La respuesta a la pregunta que se hacen los familiares de los 43 normalistas desaparecidos en Ayotzinapa sobre por qué nadie puede capturar al exdirector de la Agencia de Investigación Criminal, Tomás Zerón, quien fabricó la “verdad histórica” del caso de 2014, está en un disco duro cuyo contenido es temido por altos funcionarios de sexenios anteriores.
Es un disco extraíble que contendría cientos de horas de grabaciones secretas entre Tomás Zerón y servidores públicos de grandes vuelos de la administración de Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto, captados en situaciones comprometedoras: sobornos, pago de favores oscuros, actualizaciones de casos cerrados a fuerza de encarcelar inocentes…
Se trata de un “seguro de vida” que el excolaborador del exsecretario de Seguridad Pública, Genaro García Luna, comenzó a recabar desde su arribo a la Coordinación de Investigación y Análisis de la Procuraduría General de Justicia del Estado de México.
Por su estilo bronco de interrogar, su imaginación para resolver expedientes difíciles y sus capacidades como espía, Tomás Zerón se volvió un colaborador indispensable para el procurador Alfredo Castillo, quien lo llamaría a su lado cada vez que un caso se tornaba complicado y había que cerrarlo con urgencia.
Esas “cualidades” lo llevaron, por ejemplo, al caso Paulette, en el que Tomás Zerón puso su estilo personal para trabajar: bajo sus órdenes, y sin que la familia Gebara Farah supiera, el célebre departamento de Huixquilucan, Estado de México, fue intervenido con micrófonos y cámaras secretas; estuvo presente en interrogatorios clandestinos; utilizó la ahora ilegal figura del arraigo para obtener confesiones; y terminó con una “verdad histórica” que pocos creyeron: la niña siempre estuvo entre el colchón y la base de la cama, bajo las narices de policías, peritos, perros rastreadores, familiares, amigos y medios de comunicación.
Desde entonces, narran fuentes en el Poder Judicial de la Federación, Tomás Zerón aprendió el poder de una lente oculta: comenzó a grabar sus reuniones y luego volcaba en una libreta los detalles de sus pláticas comprometedoras para llevar un registro puntual que le permitiera salir de apuros, si lo necesitaba.
Cuatro años después del caso Paulette, Tomás Zerón repetiría esa fórmula –filmaciones clandestinas, confesiones obtenidas con tortura, detenciones ilegales– para fabricar otra “verdad histórica”, ahora como jefe de la Agencia de Investigación Criminal (AIC), a donde había llegado de la mano del exprocurador Jesús Murillo Karam y con el visto bueno de Enrique Peña Nieto: los 43 estudiantes rurales, cuya desaparición movilizó a México y buena parte del mundo, fueron incinerados en un basurero en Cocula, Guerrero, tras ser entregados a criminales por parte de policías locales.
Las inconsistencias con esa conclusión, y la posibilidad de que Tomás Zerón hubiera alterado evidencia o fabricado pruebas para cerrar el caso, fueron acorralando poco a poco al espía veterano hasta forzar su salida del gobierno. Pero los padres de los normalistas desaparecidos, furiosos porque el desaseado trabajo que hizo habría arruinado para siempre la ruta hacia la verdad del caso, no sólo lo querían fuera de su cargo, sino adentro de una celda.
Cinco días después de una reunión entre familiares de los normalistas y el presidente Andrés Manuel López Obrador, el fiscal general del país, Alejandro Gertz Manero, y el presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación Arturo Zaldívar, la Fiscalía General de la República solicitó el 10 de marzo pasado una orden de aprehensión contra Tomás Zerón por tortura, alterar evidencia y ocultar pruebas en el caso Ayotzinapa.
La orden no ha sido cumplida porque el último paradero conocido de Tomás Zerón es Canadá a principios de 2010. Desde entonces no se sabe dónde está, aunque la Interpol lo busca con una ficha roja con su nombre.
El último movimiento de su defensa para evitarle pasar años en prisión es un amparo solicitado este mes a un juez de distrito en el Estado de México, quien admitió el trámite y aún lo está resolviendo.
“¿Cómo es posible que no lo hayan atrapado? La respuesta está en ese ‘seguro de vida’. Si los amigos que aún tiene Tomás Zerón en las instituciones de procuración de justicia no lo protegen, su caída significaría la revelación de esos videos.
“Esto es algo largamente sabido entre amigos y enemigos de Tomás Zerón. Es un secreto a voces. Y aunque es probable que Tomás Zerón no esté ordenando desde su ocultamiento el activo entorpecimiento de su orden de aprehensión, sí es muy probable que los involucrados, por decisión propia, porque les conviene, estén protegiendo a ese señor”, aseguró una fuente consultada por EMEEQUIS.
Sin embargo, la influencia de todos los amigos del fabricante de la “verdad histórica” de Ayotzinapa palidece frente a la decisión de Estado de ir tras él, afirma el abogado que conversó con este medio. Basta una arrojada búsqueda detrás del exjefe de la AIC para que caiga en las próximas semanas.
“Si el gobierno se decide a aislar a quienes quieren proteger a Tomás Zerón, y van por él sin importarle los secretos que salgan después, esa videoteca que él cree que es su salvación valdrá lo mismo que nada”.
fuente.-@emeequis/
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