Paulino López López invitó en el 2013 a su primo Héctor Ramón Takashima Valenzuela, “El Cachimba”, a trabajar como piloto en el aeródromo de La Palma, en Navolato.
Takashima debía abastecer con despensas de harina Maseca, manteca, frijol y todo tipo de abarrotes a varios poblados enclavados en la Sierra Madre Occidental.
El piloto, que desde entonces ya era un consumidor habitual de cocaína y mariguana, conoció en uno de sus primeros viajes a Joaquín “El Chapo” Guzmán.
“YO TRABAJO PARA ‘EL SEÑOR’ DESDE ANTES DE QUE LO AGARRARAN, ES DECIR, APROXIMADAMENTE DESDE 2013”, DIJO EN SU PRIMER INTERROGATORIO.
“YO TRABAJO PARA ‘EL SEÑOR’ DESDE ANTES DE QUE LO AGARRARAN, ES DECIR, APROXIMADAMENTE DESDE 2013”, DIJO EN SU PRIMER INTERROGATORIO.
El piloto contrató como mecánico a su hermano Julio César Takashima, “El Gordo”, que ayudaba con los cambios de aceite del avión.
“El Cachimba” identifica a Juan Niebla como dueño del aeródromo, y a un sujeto apodado “El Ochenta” como propietario de la empresa.
A principios de julio, “El Ochenta” citó a Héctor Ramón Takashima en un McDonald’s, cerca del Congreso de Sinaloa.
“Me dijo que estuviera listo en unos días más para ir a recoger un viaje de mota a Toluca, diciéndome también que le dijera a Romano Lanciani (el otro piloto) que se alistara y estuviera atento para que nos ayudara en ese traslado de droga, dándome en ese momento la cantidad de 10 mil pesos como viáticos, también me dio su PIN y yo le di el mío”, declaró el piloto.
El 6 de julio, a “El Cachimba” le avisaron por teléfono que debía irse en autobús a Toluca para recoger un avión con droga que llevaría hasta Culiacán. Sus cómplices en realidad señalan a Takashima como uno de los pocos que sabían el verdadero objetivo del vuelo.
Al día siguiente, Takashima amaneció en la capital mexiquense y el miércoles 8 de julio un sujeto lo llevó al Hotel La Misión, que se encuentra cerca del Centro de Capacitación de la PGR en Querétaro.
Al llegar, “El Ochenta” le ordenó por mensajería instantánea visitar una pista privada del municipio de Pedro Escobedo para esperar el avión que debía pilotear a Culiacán.
Los vuelos.
Un Cessna 206 con matrícula XB-AWL aterrizó el pasado 8 de julio a las 11:00 horas en la pista de la empresa Aerofumigaciones de Querétaro, en Pedro Escobedo.
Molesto, Fernando Javier Palos Cuéllar, el dueño de la compañía, se acercó para encarar a las tres personas que descendieron de la aeronave, porque no tenían ningún permiso para aterrizar en su propiedad. Discutió con el piloto, de nombre Lucas.
“Le contesté que no era posible que se quedara, ya que se trataba de un aeródromo privado, que se fuera al aeropuerto de Querétaro; sin embargo, esa persona me contestó que no, que ahí lo habían citado y que no la hiciera de pedo, que no iba a pasar nada”.
“Me intimidé un poco porque esta persona tiene el acento norteño y me sentí con miedo, por lo que tuve que aceptar”, declaró Palos Cuéllar a la PGR.
El hijo del empresario enseguida salió de la oficina. Los tripulantes explicaron a los propietarios del inmueble que sólo iban a vender un avión y que le darían dos opciones al comprador. Prometieron irse una vez finiquitada la venta.
Al día siguiente, 9 de julio, aterrizó en la misma pista el Cessna 206 con matrícula XB-HCM, en punto de las 15:30 horas. Sólo venía el piloto, un tipo de 37 años, pálido, de lento caminar y bastón. Era Romano Lanciani Llanes, el segundo piloto, quien se dedicaba a fumigaciones en La Palma, Navolato, y dos años antes había sufrido un accidente que lo dejó mal de una pierna.
Tenía sentido para Palos Cuéllar que el comprador eligiera entre dos aviones. Pero las horas pasaron sin que el comprador apareciera. No llegó ese día ni llegaría al siguiente.
El 11 de julio a la media noche entró a la pista una camioneta pick up Chevrolet color arena. El conductor bajó del vehículo y se dirigió hasta donde estaba Fernando Palos González, hijo del dueño.
-¿Tienes algún problema de que saque los aviones a esta hora?
-Sí, porque a esta hora es muy peligroso, les puede pasar algo, mejor te aconsejo que vuelen mañana por la mañana.
-Hipotéticamente, ¿qué pasaría si sacara los aviones a esta hora?
-No los saquen, te vuelvo a comentar, está muy cabrón despegar a esta hora, date cuenta, yo no tengo luces, ¿cómo le van a hacer?
-¡Ese no es tu pedo! -respondió en voz alta, amenazante.
Palos González guardó silencio. El tipo musitó sarcástico: “ahorita vengo, voy por el ‘enfermito’”.
Se subió a su camioneta y arrancó.
Fue a la 01:20 horas cuando entraron a la pista una camioneta pick up Cheyenne y una Honda CRV color gris.
De la Honda bajaron cuatro sujetos. Destacaba un tipo de estatura baja, con camisa café y pantalón de mezclilla, resguardado por tres hombres con armas largas. Parecía que todos querían hablar con él y tener su atención. Reían.
“Desde donde estoy, como a unos 50 metros, me doy cuenta de que se ponen a platicar entre 10 y 15 minutos aproximadamente, acercándose el piloto para despedirse”, narra Palos González, quien nunca imaginó a quién tenía enfrente.
El dueño de la pista describiría más tarde que el ánimo de estos hombres era más que festivo.
“Iban cagán.... de la risa”, declaró el empresario Palos Cuéllar.
El hombre de más baja estatura abordó el avión XB-AWL y despegó alrededor de las 01:35 horas. 15 minutos más tarde calentó motores el siguiente.
Nadie compró ningún Cessna. En lugar de un comprador, aquella noche el primer avión fue abordado por Joaquín “El Chapo” Guzmán, que recién había escapado del penal del Altiplano.
Con Guzmán viajaron su cuñado Édgar Coronel Aispuro y otro de sus hombres de confianza en un vuelo piloteado por Héctor Ramón Takashima, “El Cachimba”.
Apenas despegó, Takashima recibió un mensaje instantáneo por teléfono de parte de “El Ochenta”, su jefe y dueño del aeródromo La Palma, en Navolato, Sinaloa.
Eran las coordenadas del sitio de aterrizaje, una pista clandestina en la sindicatura de El Tamarindo, en Culiacán.
Aproximadamente tres horas más tarde, la aeronave descendió en un improvisado camino de terracería, donde ya los esperaba otro avión Cessna 206, el cual abordaron. El otro fue abandonado en la brecha. Takashima piloteó durante una hora más hasta llegar a Los Remedios, localidad de Tamazula, Durango, aterrizando en la aeropista del pueblo. Allí bajaron “El Chapo”, Édgar Coronel y el tercer acompañante.
“Se encontraba gente esperándolos en cuatrimotos, por lo que cuando se fueron en cuatrimotos yo me regresé para Villa Juárez, Navolato, llegando como a las 06:30 de la mañana, siendo todo lo que pasó en ese momento”, relató Takashima a la PGR.
“Posteriormente ya no supe más de ellos, tampoco tuve comunicación con ‘El Ochenta’, en virtud de que tiré el teléfono. Por ese trabajo me iban a pagar 20 mil dólares, pero sólo me dieron 10 mil, dándomelos antes de que me fuera a Toluca”.
Señuelo.
Cuando el avión de “El Chapo” había despegado de Culiacán con rumbo al poblado de Los Remedios, Romano Lanciani avistaba la pista de La Palma, en Navolato, en plena madrugada. Preparaba las maniobras de aterrizaje cuando sintió que su pierna derecha estaba totalmente entumida.
“No me respondió al 100 por ciento, efectuando el despiste y capoteada de la avioneta”, expuso a la PGR.
Lanciani, que se había quejado del frío nocturno en Querétaro, se vio obligado a un aterrizaje forzoso. Julio César Takashima, “El Gordo”, corrió en su auxilio.
-Te dije que ocupaba el copiloto, ¿y ahora cómo voy a explicar lo de la avioneta?
-No hay bronca, carnal, vamos a decir que se le fue una línea de los frenos, al cabo que la misión ya se hizo.
-¿Qué misión, carnal?
-‘El señor’ ya está arriba.
El piloto recuerda que en ese momento se quedó sin palabras, porque sabía de qué estaba hablando.
“Cuando ellos dicen ‘El señor’ se refieren a Joaquín ‘El Chapo’ Guzmán, por lo cual sentí una decepción por la falta de confianza de ellos hacia mi persona, porque no me habían dicho en ningún momento cuál era la intención del vuelo que yo realicé y para qué me ocuparían”, relató.
Tres días más tarde, el mecánico tocó a la puerta de Lanciani: “Te traigo un regalito”, dijo “El Gordo”, y enseguida le puso en su mano un fajo de 10 mil dólares en efectivo. “Es de parte de la oficina”.
Las claves.
En la última semana de julio, “El Chapo” estaba durmiendo en el rancho Las Mesas, municipio de Tamazula, Durango. Hasta allá lo fue a visitar su cuñado Édgar Coronel Aispuro.
“En ese rancho había aproximadamente 25 personas más, las cuales se encontraban armadas; refirió que la forma de contactar a ‘El Chapo’ es por medio de su secretario ‘El Ranas’, de quien tiene conocimiento que se mueve en una camioneta Tornado color gris”, precisa un informe de la Policía Federal, basado en la información proporcionada por el joven.
Cerca de la cabecera municipal de Tamazula, dijo Coronel a la PF, el presunto narcotraficante tiene a un incondicional, un compadre apodado “El Centenario”, que vive en la ranchería de La Pinoza.
El capo sinaloense, de acuerdo con lo dicho por Coronel, luego se movió a la localidad de Bastantitas, en el mismo municipio duranguense, donde permaneció hasta el 19 de agosto.
Ese día, a las 05:00 horas, “El Chapo” abandonó el lugar, tras ser alertado de que su piloto Héctor Takashima, “El Cachimba”, había sido detenido por la Marina en Culiacán la mañana del día anterior.
Casi ocho horas después de que el capo se fuera de este poblado, la Policía Federal detuvo a su cuñado Édgar Coronel en la avenida Rotarismo de Culiacán, cuando circulaba en su Mustang rojo del año con su amigo Ernesto Carrasco Ruiz.
El vehículo fue el pago de “El Chapo” por la ayuda tras la evasión. Coronel apenas lo disfrutó dos semanas.
La detención de Coronel ha sido hasta ahora la pista más valiosa para tener una idea de la ubicación de “El Chapo”.
Al joven le aseguraron todos sus teléfonos.
En uno de ellos, tenía registrado con la letra “M” al contacto que conocía como “El Ranas”, el intermediario con quien debía tratar para llegar a Guzmán Loera.
El 12 de agosto pasado, la Seido interrogó a Felipe Valdez Santos, “El Tuercas”, un personaje del que hasta hoy nada se ha dicho y que parece ser clave en el desmantelamiento de la red que organizó la logística de “El Chapo” tras la fuga.
Valdez no está en la cárcel -o al menos no se ha informado oficialmente de su consignación-, pero fue a raíz de su presentación ante la PGR que empezaron a ser detenidos todos los presuntos cómplices de Guzmán.
De “El Tuercas”, la PGR ha testado la información en los documentos que ha rendido a autoridades judiciales.
Fuente.- REFORMA/
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