Los mexicanos suelen revisan su billetera a detalle principalmente en dos circunstancias: cuando sube el precio de la gasolina y cuando hay un cambio de presidente.
Lo primero ya no es un síntoma constante desde la liberación de los combustibles de 2017, pero el relevo en el Ejecutivo del próximo sábado ha puesto al centro del debate el futuro de la economía mexicana. México optó en las últimas elecciones por un giro político que se prevé también impacte en las decisiones económicas del nuevo Gobierno. Andrés Manuel López Obrador, un político de izquierda, ha dado en los últimos cinco meses algunas pistas sobre la dirección que su administración podría tomar en los próximos años: más gasto social y menos recursos a sectores históricamente beneficiados por los recursos públicos.
La cuenta que entrega Enrique Peña Nieto después de seis años, donde la corrupción y la impunidad fueron protagonistas, es estable pero mediocre. Los principales indicadores económicos no han encendido las alarmas y su Gobierno ha gozado de un margen de maniobra pero sin brillar. “La economía mexicana se encuentra en una situación de solidez y estabilidad que se refleja en los fundamentales macroeconómicos”, señala Carlos Serrano, economista en jefe de BBVA Bancomer. México ha crecido en promedio 2,5% durante el sexenio: lejos de las promesas electorales del 5% con las que Peña Nieto abanderó su programa de reformas estructurales en 2012. La inflación cerrará en promedio en 4,5%, tras alcanzar su máximo en diciembre de 2017 (6,77%). Las reformas, principalmente de Energía y Telecomunicaciones, impulsaron la inversión y el consumo, pero no lo suficiente para catapultar el crecimiento.
ante el descenso de los ingresos petroleros, anunció recortes y apostó por el crecimiento de la deuda pública entre 2014 y 2016. El endeudamiento de México corresponde al 46% del Producto Interno Bruto (PIB), aunque controlada, la cifra supone una de las más altas para el cierre de un sexenio. Serrano apunta a que el aumento de la deuda pública no se tradujo en inversiones físicas, como la infraestructura, y que el equipo económico del priista eligió recortar la inversión antes que el gasto corriente del Gobierno. “Los desaciertos económicos [de Peña Nieto] parecen haberse concentrado en el manejo de las finanzas públicas, por el endeudamiento, forma de gasto e inconsistencia entre lo anunciado y lo llevado a cabo”, añade Gabriela Siller, analista de Banco BASE.
López Obrador ha prometido un crecimiento del 4% para su sexenio. Su plan incluye diversos programas sociales para apoyar a jóvenes y personas mayores, al mismo tiempo que garantiza que no elevará impuestos y tampoco incrementará la deuda pública. Un mapa sobre sus primeros pasos como presidente serán los presupuestos de 2019, que aún no se han hecho públicos pero que según el equipo del próximo presidente se trata de un proyecto “austero, fiscalmente responsable y cumple con las promesas de campaña”. La espera ha disparado la incertidumbre en torno a la dirección económica que López Obrador podría tomar para alcanzar sus objetivos. Los empresarios, los inversionistas y los mercados han lanzado las primeras alertas sobre los confusos mensajes que el nuevo presidente ha dado durante los cinco meses que ha durado la transición.
“Después de las elecciones hubo un momento de confianza al presidente electo, pero tras la decisión de cancelar el aeropuerto de la Ciudad de México cambió totalmente el ánimo porque [López Obrador] comienza a tomar decisiones que no puede argumentar”, comenta Juan Pardinas, director del Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO). Durante la campaña, López Obrador garantizó a los empresarios que el proyecto, que comenzó en 2014, seguiría su curso y durante el periodo de transición organizó una consulta ciudadana con la que respaldó su decisión de detener la construcción, cuando la obra ya había avanzado un 30%. “La preocupación viene por la forma en la que se pueden tomar decisiones económicas en los próximos años”, apunta Serrano, del BBVA Bancomer.
Para las carteras económicas el nuevo presidente de México ha elegido a Carlos Urzúa para manejar Hacienda y a Graciela Márquez Colín para la secretaría de Economía. Ambos gozan de una buena reputación en los círculos económicos y financieros del país. Sus equipos se caracterizan por ser prudentes, coinciden los expertos. La incógnita persiste en la influencia e intervención que López Obrador tendrá en el trabajo de ambas carteras. “La cuestión es cómo estos equipos pueden incidir en las grandes decisiones”, señala Pardinas. Sin ser presidente, López Obrador ha removido en el último mes a los mercados y al tipo de cambio. “Ya empezamos a cambiar cosas, esto produce nerviosismo, inquieta, pero no hay nada que temer, el cambio va a ser ordenado”, dijo hace un par de semanas. Los inversionistas temen que el próximo paso sea detener la reforma energética, que abrió el mercado petrolero a la inversión extranjera en 2013 después de 76 años de control estatal.
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