“¡Bájate!, hijo de la chingada”, le gritó el pistolero
encapuchado a Javier Valdez que conducía su Toyota Corolla rojo. “¡Híncate
cabrón”, le ordenaron y le dispararon 12 balazos.
Veo la imagen de Javier tirado en medio de la calle boca abajo, su sombrero,
sus lentes, su sangre derramada e imagino el encuentro de tan solo unos
segundos con la muerte. La sorpresa, el espasmo, el hormigueo en el cuerpo, la
voz temblorosa sin poder ordenar las palabras, la sensación del miedo que
paraliza, el dolor de los primeros balazos, el recuento de la vida que pasa en
unos segundos porque sabes que vas a morir, un pensamiento para los que amas y
el final.
A Javier no solo lo mataron los 12 balazos 9 milímetros que dos
sicarios le dispararon por orden de la narcopolítica. Lo mató la indiferencia
del gremio periodístico mezquino que tenemos. Lo mató también la inacción de
los organismos internacionales que dicen defender periodistas, de esas decenas
de Ong’s que reciben presupuestos mercadeando con los cadáveres de nuestros
compañeros, pero ignorando la situación grave que padecemos decenas de
periodistas en provincia. Lo mató la falta de protocolos oficiales y no
gubernamentales para atender el exilio inmediato de quienes sufren amenazas. Lo
mató la falta de recursos económicos para establecerse en otro estado, en otro
país, junto a su familia. Lo mató el desprecio de las instituciones que se
supone deben velar por la seguridad. Lo mató las inexistentes medidas
cautelares que la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) debieron haberle
brindado. Lo mató el gobierno de Sinaloa porque aún sabiendo el riesgo que
corría jamás le otorgó protección. Lo mató también la envidia de una parte del
gremio periodístico de Sinaloa que jamás lo valoró y que vive de vender su
pluma. Lo mató la Secretaría de Gobernación, encargada supuestamente de velar y
garantizar el ejercicio profesional de los periodistas…
Es verdad, alguien o varios, ordenaron matar a Javier, pero
antes, meses antes, él fue muriendo poco a poco con la mira de la pistola
encima, porque casi nadie hizo nada.
Las condiciones que le ofrecieron para el exilio no fueron
suficientes para trasladarse con su familia. Ese esquema se repite en muchos
casos de compañeros asesinados. Nadie pudo resolverles el esquema de su nueva
vida, por falta de dinero o por falta de interés.
Javier fue asesinado varias veces antes de morir. Primero lo
mató la envidia que envuelve a un gremio desunido, mezquino, sin organización y
sometido a permanentes rencillas de ego; un gremio que no ha sabido afrontar la
ola de asesinatos, que aparentemente no le preocupa la masacre que padecemos
porque carece de autocritica; un gremio que no tiene estructura solidaria para
los compañeros en vida, no en la muerte.
A los periodistas muertos se les difunde cuando son ejecutados,
pero en vida se les ignoró, se hizo a un lado su trabajo, su entrega, su
dedicación a la cobertura más peligrosa ubicada en la provincia mexicana y en
particular en los estados fronterizos. Los periodistas de provincia trabajamos
en la indefensión absoluta y en condiciones de abandono. Si no estás en la
capital no existes, salvo excepciones de quienes nos hemos buscado también un
lugar en medios nacionales.
Las amenazas contra Javier eran constantes, pero se
intensificaron a raíz de la publicación el 19 de febrero en Riodoce de su entrevista con el enviado de
Dámaso Lopez Núñez, “El Licenciado”, uno de los supuestos sucesores de El
Chapo, detenido el pasado 2 de mayo.
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¿Qué molestó a los rivales de El
Licenciado que están
dentro del propio cartel de Sinaloa? La entrevista con el “enviado” del
Licenciado desvelaba lo que ya muchos suponían: la excisión del poderoso cartel
de Sinaloa después de la detención de El Chapo.
Insisto, algo no les gustó a los “Chapitos”, es decir, a Iván,
Alfredo y su tío Aureliano sucesores de El Chapo, enfrentados con El Licenciado. El día de la publicación,
hombres armados compraron masivamente los ejemplares de Riodoce para evitar su difusión. La
censura impuesta por los matones jugó un papel importante en el asesinato de
Javier.
La excisión del cartel de Sinaloa, va más allá porque después de la detención
de El Licenciado, los estadounidenses revelaron
que él estaba ya concretando una alianza con el Cártel Jalisco Nueva
Generación.
Aunado a todo esta reestructura del Cártel de Sinaloa hay que
añadir la narcopolítica, la implicación del Estado mexicano en la ejecución de
Javier Valdez. Los supuestos vínculos de políticos y funcionarios del
gobernador panista Quirino Ordaz Coppel ya han sido difundidos. La sospecha que
cayó sobre Quirino, luego de la fuga de reos del cártel de Sinaloa, nadie se la
quita.
La narcopolítica también asesinó a Javier Valdez. La penetración
del narco en las más altas esferas de los gobiernos en México se ha vuelto tan
cotidiana que ya ni siquiera es noticia.
Las líneas de investigación del asesinato de nuestro compañero
no deben descartar lo anterior, pero el fiscal general de Sinaloa, Juan José
Ríos Estavillo se llena la boca diciendo que la ejecución de Javier pudo ser
producto del robo de su auto 2012 y muchos volvemos a ver la intención de los
gobiernos estatales de desviar la atención del verdadero móvil que ha
aniquilado la vida de dos compañeros corresponsales del periódico La Jornada , donde también colaboro, en menos de
mes y medio.
La muerte ha lastimado a uno de los mejores periódicos de
México. El dolor y la tristeza, recorren los pasillos de la redacción de La Jornada dirigido con valentía y entrega
por Carmen Lira. El cruel asesinato de Miroslava y Javier han manchado de
sangre al mejor periodismo. Y nosotros no dejaremos de exigir justicia.
Ser periodista libre, critico e independiente en México se ha
convertido en una sentencia de muerte. Sabemos que algunos estamos en la “lista
de la muerte”. A veces, sentimos su nauseabundo olor acercarse. La escuchamos
resoplar al oído. Convivimos con la muerte. Allí está en cada amenaza que
sufrimos, en cada llamada intimatoria, en cada allanamiento, en cada
persecución.
Desde que asesinaron a Javier mucha gente me ha llamado o
escrito para pedirme que me cuide. ¿Cómo podemos cuidarnos? ¿A dónde acudimos
en caso de emergencia? ¿A quien le pedimos ayuda?…. ¿A la policía que esta
coludida con el crimen organizado? ¿Al ejercito que se ha convertido en un
ejercito traidor que voltea sus armas contra civiles y ejecuta
extrajudicialmente, tortura y desaparece? ¿A la Marina, cuyos nexos con el
narcotráfico son públicos?…
Los periodistas que hemos decidido contar la verdad, la ominosa
realidad que va dejando esta estela de dolor y sufrimiento con 200 mil muertos,
más de 30 mil desaparecidos, un millón y medio de desplazados, 40 mil
huérfanos, sabemos que estamos solos.
La sociedad mexicana no ha logrado entender que cada vez que se
mata a un periodista, se mata un pedazo de democracia. Cada vez que se silencia
a un periodista perdemos todos un trozo de libertad de expresión. Cada vez que
se agrede a un medio de comunicación se lastima una porción de libertad de
prensa, del derecho a la información que todos los mexicanos deben gozar y que
se esta vulnerando con esta matanza indiscriminada de compañeros.
No es fácil ver pasar los cadáveres de colegas y amigos
entrañables. No es fácil vivir como vivimos. No es fácil vivir con la zozobra,
con el miedo que no paraliza, pero no deja dormir. No es fácil tener descolgado
el teléfono de casa desde hace dos años. No es fácil ver el coche que te sigue.
No es fácil salir de casa pensando que ese abrazo, ese beso que das, puede ser
el último. No es fácil vivir pensando ¿quién será el siguiente?…
México no puede seguir por este camino. Los necesitamos a
ustedes. Necesitamos que los ciudadanos alcen la voz, que protesten con
nosotros, que salgan a la calle a exigir justicia, que dejen el sillón de
confort, que dejen de pensar que el cambio llegará de Los Pinos. Necesitamos su
mano, su sostén, su apoyo. No nos dejen solos. Solos no somos nada, juntos
seremos invencibles para cambiar este país. Nosotros nos jugamos la vida, ¿qué
más quieren?
Cada vez que mis hijos me ven llorar por un compañero asesinado,
saben que también lloro por los hijos de mis compañeros, por esos huérfanos de
la prensa, por todos los huérfanos de esta guerra fratricida, por esta barbarie
que parece no tener fin. Y ellos, mis hijos, saben que también pueden llegar a
serlo, saben que se pueden quedar sin madre.
A eso hemos llegado. A ejercer el periodismo como un destino
manifiesto hacia la muerte.
Fuente.-@SanjuanaMtz
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