Detrás del Castillo de San Felipe, una fortaleza de piedra que evoca el pasado colonial de Cartagena, la ciudad más turística de Colombia, se erige el monumento de los "Zapatos Viejos". Esas dos botas gigantes, que a diario son fotografiadas por los cientos de visitantes, esconden una historia cargada de misterio que gira en torno a su escultor, Tito Lombana, un artista promesa que terminó siendo uno de los primeros, y desconocidos, narcos colombianos.
Una década antes de que Carlos Lehder -famoso miembro del Cartel de Medellín- pasara a la historia como el primer narco colombiano extraditado a los Estados Unidos, otro personaje habría sido capturado por los norteamericanos y acusado de dirigir el cartel de narcotráfico más grande que se haya conocido en el estado de Arizona. Era Tito Lombana, un hombre cuya vida era un completo misterio hasta hace poco más de un año, cuando salió a la luz "The Smiling Lombana" (El sonriente Lombana) un documental dirigido por su nieta Daniela Abad-que tomo su título por el alias con el que fue bautizado en los medios estadounidenses de la época- que revela el pasado oscuro del escultor que alguna vez fue galardonado con el principal premio de arte otorgado en Colombia.
Tito Lombana de vacaciones en Veracruz, un año antes de su captura por narcotráfico.
Tito Lombana nació en Rio Frío (Magdalena) en 1935, un pequeño pueblito rivereño del caribe colombiano, miembro de una humilde familia de cuatro hermanos. Su infancia transcurrió en Cartagena, ciudad donde se trasladó con su familia. Desde temprana edad mostró su gran talento como artista tallando en madera o cemento esculturas de cuerpos mutilados, rostros y figuras humanas, sin jamás haber pasado por una escuela de arte.
A los 14 años sería apadrinado por el artista Miguel Sebastián Guerrero, quien lo llevaría a vivir a su finca en Mallorca, ubicada las afueras de Cartagena, ahí conviviría con otros jóvenes prodigios y empezaría a desarrollar su talento. Con tan solo 18 años Tito ganaría el premio del Salón Nacional de Artistas, el más alto galardón de arte en Colombia entregado por críticos de la talla de la colombo-argentina Marta Traba, por su escultura en madera titulada "San Sebastián".
Gracias a ese premio obtiene una beca de cuatro años para estudiar en Europa, viviendo primero en Madrid (España) y luego en Florencia (Italia), donde terminaría sus estudios en la Escuela de Bellas Artes y conocería a Laura, la hija de un rico empresario italiano, quien sería su esposa.
Esculpiendo un busto en Cartagena en 1956
En 1957, de vuelta en Cartagena, es contratado por la alcaldía de la ciudad para homenajear con una escultura al poeta Luis Carlos "El Tuerto" López. Tito pide total libertad a cambio de donar la obra y lo que entrega es una escultura de cemento de dos zapatos gigantes inspirados en el soneto de López, "A mi ciudad natal", y que llegaron ser calificadas por la Revista Bohemia de Cuba como "la obra más característica y representativa de toda América".
A principios de los años 60 Tito se mudaría a Medellín y allí empezaría su afición por la arquitectura, primero construyendo su casa y después empezando a trabajar en las casas de personas reconocidas de la ciudad.
La década de los 70 marcó el inicio de una nueva clase de rico en Colombia, que derivó del cambio en la economía criminal del contrabando al narcotráfico. Medellín sería uno de los epicentros de esa transición, que una década más tarde desencadenaría los años más sangrientos de la historia del país, donde los narcos, y sus carteles, fueron amos y señores.
Fue por esos años que un excéntrico Tito Lombana comenzó a ganar fama en la ciudad. Apodado "el mago de Medellín", por su habilidad de resolver cualquier requerimiento de sus clientes y por el halo de misterio que siempre lo rodeaba. Tito se convirtió en el decorador de los mafiosos de la ciudad, hacía sus casas, las modelaba en mármol de carrara, les construía lujosas bañeras y pisos en el mismo material, así como caletas o escondites secretos donde se podían guardar drogas, dinero y hasta personas.
Lombana en Florencia, donde completó sus estudios de Arte y conoció a su esposa Laura.
Es imposible saber cuántas de las grandes mansiones que por esos años proliferaron en Medellín construyó y decoró, hoy estas historias hacen parte de leyendas urbanas del mundo de la mafia, que hablan hasta de prostíbulos privados construidos por el escultor. Lo cierto es que por esos años 70 se empezó a configurar lo que en Colombia se denominó la "estética mafiosa", un cúmulo de gustos, costumbres y exentricidades propias de los nuevos ricos y narcos que derrochaban sus millonarias fortunas en extravagancias que poco a poco permearon la cultura popular de la ciudad y de todo el país y que aún hoy se mantienen incluso en la jerga callejera que se usa en ciertas ciudades.
En todo este proceso Tito jugó un papel fundamental, impregnando de su imaginación alimentada por los años en Europa cada casa, cada escultura o decoración que hacía para los narcos, a los que él les decía "los montañeros". Estas amistades turbias le hicieron amasar una gran fortuna y un gran prestigio.
Por esos años empezaría a viajar frecuentemente a Panamá y México, a ausentarse por largo tiempo de su casa y a distanciarse periódicamente de su familia.
Tito en su taller de Cartagena junto a uno de los Zapatos Viejos.
Uno de esos viajes lo haría a Estados Unidos, el 14 de noviembre de 1975. Ahí había planeado encontrarse en Nueva York con Pietro Tirasso, un italiano que vivía en Cartagena y que era socio de Tito.
Tirasso llevaba meses siendo contactado por un individuo de nombre Joe Parra, con el que había arreglado varios envíos de droga al país. El 17 de noviembre iban a hacer la transacción más grande, 20 kilos de cocaína por 600 mil dólares -una verdadera fortuna para la época- por lo cual el italiano le había informado a su contacto que iría con "el gran jefe" de la organización, Tito Lombana.
Pero cuando se encontraron con Parra en el Lobby del Hotel Roselvet para hacer la transacción, este resultó ser un agente encubierto de la DEA que les había tendido una trampa y los terminó arrestando.
Trabajando en la escultura “Los Zapatos Viejos”.
El caso venía siendo construido por la DEA desde mayo de ese año, cuando incautaron cinco kilos de cocaína en el aeropuerto Sky Harbor de Phoenix (Arizona). El cargamento lo traían tres mulas en un maletín con compartimientos secretos para guardar la droga. Los capturados afirmaron que los narcóticos provenían de Colombia y mencionaron a Pietro Tirasso como su jefe.
Pero el caso que construyó la DEA tras meses de seguimiento e investigación era mucho más grande. Daba cuenta de una red de narcotráfico que operaba entre Cartagena y Phoenix desde 1974 y que distribuía cocaína en Nueva York, California, Illinois, Kansas, Kentucky, Georgia, Florida, Texas, Nevada, Puerto Rico y cuatro países más. El jefe de todo era Tito Lombana y Tirasso era su mano derecha, encargándose de establecer el contacto con por lo menos unas 20 personas en Estados Unidos que movían la droga por todo el país.
Para la fecha, 1975, esa captura significaba desmantelar la organización de tráfico de drogas más grande que se había registrado en el estado de Arizona, estimando que en el tiempo que operó habría logrado introducir a los Estados Unidos unas 250 libras de cocaína al mes.
La obra los Zapatos Viejos con el Castillo de San Felipe de fondo. Esta obra es la réplica hecha por Héctor Lombana, hermano de Tito, que demolió la original por esta de bronce y se adjudicó su autoría.
Después de durar varias semanas detenidos en Nueva York, Tito Lombana y su socio Pietro Tirasso fueron trasladados a una prisión en Phoenix, enfrentaban hasta 20 años de cárcel de ser encontrados culpables en juicio.
Sin embargo, los abogados de ambos invocaron el Speedy Trial Act, una ley aprobada en 1974, según la cual cualquier acusado debía ser llevado a juicio en los 90 días posteriores a su captura, de lo contrario debía ser dejado en libertad condicional. Esta condición se había cumplido días después del traslado de Tito y Tirasso a Phoenix por lo que a la corte encargada de su caso no le quedó más remedio que liberarlos.
El expediente del caso 76-1571, "United States Of America vs Pietro Tirasso y Tito Lombana", único registro oficial del proceso contra el escultor y su socio -aparte de los reportes de prensa de la época- se cita la decisión del juez en estos términos:
"Somos consientes del peligro que implica nuestra decisión de hoy, estamos dejando libres a un hombre que es la cabeza de una organización criminal y a su mano derecha, asegurándoles así la continuidad de sus transacciones ilegales. Es desalentador que nuestro sofisticado sistema judicial haya caído en este error, sin embargo, esta es la ley y estamos obligados a cumplirla. Exigimos que la corte libere a los detenidos dentro de las próximas 48 horas".
Lombana con su familia, su esposa Laura y sus hijas Bárbara y Mónica.
El mismo día de su liberación Tirasso trató de huir por la frontera con Canadá y fue recapturado, Tito permaneció en Phoenix. Nunca llegó a ser acusado formalmente por tráfico de drogas, por el contrario, se le imputaron cargos por permanecer en el país de forma ilegal y lo sentenciaron a seis meses de prisión.
Este cambio en su proceso hace pensar a los abogados que llevaron el caso que Tito tuvo que haber denunciado a alguien, por lo que logró un acuerdo con la justicia norteamericana para ser deportado de vuelta a Colombia una vez cumpliera su tiempo de sanción.
Finalmente, tras 14 meses en Estados Unidos y casi sin comunicarse con su familia, volvió a Medellín y siempre negó los cargos que le imputaron.
Los días de Tito acabaron en el ostracismo, abandonó el arte. Su escultura más famosa, "Los Zapatos Viejos", fue demolida por su hermano Héctor Lombana, quien sería el encargado de hacer la réplica de bronce que hoy todavía permanece como icono de Cartagena. Él, además de adjudicarse la autoría de esta obra, terminaría sus días suplantando la identidad de su hermano.
Tito perdió a su familia, nunca más volvió a ver a su esposa Laura. Su hija mayor Bárbara solo lo vio una vez más, poco antes de que muriera a la edad de 65 años, el mismo día en que su nieta Daniela lo conoció por única vez. Ella sería la encargada de reconstruir entre la memoria de su familia una historia que permaneció a propósito en el olvido por mucho tiempo.
La única que mantuvo contacto con Tito fue su hija menor, Mónica, quien aparece en el documental de Daniela contando su versión de esta historia. Ella dice que Tito Lombana nunca aceptó ser el jefe de un cartel de narcotráfico, pero jamás negó la relación que tuvo con ellos mientras les servía como arquitecto y decorador de sus grandes mansiones.
"Yo sí trabajé para los mafiosos, les vendí mis ideas, eso es lo que he hecho", fueron las palabras de su padre.
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