que le anticipa cada movimiento en su contra.
“Yo fui testigo de cómo mi papá financió campañas políticas del PRI en Quintana Roo. Pagaba miles de dólares. Mucha gente, mucha, le debía favores a mi padre”, recuerda Lorena Martins. “Es un tipo sin ningún respeto por la vida. Yo lo escuché ordenar el asesinato de varias personas”.
Son años de altibajos para el exespía. Su vida a todo lujo continúa solo que con un perfil más bajo. Se ausenta de los los prostíbulos VIP, pero no deja de recibir regalías por la prostitución forzada de su red, como la de ZonaDivas.com, que terminará por convertirse en la proveedora de mujeres al cártel de La Unión Tepito en Ciudad de México.
El mito de Raúl Martins crece como espuma de champaña: es el proxeneta más buscado del país, pero nadie lo toca a pesar de que todos saben que vive en el condominio Residencial Maralago frente al mar turquesa de Cancún.
Un empresario nocturno en Cancún –pidió anonimato–, quien fue testigo de la cena de recaudación que unió a “Beto” Borge con Raúl Martins, me cuenta que, en varias ocasiones, el argentino dijo que mientras la mancuerna PRI-PVEM estuviera en Los Pinos, él estaba a salvo. Como ejemplo ponía el presunto suicidio en 2011 de la joven búlgara Galina Chankova, traída a México por la red de Raúl Martins, y quien cayó del piso 19 de la Torre Emerald, en Cancún, durante una fiesta a la que habría asistido el exlíder nacional del PVEM, Jorge Emilio González. Aunque ha insistido en negar su vínculo con esa muerte, Raúl Martins aseguraba que si él contaba la verdad de esa fiesta, “El Niño Verde” tendría serios problemas con la justicia. Numerosas investigaciones periodísticas lo contradicen.
“Atraparme significa para Enrique Peña Nieto destapar a corruptos en su partido y amigos. Y eso es lo último que quiere el presidente”, repetía, como mantra, según el empresario nocturno.
Pero la elección federal de 2018 da un vuelco a su blindaje. La misma corrupción que lo cobijó expulsa del poder a la coalición PRI-PVEM y el opositor Andrés Manuel López Obrador gana los comicios a la Presidencia de la República, con la promesa de acabar con el viejo régimen. Y una triple combinación amenaza a Raúl Martins: las presidencias municipales de Solidaridad, donde está Playa del Carmen, y Benito Juárez, que alberga a Cancún, ahora están en manos de Morena, y Quintana Roo es gobernado desde 2016 por Carlos Joaquín González, un viejo priista que cambió de bando y ahora es parte de la coalición PRD-PAN.
Con el priismo barrido del poder federal, estatal y municipal, Raúl Martins se mantiene en libertad apenas 11 meses más. Tras años de evadir la justicia, el 3 de octubre de 2019 le llega un final vergonzoso: mientras renguea hacia la frontera con Belice, agentes de la Fiscalía General de la República lo detienen. El espía espiado es detenido con una inverosímil peluca negra que tapa su calvicie, lentes oscuros y un falso acento mexicano con el que quiere convencer a sus captores que tienen al hombre equivocado. Nada funciona: Raúl Martins es encerrado días más tarde en el Reclusorio Norte de la Ciudad de México y lo ponen a esperar noticias sobre su orden de extradición.
Al llegar a su celda, acostumbrado al clima de Cancún, pide tímidamente una cobija. Los días de sol se han terminado.
LA CAÍDA Y SUS ÚLTIMOS DESEOS
Actualmente, Raúl Martins espera la resolución de una petición de extradición a Argentina, su peor miedo. Allá le persiguen una docena de expedientes que lo pondrían en prisión hasta su muerte. Además, ya no tiene protección política: sus viejos aliados han muerto, se han jubilado o puestos en prisión; su conocido Mauricio Macri no logró la reelección presidencial y la vicepresidenta electa, Cristina Fernández, quiere continuar el legado contra la trata de personas de su exesposo, el fallecido presidente Néstor Kirchner, quien es recordado como un aliado contra la prostitución forzada por influyentes activistas de su país, como Susana Trimarco.
Para evitarlo, Raúl Martins Coggiola usa un recurso legal desesperado: según él, en 2014 el gobierno mexicano le otorgó la ciudadanía. Sus víctimas apuntan a que, si es cierto, se logró con corrupción y por lo tanto ese documento debería ser revocado. Por el momento, el argumento ha funcionado y Raúl Martins ha frenado su proceso de extradición gracias a los consejos legales que le dan sus amigos de la poderosa firma Gabino Andrade en Cancún, quienes han abogado por el presunto pederasta Jean Succar Kuri y por el exgobernador Mario Marín, el “Gober precioso” del priismo, ente otros clientes.
El espía que sedujo a Roberto Borge y otros priistas ahora mismo está luchando por quedarse a vivir en México. Su deseo es pasar sus últimos días en nuestro paraíso caribeño.
fuente.-@oscarbalmen
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