No única, pero sí eterna.
Sobre todo cuando le funcionamos al presidente de los Estados Unidos para revertir un ciclo noticioso negativo o para afirmarse ante su base electoral. El reto sigue estando en saber si México alguna vez podrá articular (y activar) una contra narrativa efectiva y a largo plazo. Hoy, la respuesta es que todavía no, aunque algunas reacciones sean más afinadas y se vaya aprendiendo al andar. Pero seguimos estando a merced de la rabia coyuntural y de los señalamientos flamígeros que nos agarran fuera de base.
Este juego tiene reglas que desciframos solo cuando estamos a punto de perder el nivel de competencia.
Las recientes amenazas arancelarias del presidente Trump en contra de México podrían entenderse, es cierto, en el marco de una diatriba más amplia contra naciones que le sirven de antagonistas a modo: China, Irán, India, algunos países europeos, Canadá. Y también sabemos que cuando así lo necesita, Trump arremete contra personajes que le son antipáticos para sus horizontes axiológicos. Pero el caso de México amerita un análisis en sí mismo: meter todo en canasta genérica de maltratados comunes no permite entender la dimensión de lo que tendría que ser la respuesta.
La carta que el presidente López Obrador envió a Trump a raíz de las amenazas de éste de imponer aranceles graduales a cualquier producto mexicano si no se resuelve de inmediato el flujo de migrantes que llegan del sur y atraviesan nuestro país para ingresar a Estados Unidos, es categórica y se escribe desde la conciencia de la cancha en la que se juega. Yo la habría hecho más corta y directa, pero queda claro que un producto como ese tiene diversos fines comunicativos. Que López Obrador marque línea y plante cara desde diferentes frentes le habla, sí a los estadounidenses, pero sobre todo a los mexicanos. Y las reacciones de apoyo, que él mismo ha reconocido, han sido diversas y múltiples. En una de esas, como adelantaba el optimismo obligado del canciller Ebrard, México logra que junto con las voces más activas en Estados Unidos no se impongan los mentados aranceles por las afectaciones que podrían tener para… Estados Unidos. O se reviertan pronto. Está por verse. Pero, carta y misión mexicana en Washington no obstantes, estamos atados más a la volatilidad de la ira trumpiana y a los vaivenes electorales estadounidenses, que a una política sólida de reciprocidad.
Lo que sí, el elefante en el salón sigue siendo la migración. Y ahí nos tienen con los dedos en la puerta.
El eje del discurso de Trump para su reelección va a ser la migración. Y en ese tema seguiremos siendo la piñata que necesita, hagamos lo que hagamos, que nunca será suficiente. Porque debemos, además, reconocer que tenemos un retraso de décadas en atender y entender el fenómeno de manera integral. Ya no es, siquiera, la migración mexicana a Estados Unidos que ha disminuido en los últimos años. ¿Qué vamos a hacer con los miles de migrantes que llegan, y seguirán llegando, a la frontera Sur de nuestro país? ¿Los vamos a detener a todos? ¿O no? ¿Cómo asegurar una migración ordenada cuando el Estado mexicano ha ido desmantelando, en presupuesto y estructura, sus organismos dedicados a refugiados y a migración? ¿Cómo atender la crisis humanitaria de una migración que se ha vuelto más femenina y más infantil, sin contar con recursos conceptuales ni operativos para ello? ¿Cómo acelerar el desarrollo de Centroamérica para mitigar las razones de la migración sin la participación, por ejemplo, de Estados Unidos?
Cómo y con qué.
Durante años, México se benefició, en términos económicos y políticos, de expulsar a sus propios ciudadanos. Hoy que somos país de llegada y, sobre todo, de tránsito, estamos desbordados. Y descolocados, sin una narrativa sólida y efectiva que contrarreste las imágenes de miles que terminan por llegar a la frontera con Estados Unidos. Por ello, aunque superemos la coyuntura, seguiremos siendo la piñata favorita de Trump. Él sabe de dónde nos tiene agarrados.
Son tiempos de una estrategia mayor.
fuente.-Alkis Konstantinidis/
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