Somos distintos, insisten los voceros del nuevo Gobierno. Somos diferentes, proclaman una y otra vez. No nos comparen ni nos contrasten porque a diferencia de otros Gobiernos somos honestos, legítimos, impolutos, bien intencionados.
Treinta millones de votos avalan cualquier decisión de política pública por más contraproducente que sea, por más errada que esté. Así explican el viraje desconcertante hacia la militarización vía la Guardia Nacional. Así sacan a la artillería intelectual de la 4T para defenderla, aunque contradiga las promesas de campaña y lo ofrecido a las víctimas de la violencia durante los foros para la paz. No critiquen o contradigan o cuestionen o exijan explicaciones. Ahora no se vale contradecir, hay que confiar.
Ése es el punto de partida para quienes creen que ser ciudadano actualmente no debe ser un acto de participación y deliberación, sino un acto de fe. AMLO pide cerrar los ojos y persignarse; Pablo Gómez pide cerrar la boca y retirarse. Antes que examinar hay que creer. Hay que actuar con reverencia, en lugar de pedir que Morena legisle con evidencia.
La actitud antidemocrática del nuevo partido hegemónico explica lo ocurrido en la Cámara de Diputados, donde se aprobó "fast track" el dictamen en favor de la creación de la Guardia Nacional. Donde a los representantes del colectivo #SeguridadSinGuerra se les acusó de "porros" y "violentos" por hacer lo que López Obrador y el PRD y Morena hicieron rutinariamente cuando eran minoría: usar la protesta para parar el mayoriteo marrullero del PRIAN.
Descalificaron como Gobierno las conductas que llevaron a cabo como oposición. Así como EPN criticó a la sociedad civil por "bulearlo", AMLO desautorizó a los escépticos de la Guardia Nacional porque nunca habían alzado la voz ante las masacres del pasado.
Cuando decenas de organizaciones de izquierda airearon los abusos de Atenco y Tanhuato y Tlatlaya y Apatzingán y Nochixtlán y Ayotzinapa. Cuando ahora tratan de frenar la militarización precisamente porque llevan años documentando sus efectos. Entienden que AMLO/Morena buscan "resignificar" la presencia permanente del Ejército, para justificar la constitucionalización de la militarización. El Ejército malo que estuvo contra el pueblo, ahora va a ser el Ejército bueno que está a favor del pueblo.
Como lo ha reiterado el Diputado Pablo Gómez, quien presenció y padeció la represión del Ejército: sacar a más militares a la calle no es militarización porque antes lo hacía un Gobierno corrupto ahora lo hará un Gobierno honesto. Como lo ha dicho el Secretario de Seguridad Pública, Alfonso Durazo: se le va a exhortar al Ejército a que sea menos letal. Sentencia Alejandro Madrazo del CIDE y con razón: lo único que se les ocurre es jugar con las etiquetas, jugar con los nombres y jugar con la Constitución.
Pero cambiar el significado de las palabras no cambia la realidad. Y la realidad es que -aun con el dictamen modificado que Morena trató de introducir en el último momento- tal y como está contemplada la Guardia Nacional, el Ejército estará a cargo de la seguridad pública. Por más que digan que los militares son policías, siguen siendo militares. Por más que digan que habrá un mando civil -el Presidente- el mando operativo es militar. El entrenamiento es militar, el equipamiento es militar, la disciplina es militar. Y mientras más se confunden las funciones de Policía y Ejército, más inseguridad, más violaciones de derechos humanos, más violencia. Ése fue el juicio lapidario que la CIDH le endosó al Estado mexicano esta misma semana en uno de los tantos casos de desaparición forzada que involucran al Ejército.
Aplaudible entonces que se haya frenado el intento morenista de avanzar en la ruta equivocada y se haya pospuesto el debate sobre la Guardia Nacional hasta enero. Aplaudible que hayan prevalecido las voces sensatas subrayando el imperativo de escuchar, debatir, y modificar, en vez de arrollar como lo hacía el PRI.
Ojalá AMLO y Morena comprendan que la crítica colectiva no es contra el Ejército, sino a favor de un Gobierno civil. No es contra el uso temporal de las Fuerzas Armadas, sino a favor de desmilitarización gradual. Ojalá usen la legitimidad que tienen y los 30 millones de votos que obtuvieron para construir instituciones civiles que provean seguridad a largo plazo para todos. Argumentan que son diferentes; demuéstrenlo.
fuente.-Denise Dresser/opinion@elnorte.com
Treinta millones de votos avalan cualquier decisión de política pública por más contraproducente que sea, por más errada que esté. Así explican el viraje desconcertante hacia la militarización vía la Guardia Nacional. Así sacan a la artillería intelectual de la 4T para defenderla, aunque contradiga las promesas de campaña y lo ofrecido a las víctimas de la violencia durante los foros para la paz. No critiquen o contradigan o cuestionen o exijan explicaciones. Ahora no se vale contradecir, hay que confiar.
Ése es el punto de partida para quienes creen que ser ciudadano actualmente no debe ser un acto de participación y deliberación, sino un acto de fe. AMLO pide cerrar los ojos y persignarse; Pablo Gómez pide cerrar la boca y retirarse. Antes que examinar hay que creer. Hay que actuar con reverencia, en lugar de pedir que Morena legisle con evidencia.
La actitud antidemocrática del nuevo partido hegemónico explica lo ocurrido en la Cámara de Diputados, donde se aprobó "fast track" el dictamen en favor de la creación de la Guardia Nacional. Donde a los representantes del colectivo #SeguridadSinGuerra se les acusó de "porros" y "violentos" por hacer lo que López Obrador y el PRD y Morena hicieron rutinariamente cuando eran minoría: usar la protesta para parar el mayoriteo marrullero del PRIAN.
Descalificaron como Gobierno las conductas que llevaron a cabo como oposición. Así como EPN criticó a la sociedad civil por "bulearlo", AMLO desautorizó a los escépticos de la Guardia Nacional porque nunca habían alzado la voz ante las masacres del pasado.
Cuando decenas de organizaciones de izquierda airearon los abusos de Atenco y Tanhuato y Tlatlaya y Apatzingán y Nochixtlán y Ayotzinapa. Cuando ahora tratan de frenar la militarización precisamente porque llevan años documentando sus efectos. Entienden que AMLO/Morena buscan "resignificar" la presencia permanente del Ejército, para justificar la constitucionalización de la militarización. El Ejército malo que estuvo contra el pueblo, ahora va a ser el Ejército bueno que está a favor del pueblo.
Como lo ha reiterado el Diputado Pablo Gómez, quien presenció y padeció la represión del Ejército: sacar a más militares a la calle no es militarización porque antes lo hacía un Gobierno corrupto ahora lo hará un Gobierno honesto. Como lo ha dicho el Secretario de Seguridad Pública, Alfonso Durazo: se le va a exhortar al Ejército a que sea menos letal. Sentencia Alejandro Madrazo del CIDE y con razón: lo único que se les ocurre es jugar con las etiquetas, jugar con los nombres y jugar con la Constitución.
Pero cambiar el significado de las palabras no cambia la realidad. Y la realidad es que -aun con el dictamen modificado que Morena trató de introducir en el último momento- tal y como está contemplada la Guardia Nacional, el Ejército estará a cargo de la seguridad pública. Por más que digan que los militares son policías, siguen siendo militares. Por más que digan que habrá un mando civil -el Presidente- el mando operativo es militar. El entrenamiento es militar, el equipamiento es militar, la disciplina es militar. Y mientras más se confunden las funciones de Policía y Ejército, más inseguridad, más violaciones de derechos humanos, más violencia. Ése fue el juicio lapidario que la CIDH le endosó al Estado mexicano esta misma semana en uno de los tantos casos de desaparición forzada que involucran al Ejército.
Aplaudible entonces que se haya frenado el intento morenista de avanzar en la ruta equivocada y se haya pospuesto el debate sobre la Guardia Nacional hasta enero. Aplaudible que hayan prevalecido las voces sensatas subrayando el imperativo de escuchar, debatir, y modificar, en vez de arrollar como lo hacía el PRI.
Ojalá AMLO y Morena comprendan que la crítica colectiva no es contra el Ejército, sino a favor de un Gobierno civil. No es contra el uso temporal de las Fuerzas Armadas, sino a favor de desmilitarización gradual. Ojalá usen la legitimidad que tienen y los 30 millones de votos que obtuvieron para construir instituciones civiles que provean seguridad a largo plazo para todos. Argumentan que son diferentes; demuéstrenlo.
fuente.-Denise Dresser/opinion@elnorte.com
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