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Durante muchos años hemos escuchado, en el medio militar, de la apertura de las fuerzas armadas hacía los medios de comunicación.
En los hechos, es al contrario.
Desde los días del general Juan Arévalo Gardoqui la constante, que me ha tocado vivir como la decana de la Fuente Militar, ha sido la de buscar un camino de entendimiento con los periodistas. A la manera de cada jefe.
Lo inaceptable es que la protesta del medio, de los periodistas, no sea mayor porque la censura implica una agresión, un menosprecio que está imbricado con la desaparición, secuestro y asesinato de muchos periodistas.
En la peor paradoja, el general Salvador Cienfuegos es el Secretario de la Defensa Nacional que más ha hablado en los tiempos modernos. Digamos que casi una vez a la semana da una declaración o hace un discurso, en comparación con sus antecesores que hablaban tres o cuatro veces al año.
¿Para qué habla? Quiero entender que busca que sus palabras sean conocidas. Lo que conlleva, en automático, la participación de los medios de comunicación. Y la labor de divulgación de los periodistas.
¿Qué sentido puede tener romper esta cadena? La censura contra el periodista de La Jornada, y aquí, intencionalmente hay que obviar su nombre, es gravísima en cuanto define un retroceso de la apertura de comunicación militar. Y, todavía más, cuando se trata de un acto público. Un Congreso relacionado con el tema de Salud.
¿Qué podría haber de “sensible” en ese tema para que no pudiese asistir el periodista? Un asunto público, hay que insistir. Al que estaban “invitados” periodistas de todos los medios de comunicación.
De entrada parece una torpeza extrema.
Eso sería el mejor de los casos. No me lo parece. Porque lo que impera en la relación de los periodistas con la Sedena es el humor, las tripas, del “Alto Mando”.
Y en este país, en este siglo, de cara a la modernidad, es muy fácil caerle mal al secretario Cienfuegos. Lo que te coloca en una posición no incomoda sino lo que le sigue. Una proscripción inmoral.
Eso es lo que sucede, ahora sí con Jesús Aranda. Es personal. Como todo lo que maneja el general Cienfuegos, es personal. Como si fuese dueño de la realidad, del mundo, del país.
Y, obviamente, de la Secretaría de la Defensa Nacional.
Por eso puede, como un acto de poder, cerrar las puertas a Jesús Aranda. Le molesta, no dudar, lo que éste hombre, un periodista, un humano, un civil, se permite escribir. Y, también, le irrita de sobremanera que un medio, en este caso La Jornada, se lo publique.
Dos entidades, medio y periodista, que no están bajo su mando lo enojan.
Tal vez deberíamos sentirnos felices, Aranda y muchos otros, yo en primer lugar, de que no nos mande matar. Por lo menos hasta estas alturas del sexenio.
Que revise Aranda si su celular, si los teléfonos fijos de casa y oficina, están o no intervenidos. Que escuche al subsecretario de Gobernación responsable de los medios decir que está “proscrito”, que no hablen con él, que está mal visto en la Sedena como si fuese una maldición.
Que vaya con Roberto Campa para que le diga, textual, que no hay manera de “negociar” con el señor Secretario, que es personal. Como si eso fuese suficiente para permitirle toda injerencia, espionaje en tu vida. Que se entere a cuántos medios de comunicación suele pedir que mejor no le publiquen a tal o cual periodista.
Lo de Aranda no es nuevo.
Lo inaceptable es que suceda. Como una forma institucional de tratar a los periodistas por el titular de la Sedena.
Lo inaceptable es que todos, del Presidente Peña Nieto para abajo, se lo permitan.
Lo inaceptable es que la protesta del medio, de los periodistas, no sea mayor porque la censura implica una agresión, un menosprecio que está imbricado con la desaparición, secuestro y asesinato de muchos periodistas.
Por eso hay que protestar por lo que le hicieron a Jesús Aranda. Por la censura, por el desprecio, por el maltrato que en el alto mando de la Sedena creen que pueden ejercer contra civiles, así sean periodistas.
Hay que protestar en México ante todas las instancias, así no prosperen las denuncias para, en su momento, sumar estas denuncias a otras que se harán ante instancias internacionales. Cada uno de nosotros tenemos que oponernos a la censura, al criterio de impunidad, al desprecio hacía periodistas, hacía el agravio contra civiles, para que un día la impunidad se rompa. Sí, la impunidad se rompa, también dentro de la Sedena…
Fuente.-Isabel Arvide
@isabelarvide
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