El dolor provocado por el guante hizo que Korina suplicara la muerte. La textura filosa le desgarró la vagina, y le provocó una sensación de humedad. Era sangre.
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Korina, Denise y Charly son tres víctimas de tortura sexual que se enfrentaron a una violación sexual con un guante. Contaron que ocurrió a bordo de una camioneta. Después de haber sido vendadas de los ojos con la misma ropa que les arrancaron, sintieron que un objeto rasposo les rasgaba los genitales. Al mismo tiempo, recibían insultos por sus preferencias sexuales.
A Korina y Denise las detuvo un comando de hombres que ellas describen como marinos en su propia casa. A Charly, un hombre trans, una persona vestida como marino lo arrestó en la calle, cuando estaba a punto de rentar un cuarto propio. Los tres casos de tortura ocurrieron en 2011, e iniciaron en Tabasco.
“Encima de todo, hija de tu puta madre, delincuente y machorra, lesbiana, pero ahorita les vamos a enseñar lo que es la verga”, le dijo a Korina uno de esos hombres, al darse cuenta que en el mismo vehículo iba su novia, Denise.
Tabasco es la entidad que más abusa sexualmente de las mujeres detenidas. Del total de las violación sexuales ocurridas en ministerios públicos contra mujeres, el 27% se registró en dicho estado, según la investigación World Justice Project, realizada por Roberto Hernández,codirector del documental Presunto Culpable, y basada en la Encuesta Nacional de Población Privada de la Libertad, del INEGI a la que El Universal tuvo acceso.
El escenario de la tortura sexual cometida contra estas personas olía a agua estancada y sangre. Sonaba a descargas eléctricas y a seres humanos suplicando.
“Bajaron su mano y no sé qué tenían en sus guantes, cortaba horrible, fue cuando me penetró pero sentí que me cortó, me desgarró por dentro, sentía mojado, feo, feo, feo, empecé a decir ‘mátenme’”, narró Korina.
En distintos momentos, las tres personas fueron trasladadas a lugares no identificados. Eran los centros de tortura.
Una vez que le quitaron la venda de los ojos, Charly vio un baño de sangre. Le pidieron que mantuviera la cabeza agachada. Pero aun así pudo ver a hombres y mujeres amarrados de pies y manos. Tirados sobre el piso. Si le retiraron el vendaje fue para tomarle una fotografía. Entonces comenzó la tortura psicológica.
Lo metieron a un cuarto oscuro. El fotógrafo le dijo que tenía su celular y los números de sus familiares, y amenazó con matarlos a todos.
A Denise y Korina les pusieron bolsas en la cabeza para que no pudieran respirar. Denise también fue torturada psicológicamente por quien le tomó la fotografía de su rostro. Hasta ese momento le quitaron la venda. Pero tenía tan infectados los ojos que no los pudo abrir por completo. Lo único que pudo entrever fueron unos tambos. Le pidieron los datos de sus familiares y le hicieron firmar una hoja en blanco.
Le advirtieron que si volteaba a los lados, la asesinaban. Como si lo hubiera olvidado, le recordaron que ellos estaban armados y que después de dispararle, podrían dar miles de versiones.
“Que tú te pusiste al brinco. La mala aquí vas a ser tú, porque a nosotros nos van a creer”.
La tortura hacia Korina, por su parte, continuaba en otra zona del lugar. La amenazaron con una violación tumultuaria, le dieron toques en las nalgas, pechos y piernas. Se orinó de los nervios. No paró de pedir que la mataran con tal de que la tortura terminara. Cuando se cayó de la silla en la que estaba, escuchó que un hombre se estaba quitando el cinturón. Ella pensó que la golpearían.
“Pero no, me puso su parte en mi boca, yo nunca la abrí, me agarraba y me pegaba para que abriera la boca pero yo pujaba y me quitaba, me decía ‘ah, no lo vas a hacer’. Después entró otra persona y dijo ‘no mames, déjala ya’. Empezaron a hablar y a decir ‘nos equivocamos, ellas no eran, pero ya no las podemos dejar si ya las madreamos y nos van a denunciar’”, reveló.
Después de más de 24 horas, las tres víctimas fueron encarceladas en prisiones al norte del país. En promedio, pasaron 5 años presas por delitos asociados al narcotráfico que nunca se comprobaron. En los tres casos el Protocolo de Estambul, que verifica la tortura a la que fueron sometidas, resultó positiva. Se trata de un Manual para la investigación y documentación eficaces de la tortura y otros tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes, elaborado por la ONU.
Charly no sólo fue torturado durante su detención, sino durante los 5 años que estuvo preso. Vivió segregación por sus preferencias sexuales. Intentó suicidarse y actualmente vive con una adicción a los antidepresivos.
“Me cansé de que me traten como un perro porque soy humano, yo a nadie le falto al respeto”.
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