El constitucionalista Diego Valadés considera que si el presidente electo no cuenta con la plena participación de su gabinete y de los legisladores de su partido en el enorme reto de separar el poder político del económico, está destinado a fracasar. Por ejemplo, señala, en la reciente polémica sobre el NAIM se le vio solo, y en cuanto a los legisladores de Morena, en vez de apagar el fuego impulsaron iniciativas “desconcertantes” sobre los salarios de los servidores públicos y los del Poder Judicial.
La “plausible” decisión del presidente electo Andrés Manuel López Obrador de separar el poder económico del poder político, semejante a la hazaña de Benito Juárez de dividir el poder civil del poder eclesiástico, es de tal magnitud que exige una reforma institucional y un acompañamiento del Congreso y de su propio gabinete, porque si la emprende solo, así sea el jefe de Estado, fracasará, advierte el constitucionalista Diego Valadés.
Y es que ante la cancelación del Nuevo Aeropuerto Internacional de México (NAIM) en Texcoco, anunciada por López Obrador tras una consulta popular, Valadés lamenta que la participación del Congreso en el proceso sea “la más cercana a cero”, pese a que en ambas cámaras Morena tiene mayoría, y las reformas a la Ley Orgánica de la Administración Pública mantienen “el mismo viejo estilo” que no otorga responsablidades al gabinete.
“Lo que necesitamos es que haya secretarios de Estado que, para no estar siendo llamados a cuentas por los poderes económicos, sean responsables y estén llamados a cuentas por el único poder civil y democrático que hay en el país, que se llama Congreso de la Unión”, subraya Valadés, quien alerta que el poder económico es “un Estado intangible” de dimensión trasnacional.
“Si realmente se quiere independencia del poder político frente al poder económico no es a partir de construir a un personaje que se enfrente a un sistema de poder económico, es construyendo todo un sistema institucional que le dé robustez a ese poder político. De otra manera, lo que intenta hacer se va a quedar en declaraciones y actitudes personales, no en cambios institucionales.”
–¿Prevé que López Obrador gobierne a capricho?
–A mí no me preocupa eso. A mí me preocupa una persona sola enfrentada a una constelación de intereses; entonces estamos destinados a naufragar. Para que tenga éxito el Estado mexicano en esta nueva etapa, sí, el presidente debe ser el que encabece; es presidente, preside, es jefe de Estado y jefe de gobierno, pero si no se fortalece toda la estructura del poder del Estado, entonces no tiene nada que hacer.
“Para que tenga éxito se necesita que quienes gobiernen sean las instituciones políticas muy sólidas, y entonces sí, a pesar de que estemos actuando, no contra un poder económico nacional, sino contra poderes económicos de todos los niveles, incluyendo los internacionales, cuando tengan enfrente, no a una persona, sino a un Estado con instituciones muy poderosas, las relaciones van a cambiar.”
Aunque falta poco menos de un mes para la toma de posesión de López Obrador como presidente constitucional de México, el exministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y exprocurador general de la República considera que hay tiempo para que éste haga público su proyecto político, democrático e institucional.
“Ya nos ha dicho cuál es su proyecto económico, social y de ética pública, pero nos falta la otra parte del proyecto. Sin esa otra parte del proyecto, entonces sí el enfrentamiento con los poderes económicos va a ser muy desigual, porque va a ser todo un entramado de intereses muy bien construidos, con una pluralidad de corporaciones nacionales e internacionales muy densas, muy pesadas, muy sólidas, frente a una persona. Y eso nunca ha funcionado.”
–¿Estaría condenado al fracaso?
–Sí, al fracaso.
Valadés confía en que López Obrador haya advertido ya lo que implica su decisión, “porque un paso de esa naturaleza no se da sin tener ya las previsiones de lo que tiene que hacerse”, y proceda a las reformas para tener gran solidez en los ámbitos jurisdiccional, político representativo y gubernamental-administrativo. “Y entonces estaremos hablando, sí, de un cambio en serio. Sólo si es así”.
Impulso destructor
La tarde del miércoles 31 de octubre, el doctor en derecho, miembro de El Colegio Nacional y exdirector del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM, insiste en entrevista que es plausible establecer la frontera entre el poder político y el poder económico, pero decisiones como la cancelación del NAIM tienen sus límites.
Autor de numerosos libros, como Constitución y democracia, editado en el 2000, el jurista explica que un sistema constitucional democrático descansa en dos ejes: normas sobre la democracia, que está regida por la incertidumbre, y el Estado de derecho, regido por la certidumbre.
“El mejor sistema es el que puede combinar, de una manera inteligente, flexible, adecuada, los factores de incertidumbre que rigen una sociedad democrática con los factores de certidumbre que rigen un Estado constitucional de derecho”, pondera Valadés, quien advierte que es comprensible la desconfianza que provoca el hecho de que contratos legales estén sujetos a un proceso plesbiscitario:
“Y aquí no es que me ponga solidario con quienes defienden sus intereses económicos, simplemente entiendo sus argumentos: quien está sujetándose a las reglas de los contratos y por tanto a las reglas del derecho ve con enorme desconfianza que esas reglas jurídicas puedan ser cambiadas con motivo de procesos impredecibles de carácter político. Y ese es el punto del problema que tenemos hoy”.
Explica: “No es sólamente la separación de lo público de lo económico, es: ¿dentro de lo público qué va a regir, el solo criterio de la aleatoriedad plebiscitaria o la certidumbre jurídica, o una combinación adecuada de las dos cosas? Yo creo que debe ser una combinación equilibrada, constructiva, creativa, novedosa de procesos democráticos, pero también de certidumbres jurídicas”.
Eso es lo que se debe construir, indica el jurista: “Si el presidente electo desea abrir un espacio para la política, al margen de los intereses económicos, pero sin generar incertidumbre, no sólo en los agentes económicos, sino en todos los gobernados en general, entonces tendrá que propiciar modificaciones institucionales que ahora sí nos acerquen a la democracia que hemos estado esperando por lo menos desde hace 50 años”.
Participante en el movimiento estudiantil de 1968, Valadés fue invitado por Julio Scherer García a escribir en el diario Excelsior y en un artículo clamaba por establecer un sistema democrático, que sigue pendiente.
Por eso, enfatiza, México no puede perder esta oportunidad histórica de consolidar su régimen democrático, pero advierte que el equipo de López Obrador está desarticulado y actuando con objetivos distintos y hasta contrapuestos.
“Tengo la impresión de que todavía no están concientes de que, dentro de un mes, ellos van a ser los que tomen las decisiones. Todavía tienen los reflejos de quien está en la oposición.”
Pone dos ejemplos que le parecen “sorprendentes”: el primero es la iniciativa para modificar el artículo 94 de la Constitución a fin de reducir los salarios de los jueces y magistrados federales, “una regresión de las más importantes que podamos tener en el orden institucional”.
Dimensiona: “Desde que se aprobó la Constitución, en 1917, la gran demanda de los juzgadores y de los justiciables, nosotros que estamos sujetos a pedir o a recbir justicia, consistió en que nuestros jueces tuvieran dos caracterísicas: una, independencia, y dos, estabilidad en cuanto a sus percepciones. Esto se consiguió y hoy hay una iniciativa de un legislador de Morena para acabar con uno de estos elementos. Me parece altamente regresivo y muy desconcertante”.
Y el segundo: la orden del presidente del Senado, Martí Batres, para que se promulgue la Ley Federal de Remuneraciones de los Servidores Públicos, que va a provocar, dice, una “crisis burocrática” en vísperas de la toma de posesión, porque contiene disposiciones impugnables.
La nueva ley alude a salarios mínimos vigentes en el Distrito Federal, pero Valadés aclara, sorprendido: “¡El concepto de salario mínimo ya desapareció legalmente! Ahora hay una unidad de medida que es ajena al salario mínimo. ¡Y el Distrito Federal es una entidad extinta en la Constitución, pero que revive en una ley reglamentaria de la Constitución!”.
El jurista subraya: “Esto me parece un indicador de que no hay coordinación y de que todavía no se están viendo como gobierno ni se están viendo, los legisladores, como parte de una constelación de poder, sino de una constelación adversarial en relación con el poder”.
En el caso de Batres, dice, el ordenar que se publique esta ley en el Diario Oficial de la Federación para que la norma entre en vigor al día siguiente, es un error:
“Si el presidente del Senado fuera de un partido distinto del presidente electo, todos estaríamos diciendo: ‘Es una conspiración porque le quieren armar al presidente un conflicto laboral como no tenemos memoria en el país en el ámbito biurocrático, a un mes de que tome posesión’. ¡Pero resulta que no es de otro partido, sino del mismo!”
Esta ley cancela las pensiones a los expresidentes, una promesa de campaña de López Obrador, pero también modifica las percepciones de los servidores públicos e involucra a las universidades federales, como la UNAM y el Instituto Politécnico Nacional.
“Está afectando a centanares, a millares de empleados públicos. ¿Quieren eso los legisladores? ¿Quiere eso Morena? ¿Quiere agitar, intranquilizar por lo menos, y posiblemente agitar la vida burocrática del país a un mes de que tome posesión el presidente? No puedo entender que sea ese el objetivo.”
–¿Es una ley impugnable por la vía del amparo?
–Es a lo que me refiero. El número de conflictos que se van a llevar a los tribunales no lo sabemos, pero ¿acaso se quiere que el presidente tome posesión en medio de una crisis burocrática? El domingo se anuncia la decisión que generó cierta intensidad en el orden financiero en el país y el martes otra que sacude la estructura burocrática del país. Entonces sí me desconcierta.
Valadés aclara que López Obrador y sus seguidores ya no son lo que fueron: “Fueron grandes luchadores por la transformación de México, pero ahora son grandes autores de la transformación de México. Y eso requiere que todos estén alineados en relación con objetivos compartidos”.
Y alerta: “En este momento parece que cada quien tiene su propio objetivo. Unos quieren acabar con el Poder Judicial Federal, otros quieren acabar con la burocracia. Y si todos quieren acabar con algo, el problema es que lo pueden conseguir”.
Autócrata, no
Entre su vasta obra jurídica, Valadés es autor de El gobierno de gabinete, editado en 2003, cuya tesis fundamental consiste en que la democracia constitucional se basa en la existencia de libertades públicas y de responsabilidades políticas, y cuando sólo están presentes las primeras puede hablarse de democracia electoral, pero sólo hay democracia institucional cuando los titulares de las diferentes funciones públicas responden políticamente de sus actuaciones.
Al respecto, considera que López Obrador “tiene un problema: ya cuenta con el pueblo, pero parece que no cuenta con sus colaboradores. Veo retraimiento, no veo liderazgos y veo confusión. Eso se tiene que corregir”.
Y la manera de corregir es que, a partir del 1 de diciembre, se hagan los grandes cambios institucionales para que, por ejemplo, los secretarios de Estado se conviertan en ministros responsables ante el Congreso y éste sea un vocero auténtico de los intereses nacionales.
“Un presidente necesita tener a su lado, y yo espero que los tenga, auténticos ministros que sean responsables ante el Congreso, pero que ante el presidente no sean amanuenses, que tengan las convicciones y la entereza para coincidir o para discrepar del presidente.”
El presidente sólo puede dar directrices, pero no puede ser el que haga todo: “Necesita esos grandes instrumentadores que deben estar convencidos de lo mismo que él y deben estar actuando, no de manera desarticulada como hemos visto, sino de una manera totalmente comprometida con los mismos objetivos y con los mismos procedimientos”.
–¿Aprecia usted rasgos autoritarios en López Obrador?
–No, creo que se están confundiendo varios planos.
López Obrador viene de tres campañas presidenciales, de construir un partido, y de otras adversidades, dice: “Nunca hemos tenido un líder con estas características en la historia de México. Pedirle que súbitamente se produzca un cambio de piel y que deje de ser líder de un gran movimiento social y político para asumirse estrictamente con la formalidad de un jefe de Estado, y que esto se produzca en cuestión de horas y de días, es excesivo”.
Pero el mensaje de la noche del 1 de julio fue de gran solvencia política y dos días después, cuando fue a Palacio Nacional se proyectó como presidente. “De manera que no nos preocupemos. No lo veo como un hombre autoritario y estoy convencido de que va a asumir plenamente su papel de jefe de Estado”.
Y lo compara con Alvaro Obregón, quien en campaña aniquiló a los villistas y, al triunfar, incorporó a su gabinete al intelectual del villismo, José Vasconcelos. “Cambió Obregón y estoy seguro que va a cambiar López Obrador, un presidente que asumirá, con toda la solvencia necesaria, la alta estatura que representa la investidura presidencial”.
Insiste Valadés: “Mis dudas no están en él, sino en su entorno. Que no haya la capacidad o la voluntad de hablarle con franqueza al presidente de la República, porque si sus colaboradores tienden a construir un autócrata, ese autócrata no será producto de la voluntad de López Obrador, sino producto de quienes hayan contribuido a hacerle creer que es el único que puede ver las soluciones del país y adoptar las decisiones por el país”.
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