Un crimen, al menos dos versiones de lo sucedido y tres semanas de incógnitas. El misterio alrededor del asesinato de Héctor Melesio Cuén Ojeda ha crecido a la sombra de otro escándalo: la detención de Ismael El Mayo Zambada y Joaquín Guzmán López, hijo de El Chapo. Ambos sucesos se dieron a conocer el pasado 25 de julio con apenas unas horas de diferencia, como hechos inconexos.
El maestro Cuén, como todo mundo lo conocía, fue rector de la universidad pública más importante de Sinaloa, donde construyó un imperio que duró casi 20 años; presidente municipal de Culiacán, la capital del Estado; legislador del Congreso local, y fundador y líder indiscutido de su propia fuerza política, el Partido Sinaloense (PAS). Presumía ser un empresario exitoso y haber sido clave en el triunfo de Rubén Rocha Moya en las elecciones estatales de 2021. Estaba a semanas de convertirse en diputado federal, hasta que recibió cuatro impactos de bala y murió tras ser llevado a un hospital, de acuerdo con el testigo principal del caso.
A pesar de ser prácticamente un desconocido en el resto del país, su influencia en Sinaloa iba más allá de su semblanza curricular. Cuén llevaba más de un año y medio en guerra abierta con el gobernador Rocha, su antiguo aliado y principal adversario político. Era implacable con la prensa, aplastaba a críticos y rivales, había sido vinculado con el narco en varias ocasiones y su familia estaba en el centro de una batalla judicial por corrupción.
Su muerte tampoco escapó de la controversia y ha puesto contra las cuerdas a la Fiscalía local, que no ha logrado dar una explicación contundente de quiénes lo mataron y por qué. Y entonces, cuando parecía que el escándalo se había diluido, habló El Mayo.
Zambada puso en la mira la versión de las autoridades sobre su detención y soltó la bomba de que había sido traicionado tras ser convocado a una reunión con el gobernador Rocha y el maestro Cuén, dos de los políticos más poderosos de Sinaloa. “Cuén era amigo mío desde hacía mucho tiempo”, afirmó Zambada el pasado sábado. “Sé que la versión de las autoridades es que Héctor Cuén fue tiroteado la noche del 25 de julio por dos hombres en motocicleta que querían robar su camioneta”, relató el capo, quien aseguró haber visto al político en el lugar de la cita. “Eso no es lo que ocurrió. Lo mataron a la misma hora y en el mismo lugar donde me secuestraron”, zanjó.
La Fiscalía sostiene que la víctima murió en la gasolinera de La Presita, El Mayo señala que fue en el rancho Huertos del Pedregal, a 12 kilómetros. Las autoridades dicen que la hora de muerte fue pasadas las once de la noche, Zambada apunta que fue sobre las once de la mañana. La investigación apunta a que el móvil fue un robo que salió mal, el capo atribuye lo sucedido a una reunión que salió mal. Rocha insiste en que no participó en el encuentro privado y que estaba en Los Ángeles (California), a 1.500 kilómetros de Culiacán. “Si le dijeron que iba a ir, lo engañaron”, dijo el gobernador en un acto con Andrés Manuel López Obrador y la presidenta electa, Claudia Sheinbaum. El motivo de la convocatoria, según la carta, era resolver el conflicto entre los políticos por el control de la Universidad Autónoma de Sinaloa (UAS).
El maestro
Cuén nació en 1955 en Badiraguato, un pueblo que ha ganado notoriedad por ser también la cuna de El Chapo (dos años menor) y Rafael Caro Quintero (tres años mayor). Su padre, Melesio Cuén Cazares, fue presidente municipal en cinco ocasiones, la última tres años antes de que Héctor naciera. El vínculo entre Cuén Cazares y el incipiente comercio de opio en la región está documentado. “Melesio era uno de los encargados de supervisar las cosechas y el tráfico del enervante, teniendo conocimiento de los operativos realizados por los encargados de campañas antidrogas en Badiraguato”, escribió el investigador sinaloense Juan Antonio Fernández.
La familia se mudó a Culiacán cuando Héctor Melesio era apenas un niño. “Era un joven muy sano, corredor de maratones, buen hijo de familia, poco amigable con los vecinos”, cuenta Ana Luz Ruelas, profesora emérita de la UAS y vecina de Cuén cuando estudiaba para químico farmacéutico-biólogo en esa casa de estudios.
Cuén inició su carrera como profesor en la UAS y escaló hasta convertirse en director de su facultad. Su trayectoria cambió cuando ocupó el cargo de responsable de bienes e inventarios de la universidad de 1997 a 2005 y tomó las riendas de los destinos financieros de la institución, pese a no tener estudios relacionados. Antes de concluir su gestión, barajó la posibilidad de buscar la rectoría y a mediados de 2005 obtuvo el cargo. “Ya nada sería igual”, escribió su esposa, Angélica Díaz, en un libro de memorias.
Con más de 170.000 alumnos, la UAS es la institución educativa más importante del Estado y una de las más grandes del país. “Hablar de la UAS es hablar de un bastión sinaloense”, explica Carlos Ayala, investigador de la Facultad de Filosofía y Letras. La institución tiene un presupuesto asignado de más de 8.700 millones de pesos para este año.
En efecto, todo cambió después de Cuén, el último rector elegido por voto directo de los universitarios. En 2006 se implantó un nuevo método de selección y se determinó que todos los altos cargos fueran elegidos por el Consejo Universitario, encabezado y dominado por el rector. Todos los aspirantes a un cargo directivo pasaban por una comisión, también controlada por el rector, que “palomeaba” a los candidatos y los sometía a votación del Consejo.
“Nos decían por quién teníamos que votar, todo estaba arreglado para que llegaran perfiles cercanos a Cuén”, asegura el analista Alfredo Brambila, que fue consejero estudiantil. Así fue como Cuén se hizo con el dominio absoluto de la universidad. Ruelas, con cuatro décadas en la institución, concuerda: “Hubo algunos que nos atrevimos a postularnos, pero los seleccionados eran profesores con poca presencia, muy necesitados de estabilidad laboral, cercanos a su grupo político”.
El círculo se cierra con alianzas entre el exrector y los gobernadores de turno. “Casi todos se sometieron o fueron cómplices”, afirma Ruelas, quien califica el legado del maestro como “ominoso y nefasto”. Cuén cerró su ciclo en la rectoría en 2009, pero seguía apareciendo en todos los eventos relevantes y colocando a familiares y amigos en puestos académicos y administrativos. “Era un gran corruptor y tomará años revertir el daño”, atisba Brambila.
“Era un tigre, tenía un liderazgo muy sólido y es una figura que difícilmente se va a poder superar, por eso mucha gente piensa que pudo haber sido un crimen con otras características”, opina, en cambio, Ayala. Cuén siempre negó ser el poder en la sombra: “Soy un trabajador, simple y llanamente”. El portavoz de la UAS no contestó a una solicitud de entrevista.
El político
Aupado en el prestigio de la rectoría, Cuén buscó la candidatura del Partido Acción Nacional (PAN) a gobernador, pero después se hizo a un lado. En esa misma elección de 2010, el maestro encontró acomodo en el bando de enfrente. Fue candidato a alcalde de Culiacán por la coalición del Partido Revolucionario Institucional (PRI) y Nueva Alianza, y ganó con el 55% de los votos.
Tomó posesión en enero de 2011, pero estuvo apenas un año en el cargo y pidió licencia para contender por una senaduría. Esa vez el PRI le cerró las puertas, acabó postulado por Nueva Alianza y quedó en tercer lugar en las elecciones de julio. Once días después de su derrota, su hermano y exdirector de Deportes de la UAS, Jesús Alfredo Cuén fue asesinado afuera de un restaurante de Culiacán. Dos sicarios a bordo de una motocicleta lo acribillaron, una versión de los hechos muy similar a la del asesinato de Héctor Melesio, 12 años más tarde. En pleno escándalo, Yesenia Armenta, esposa de la víctima, fue acusada de ser la autora intelectual y pagar 85.000 pesos a dos miembros del Cartel de Sinaloa para que lo mataran.
Exasperado por los desdenes del PRI y el PAN, Cuén fundó su propio partido, el PAS, en agosto de 2012. Un año después consiguió una diputación plurinominal. Llegó al Congreso local junto a Robespierre Lizárraga, su secretario particular en la alcaldía de Culiacán y actual encargado de despacho de la rectoría de la UAS, y Rosario Sánchez, exconsejera universitaria.
El poder del PAS siempre ha estado apuntalado en la UAS. “Es el brazo político de Cuén”, resume Brambila. El analista afirma que ha sido instrumental en las aspiraciones de su fundador: usaba la estructura de la universidad para el partido y utilizaba al partido para garantizar el flujo de recursos a la universidad. La simbiosis entre ambas instituciones y el círculo cercano del maestro se hace más evidente en el partido: Cuén fue líder del PAS durante casi toda su existencia; su esposa ha sido diputada en dos ocasiones; el actual dirigente, Víctor Antonio Corrales, lo sucedió en la rectoría de la UAS, y la inmensa mayoría de sus representantes electos han sido docentes, directivos o egresados de la universidad. La formación no respondió a una solicitud de entrevista de este diario.
También ha sido un vehículo para negociar con todas las fuerzas políticas de Sinaloa. En 2016, tras caerse un pacto con el PAN, Cuén acabó postulado a gobernador en coalición con Movimiento Ciudadano (MC). Quedó en segundo lugar con más de 250.000 votos, un 26%, ante el priista Quirino Ordaz. MC le pagó el favor y le prestó sus siglas para contender al Senado en 2018, pero se quedó lejos. “Era capaz de aliarse con cualquiera que le garantizara cargos a él y su gente”, afirma Ruelas.
Ordaz y Cuén, viejos rivales, tantearon la posibilidad de que el PAS y el PRI unieran fuerzas en 2021, pero el maestro encontró una mejor opción. “Vio el ascenso del fenómeno López Obrador y se subió a la ola”, reseña Ruelas. En febrero de ese año, Mario Delgado, el líder de Morena, selló el pacto, pese a las críticas por su pragmatismo. “Vamos a poner por delante el interés de que haya un cambio en Sinaloa”, justificó.
El acuerdo fue que Rocha fuera el candidato. Cuén se había recuperado de un cáncer de páncreas, detectado dos años antes, aunque dijo al semanario RíoDoce que eso no fue un factor. El maestro, sin embargo, tuvo un protagonismo notorio en la campaña: era la sombra del candidato y pensaba que el pago justo a su apoyo era “cogobernar” con Rocha. Cuén estaba convencido de que el PAS iba a dar a la coalición 250.000 votos, pero sólo aportó 90.000. Morena pudo haber ganado con facilidad por sí mismo, al obtener 530.00 sufragios, el doble que el PRI. “Son como el agua y el aceite, y corren el riesgo de terminar mal”, vaticinó el excandidato presidencial Francisco Labastida.
Gracias a la alianza, el PAS se aseguró la mejor elección de su historia: fue segunda fuerza en el Congreso local y ganó seis de los 18 Ayuntamientos en disputa. Los comicios estuvieron envueltos de polémica. Decenas de operadores del PRI fueron levantados en la víspera de la elección y la oposición afirmó que el Cartel de Sinaloa fue determinante en los resultados. “[Rocha] llegó a la gubernatura con el apoyo del narco, eso es ampliamente sabido”, declaró esta semana Labastida a Carmen Aristegui. El gobernador ha negado cualquier vínculo con el crimen organizado.
La influencia del narco en la política sinaloense es un asunto espinoso. Ayala plantea que “hay mitos y realidades”. “No creo que a nivel de gobiernos estatales tenga una decisión de esa naturaleza, pero en las presidencias municipales sí hay una intervención”, dice el académico. Brambila, exfuncionario estatal de seguridad, es más tajante. “Nadie gobierna en Sinaloa si no pacta”, afirma y dice que el crimen organizado es capital para mover recursos y gente, y disuadir el voto. “Todo está untado por el narcotráfico en Sinaloa”, lamenta Ruelas. “Un secreto a voces”, así se refieren Brambila y Ruelas sobre los nexos entre Cuén y el crimen organizado. Pese a que nunca fue procesado, fue El Mayo quien dijo que eran “amigos”.
Con todo, Rocha nombró a Cuén secretario de Salud. Como él, el gobernador nació en Badiraguato y había sido rector de la UAS (1993-1997), pero las diferencias entre ambos no tardarían en llegar. El gobernador exigió a su aliado que retirara una serie de demandas contra periodistas, entre ellas contra la recién nombrada secretaria estatal de las mujeres, pero él se negó. Hubo una ruptura muy pública. Cuén, que nunca concibió ser el segundo de a bordo, fue cesado seis meses después de asumir.
“La política está para hacer amigos y el trabajo se hace antes”, repetía Cuén, como un mantra. En su breve idilio con Morena compartió fotos con figuras como Mario Delgado, Ricardo Monreal o Manuel Bartlett, pero entre los pocos que llamaba abiertamente “amigos” estaba Adán Augusto López, por quien hizo campaña para la candidatura presidencial de Morena. Paradójicamente, López Obrador siempre mantuvo su distancia de Cuén y se refirió en varias ocasiones a él como un “cacique”.
Todavía hasta mediados del año pasado decía que su alianza con Morena estaba firme, pero en cuestión de meses, su álbum de fotos dio un giro radical. En noviembre apareció entre Jesús Zambrano, Marko Cortés y Alejandro Alito Moreno para oficializar su apoyo a Xóchitl Gálvez como candidata presidencial. A cambio, el PRI le aseguró una diputación federal plurinominal en 2024. Pese a ser el partido con más militantes de Sinaloa y tener más de 160.000 afiliados, no ha superado los 100.000 sufragios desde hace ocho años. El lema de campaña de Cuén con Morena y la oposición ha sido el mismo: “Claro que se puede”.
El empresario
El pleito entre Rocha y Cuén se trasladó a un conflicto por el control de la UAS. A principios de 2023 se presentó un paquete de reformas a la ley orgánica de la universidad. Morena defiende que hay que poner fin al dominio cuenista, regresar al voto directo para elegir al rector y reforzar la fiscalización de la institución. La actual Administración, ligada a Cuén, la considera una violación flagrante a la autonomía universitaria y ha presentado amparos para frenar el proceso legislativo. La disputa sigue al rojo vivo.
La guerra también se ha librado en otros frentes. La Fiscalía de Sinaloa, subordinada a Rocha según el PAS, ha acusado al círculo de Cuén de corrupción en el manejo de los recursos de la UAS. El rector electo Jesús Madueña fue separado de su cargo en octubre pasado y enfrenta nueve denuncias por manejos irregulares. El hijo de Cuén, Héctor Cuén Díaz, fue vinculado a proceso esta semana por “negociaciones ilícitas”.
La familia es dueña de un imperio que incluye restaurantes, laboratorios y locales comerciales. Algunos de los fraudes denunciados son insólitos e involucran gastos millonarios en tortillas y totopos con dinero de la universidad. La familia Cuén y la UAS afirman que son víctimas de una persecución política. Ya desde 2011, Cuén fue denunciado por enriquecimiento ilícito, pero la entonces Procuraduría desechó el caso.
El grupo político de Cuén devolvió el golpe al denunciar irregularidades en el Gobierno de Rocha por 2.900 millones de pesos. “Los agarramos con las manos en la masa”, dijo el 18 de julio. Este mismo año se filtró a la prensa que dos hijos del gobernador eran “aviadores” y cobraban sin trabajar en la UAS.
En el camino, ha habido otros escándalos. El PAS acusó a Rocha del secuestro de uno de sus candidatos en abril pasado y Cuén también lo culpó de que la Guardia Nacional le retirara su escolta. “Hacemos responsable al Gobierno de Sinaloa de lo que pueda pasar”, dijo tres semanas antes de su asesinato. El portavoz de la UAS sufrió un atentado a principios de julio. En su última semana con vida, el exalcalde acusó en redes al gobernador de “meterse con su familia”, “destruir a la UAS” y “espionaje”.
La guerra abierta entre los antiguos aliados acabó de golpe con el asesinato. Casi nadie se atreve a decir qué será del PAS o de la UAS y la única certeza es que el escándalo sigue vivo en Sinaloa. En el último giro del caso, la Fiscalía General de la República (FGR) asestó otro golpe a la credibilidad de la Fiscalía de Sinaloa, al asegurar que la investigación sobre la muerte de Cuén está llena de irregularidades. Tras el mazazo, Rocha anunció que la fiscal estatal había presentado su “renuncia voluntaria”, al tiempo que López Obrador exigió una “investigación a fondo”.
Las autoridades federales afirman que la necropsia no se hizo de forma correcta. No se aseguró la escena del crimen ni el vehículo donde supuestamente viajaba la víctima. No se elaboró un informe paso a paso sobre cómo fue el homicidio. No hay consistencia entre los testimonios de los trabajadores de la gasolinera y el testigo principal del caso, Fausto Corrales, quien conducía la camioneta y es hijo del actual presidente del PAS. No se cumplieron los protocolos y se permitió que se incinerara el cuerpo antes de que se agotaran las indagatorias. Todo quedó expuesto en un comunicado de la FGR, que ya ha tomado el caso. Todo son incógnitas e intrigas en Sinaloa tras el asesinato del maestro y la carta que publicó El Mayo.
A simple vista todo apunta a Gobierno
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