La apariencia del capo colombiano Juan Carlos Ramírez Abadía, “Chupeta” en el juicio contra “El Chapo” Guzmán, ha generado gran impresión debido a la deformidad de su rostro, resultado de varias cirugías estéticas fallidas.
El narcotraficante, quien busca una sustancial rebaja de pena sirviendo como testigo contra su antiguo socio, se sometió en Brasil a diversas cirugías plásticas, con el objetivo de evitar ser reconocido por la policía.
“Chupeta”, de 55 años, intervino su rostro con implantes en los labios y en los pómulos, modificaciones en su nariz, estiramiento de ojos, trasplante de pelo y un hoyuelo en la barbilla.
La imagen ha sido recogida por los dibujantes de la corte de Nueva York, quienes han mostrado a un hombre cuya cara evoca una máscara.
A sus 55 años tiene canas y la piel muy lisa, estirada. Durante una de sus declaraciones el juez advirtió que el testigo sufre problemas de salud y quizás fuese necesario hacer varias pausas.
Ramírez Abadía vivía a todo lujo tenía varias casas, un yate, una colección de relojes y valiosas obras de arte, entre ellas dos pinturas del colombiano Fernando Boteroestimadas en medio millón de dólares cada una, cuyas fotos fueron mostradas al jurado.
En el juicio contra Guzmán Loera, “Chupeta” explicó que se introdujo en el mundo del narcotráfico en la década de 1980 tras ser miembro de la Marina en Colombia. Desde entonces y hasta 2007, año en que fue arrestado en Brasil, traficó unos 400 mil kilos de cocaína hacia Estados Unidos vía México, tráfico con el que logró una fortuna de más de mil millones de dólares.
Considerado en su momento como uno de los más poderosos jefes de la mafia en Colombia, ha confesado haber asesinado a 150 personas, sobornar con millones de dólares a legisladores, policías de alto rango y periodistas en Colombia; y sobre las prostitutas, regalos y apartamentos que, dice, les dio a agentes de la DEA: en los años 90, cuando no había nada o casi nada que no pudiera comprar.
Considerado en su momento como uno de los más poderosos jefes de la mafia en Colombia, ha confesado haber asesinado a 150 personas, sobornar con millones de dólares a legisladores, policías de alto rango y periodistas en Colombia; y sobre las prostitutas, regalos y apartamentos que, dice, les dio a agentes de la DEA: en los años 90, cuando no había nada o casi nada que no pudiera comprar.
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