Se asegura que los 27 kilos de cocaína hallados en el drenaje del aeropuerto de la Ciudad de México es la punta de iceberg que puede conducir a las autoridades federales –si investigan el caso, claro –a descubrir una megaempresa criminal que opera en varios aeropuertos, entre otros, el de Cancún, Tijuana, Guadalajara y Monterrey, donde el narcotráfico ha creado toda una red de cómplices a su servicio. Destacan, sobre todo, altos mandos de aduanas, funcionarios aeroportuarios, agentes federales, politos y sobrecargos de líneas aéreas nacionales y extranjeras.
El hallazgo de 27 kilos de cocaína en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (AICM), el lunes 23, causó asombro entre las autoridades, pero en realidad las operaciones de tráfico de drogas en esa terminal aérea es algo normal que ocurre en forma ordinaria.
La cocaína arriba al aeropuerto capitalino procedente de cualquier país de centro o Sudamérica en vuelos comerciales y es descargada en la terminal aérea con la vigilancia de la Policía Federal y de altos funcionarios de aduanas, coludidos todos en el negocio.
Este tipo de operaciones de narcotráfico son parte de la normalidad en aeropuertos como el de la Ciudad de México, Guadalajara, Monterrey, Tijuana, Cancún, entre otros, porque forman parte de las terminales controladas por los grupos criminales donde están coludidas las aerolíneas comerciales mexicanas, sin excepción; las internacionales, altos funcionarios de aduanas, la Policía Federal y los funcionarios de los aeropuertos.
En tiempos de Vicente Fox, el movimiento de droga lo operaba el Estado Mayor Presidencial. Altos mandos militares se encargaban de custodiar la droga que arribaba a la terminal aérea de la Ciudad de México. Las operaciones de manejo estaban a cargo de las empresas que tenían asignados los servicios de paquetería, cuyos empleados, se asegura, nada más se extrañaban de lo que veían, pero nada podían decir ni hacer. Todo lo controlaba el ejército y la presidencia de la Repúblico en tiempos del PRI y del PAN.
Una fuente consultada al respecto mencionó que los aviones de Aeroméxico, Interjet, Avianca, entre otros, siempre que provenían de país de centro o Sudamérica venían cargados de droga.
Estas operaciones, en muchos casos, causaron enfrentamientos entre agentes federales, como el ocurrido en 2012 en la terminal dos del Aeropuerto de la Ciudad de México, cuando agentes adscritos a la Secretaría de Seguridad Pública –entonces encabezada por Genaro García Luna –se enfrentaron a balazos poco después de que un avión de Aeroméxico, procedente de Lima, aterrizó en la terminal aérea con un cargamento de cocaína.
La droga era protegida por un grupo de agentes, supuestamente por encargo de altos funcionarios de Seguridad Pública Federal, pero otro bando que no fue invitado al festín protestó y se armó la bronca: todo aquello terminó en una balacera al interior de esa terminal.
Hubo muertos y heridos. Al final los agentes que sobrevivieron dijeron que la droga estaba siendo protegida por agentes relacionados con Luis Cárdenas Palominos, segundo de a bordo de Genaro García Luna en la SSPF, el policía consentido durante los sexenios panistas que encabezaron Vicente Fox y Felipe Calderón.
A mediados del 2005, la terminal aérea de la Ciudad de México era controlada por el cártel de Sinaloa. Ismael El Mayo Zambada y su hermano Rey Zambada –éste preso en Estados Unidos –corrompieron a los funcionarios aduanales que operaban en esa terminal aérea para que trabajaran para la organización.
Lo mismo hicieron con altos mandos de Interpol, de la Policía Federal, de la Seido –la Subprocuraduría responsable de investigar a la delincuencia organizada –y el cártel de Sinaloa se internó hasta en la embajada de Estados Unidos en México.
A los mandos altos de la PGR y de la embajada americana les pagaban medio millón de dólares mensuales para que los mantuvieran informados sobre operativos, órdenes de aprehensión, cateos y otras acciones legales que afectaran los intereses de la organización criminal.
La cocaína –según narraron testigos de entonces –arribaba a bordo de los aviones comerciales mexicanos, pues todas participaban del tráfico de drogas, según dicha fuente que pidió el anonimato.
También se mencionó que Sergio Villarreal Barragán, El Grande, miembro del cártel Beltrán Leyva, tenía amplios controles en el aeropuerto capitalino, pues por ahí entraba toda la droga que su grupo criminal comercializaba en la Ciudad de México.
Durante los años 2005, 2006 y hasta 2010, el cártel de Sinaloa mantuvo sus operaciones muy bien afinadas en la terminal aérea; también controlaba el aeropuerto de Toluca, Estado de México, y el de Morelos, éste último, por cierto, era muy explotado, en sus tiempos de bonanza, por Amado Carrillo Fuentes, El Señor de los Cielos.
En casi todas las terminales aéreas los funcionarios responsables de la revisión se ponen muy estrictos con los pasajeros, pero si se trata de droga y de dinero todos están puestos para coludirse con las bandas criminales. Lo mismo ocurre con los pilotos y sobrecargos, quienes hasta en sus propios equipajes suelen transportar droga, más aún, si realizan viajes a Estados Unidos o Europa.
El reciente hallazgo de los 27 kilos de cocaína en el aeropuerto de la Ciudad de México causó sorpresa, pero se asegura que es lo normal en ese aeropuerto, el cual está siendo remodelado con una inversión de 3 mil millones de pesos para que preste buen servicio al crimen organizado, perdón, a los pasajeros.
Tras el hallazgo, se dijo que los bultos podrían contener cocaína. Se asegura que sí es cocaína y que tanto agentes federales como funcionarios de aduanas –en abierto contubernio –iban sacando la droga poco a poco, la subían a los aviones y la enviaban a diversos destinos. Uno de los más socorridos era (y es) Estados Unidos o bien cualquier destino de Europa. Y para ello utilizaban tanto aerolíneas mexicanas como extranjeras. El contacto era con sobrecargos y en otros casos con pilotos.
Desde hace por lo menos dos décadas el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México está fichado en Estados Unidos como una terminal clave para el narcotráfico.
El Departamento de Aduanas de ese país lo considera un lugar estratégico para los cárteles de la droga, pues a base de corrupción compran tanto a los funcionarios del aeropuerto como a los de aduanas y a policías federales para que sean cómplices de sus operaciones de narcotráfico.
Tal red de complicidades –de acuerdo con informes oficiales –se mantiene en todas las terminales aéreas, en puertos y en las aduanas, pues tales áreas están controladas por varios cárteles de la droga: Zetas, Sinaloa, Cártel de Jalisco, entre otros.
Este problema se ha agravado porque ahora la corrupción se ha extendido. De nada ha bastado que el gobierno de Andrés Manuel López Obrador haya cambiado al Administrador General de aduanas y que el nuevo titular –Ricardo Ahued –esté al frente intentando limpiar el sector de la corrupción: las operaciones de narcotráfico continúan: por las 49 aduanas del país siguen cruzando hacia México armamento de alto poder y de México hacia Estados Unidos se mantiene el flujo de drogas a través de las aduanas, principalmente, las que se localizan en la frontera con Estados Unidos.
En la terminal aérea de la ciudad de México sigue operando el cártel de Sinaloa, lo mismo que la Unión Tepito y el cártel de Tláhuac. Ningún cargamento cruza por dicha terminal si no es mediante la complicidad de los funcionarios que ahí operan.
Así que el hallazgo de 27 kilos de cocaína en el drenaje del aeropuerto no es nada comparado con las toneladas que se mueven en los aviones comerciales y, para ello, están coludidos muchos funcionarios que, en conjunto, conforman toda una maquinaria criminal que, en parte, también sirve al Estado mexicano.
¿Esto lo sabrá el presidente Andrés Manuel López Obrador? ¿Lo sabrá el secretario de Seguridad Pública, Alfonso Durazo?
Es obvio que no lo ignoran.
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