La masacre de al menos 14 personas inocentes a manos del crimen organizado en Reynosa, Tamaulipas, marca el fin de la narrativa que dicta que los criminales “solo se matan entre ellos”.
Pero no solo eso, también es un fiel ejemplo de la politización de la tragedia y sobre todo, da pie a que Estados Unidos abra un nuevo frente en territorio mexicano.
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