Dicen, en los círculos más cercanos del poder, que en el Palacio Nacional deambula un fantasma.
Es la pálida sombra de quien fue, durante muchos años y hasta hace unos meses, el hombre más cercano al presidente Andrés Manuel López Obrador, el colaborador que lo acompañó durante los últimos 20 años y que, en sus cuatro campañas políticas —tres presidenciales y una por la Ciudad de México— recorrió junto a él y un chofer, los más de 2,400 municipios de la República, a bordo de autos y camionetas. El que pasó de ser encargado de los asuntos de prensa a convertirse en consejero y amigo cercano primero del dirigente nacional del PRD, luego del jefe de Gobierno del DF, y después del dos veces candidato perredista y finalmente abanderado ganador de la Presidencia por Morena
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Hoy César no acompaña ni habla más con el presidente. Su oficina de Coordinador de Política y Gobierno de la Presidencia de la República está casi siempre vacía y pocos lo visitan, afuera de ella hay una secretaria y Yáñez, personaje clave del lopezobradorismo, quien tiene la memoria de la última campaña y de todas las campañas de López Obrador, deambula solo en el Palacio. Todos sus cercanos, algunos diputados y otros senadores a los que él ayudó a llegar a esos cargos y que alguna vez utilizaron su nombre y cercanía para abrirse espacios, se le han retirado en estos meses, tal vez porque lo saben “enfriado” por el ánimo presidencial.
Porque después de los primeros días de octubre del 2018, cuando apareció aquella portada de la Revista Hola, donde César posaba abrazando a su esposa Dulce María Silva y estalló el escándalo, las cosas cambiaron para el hasta entonces colaborador más cercano del entonces presidente electo. Ni siquiera fue la boda lujosa en el Centro de Convenciones de Puebla, a donde todavía López Obrador acudió sonriente como padrino junto a su esposa Beatriz Gutiérrez Müeller y cuando se filtraron videos de la celebración particular todavía defendió al novio y a su derecho a celebrar en un evento privado.
“Todo lo hubiera perdonado, excepto la portada de Hola”, dice un funcionario del gabinete que conoce de cerca la relación entre el presidente y César Yáñez. “Eso fue lo que adentro causó la molestia y afectó la cercanía”. El propio presidente declaró en su momento y públicamente que ‘cada quién asumiera las consecuencias de sus actos’, mientras que en privado, llegó a comentar que el escándalo de la revista le pegó a él en su prestigio porque se cuestionó su austeridad y su honestidad, dos valores para él fundamentales. “Por eso a César lo tiene sudando. Y por eso ahora se le ve tan solo”, añade el colaborador lopezobradorista.
Pero el mismo funcionario aclara que Yáñez “está castigado pero no expulsado”, algo que considera importante precisar, porque si bien la cercanía en estos casi 6 meses desde la portada del Hola se ha enfriado, la amistad y el afecto del presidente por César Yáñez permanecen. Muy diferente, menciona, el caso de Nicolás Mollinedo, “Nico”, quien fuera su chofer y ayudante de todas las confianzas durante la Jefatura de Gobierno, pero que después de verse involucrado en acusaciones de que pedía favores a nombre de su jefe y traficaba influencias, no sólo fue despedido, sino él sí literalmente expulsado del primer círculo de López Obrador.
Así que César Yáñez, cuñado de Porfirio Muñoz Ledo, quien se lo presentó y recomendó como operador de Prensa al tabasqueño en 1997, cuando era dirigente nacional del PRD, y hoy coordinador de Política y Gobierno de la Presidencia, podrá hoy ser visto como “el fantasma de Palacio”, pero tal vez algún día recupere su condición de colaborador “más cercano” del presidente al que él acompañó y ayudó, codo a codo, a llegar a ocupar el despacho principal del Palacio Nacional. Cuestión de ver cuánto más le dura el castigo, un año o todo el sexenio.
Así que César Yáñez, cuñado de Porfirio Muñoz Ledo, quien se lo presentó y recomendó como operador de Prensa al tabasqueño en 1997, cuando era dirigente nacional del PRD, y hoy coordinador de Política y Gobierno de la Presidencia, podrá hoy ser visto como “el fantasma de Palacio”, pero tal vez algún día recupere su condición de colaborador “más cercano” del presidente al que él acompañó y ayudó, codo a codo, a llegar a ocupar el despacho principal del Palacio Nacional. Cuestión de ver cuánto más le dura el castigo, un año o todo el sexenio.
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