Ignacio Ovalle, exdirector del Instituto Nacional Indigenista y de la Conasupo, fue designado el jueves 16 como titular de Segalmex, el organismo del próximo gobierno que se encargará de la seguridad alimentaria. Poco antes accedió a una entrevista con este semanario sobre los orígenes de la vocación social de Andrés Manuel López Obrador, a quien conoció e impulsó en la política. La plática se incluirá en la Edición Extraordinaria sobre la trayectoria del presidente electo, que comenzará a circular en breve.
CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- Vestía ropas modestas y ostentaba una actitud resuelta cuando, a los 23 años cumplidos, se presentó ante el director del Instituto Nacional Indigenista (INI), Ignacio Ovalle Fernández, en la Ciudad de México.
Era mediados de 1977 y llegaba con el respaldo del gobernador de Tabasco, Leandro Rovirosa, a quien se lo encomendó el poeta Carlos Pellicer antes de morir, en febrero de ese año.
“Nacho, aquí tenemos un coordinador indigenista que no trabaja bien. ¿Podrías recibir a un joven que me gustaría que se encargara de esa tarea?”, le dijo Rovirosa a Ovalle vía telefónica.
–Encantado. Mándamelo. ¿Cómo se llama?
–Se llama Andrés Manuel López Obrador.
Cuando lo tuvo enfrente, Ovalle le preguntó por qué tenía interés en ser titular del Centro Coordinador Indigenista, como se denominaba al delegado del INI, y López Obrador fue prolijo en planes con los indígenas de Tabasco, como los chontales que bien conocía.
Ovalle se convirtió en el primer jefe de López Obrador, cuya experiencia se reducía a ser profesor y activista en la campaña para senador de Pellicer, El poeta de América.
“Le dije: ‘Mira, tú vas a ser el director del Centro Coordinador Indigenista, pero tengo una regla en el INI: que aunque sea gente tan capaz como tú, se debe ir a un Centro Coordinador que funcione bien para aprender, no a tener amor para el trabajo, sino toda la trama administrativa’. ‘Yo voy’, me respondió”.
Tres meses se capacitó López Obrador en Huayacocotla, en la Huasteca baja de Veracruz, y luego se instaló en Nacajuca, en el corazón de La Chontalpa, donde cimentó su trayectoria política, que en cuatro décadas lo llevó a la Presidencia de la República.
“A mí la vida me puso, por azar, justo en el arranque de su vida pública”, se emociona Ovalle en la entrevista, el mediodía del miércoles 8 de agosto, justo a la hora en que el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) declaró a López Obrador presidente electo.
“Lo va a hacer bien”, confía Ovalle, un viejo priista que fue secretario particular y de la Presidencia con Luis Echeverría, autor del primer estudio profundo sobre la pobreza en México, cuyo combate le encomendó José López Portillo como director del INI y jefe de la Coordinación General del Plan Nacional de Zonas Deprimidas y Grupos Marginados (Coplamar).
“Andrés no sólo era director del Centro Coordinador Indigenista, sino que era coordinador de Coplamar. ¿Qué pasó? Resultó maravillosamente trabajador. No quiero que parezca lisonja oportunista ahora, pero era bárbaro trabajando.”
López Obrador no sólo cumplió con el programa previsto, sino que adicionalmente creó la estación de radio La Voz de la Chontalpa, grabó discos con música indígena, creó los camellones chontales para cultivar en los pantanos y “se sacó de la cabeza un programa de vivienda que movilizó a la gente. Era igualito que en campaña: imparable”.
La vocación social
El jueves 16, López Obrador reveló que Ovalle Fernández será el responsable de Seguridad Alimentaria Mexicana (Segalmex), el organismo del nuevo gobierno que combatirá la pobreza extrema, rural y urbana.
En entrevista, el viernes 17, Ovalle precisa que Segalmex comprará trigo harinero, maíz, frijol, arroz y leche con precios de garantía exclusivamente a los productores más pobres, y con la fusión de Liconsa y Diconsa garantizará el abasto de 36 productos básicos, incluidos cárnicos y pollo, a los habitantes más pobres de zonas rurales y urbanas.
“Es una política para reducir la desigualdad del país, que es la prioridad de prioridades”, afirma, y en cambio niega que sea la reactivación del Sistema Alimentario Mexicano (SAM), política lopezportillista que buscó la autosuficiencia alimentaria del país, porque los precios de garantía serán focalizados.
“Esa es una enorme diferencia con el SAM o con Conasupo. Segalmex va a comprar, a precio de garantía, únicamente a los campesinos más pobres del país. Punto”, subraya.
Niega que sea una política populista: “No estamos, a través de esta política, planteando un Estado omnímodo o excluyente de la actividad privada. ¡Por favor! Estamos hablando de un Estado de bienestar y una lucha contra la desigualdad. Quienes quieran seguir anclados en el viejo lenguaje de populismo, que le sigan llamando como quieran”.
En Europa, Estados Unidos y China, recuerda, el Estado subsidia a sus productores agropecuarios, y en México, “viendo cuadros de pobreza extrema, ¿vamos a quedarnos con los brazos cruzados nada más para que no nos acusen de populistas?”.
Ovalle alude al lema de la primera campaña de López Obrador, “Por el bien de todos, primero los pobres”, y enfatiza que atender a éstos previene flagelos como inseguridad y violencia.
Con el lema “que coman los que nos dan de comer”, López Obrador presentó el programa que encabezará Ovalle, quien conoce como pocos su vocación social.
En una ocasión, evoca Ovalle, el gobernador Rovirosa y él fueron a Nacajuca y llegaron a la oficina de López Obrador, quien andaba en una obra con los indígenas en los camellones chontales. Fueron a verlo: “Tenía los pantalones arremangados, con los pies en el lodo, trabajando con la gente”.
Luego los invitó a su casa, una choza con piso de tierra, donde vivía con su esposa, Rocío, desde 1980, y donde había nacido su primogénito, José Ramón, que jugueteaba en un catre. “Desde aquel entonces algunos, entre los cuales incluyo a Rovirosa, se dieron cuenta de que este muchacho era de buena pasta”.
La oferta de Salinas
Precisamente por su ascendencia con los indígenas, y a recomendación de Ovalle, Enrique González Pedrero invitó a López Obrador a su campaña, en 1982, ya con Miguel de la Madrid en la Presidencia.
“Quizás Andrés no lo sepa, porque nunca lo hablé con él, pero cuando vino la elección de gobernador y González Pedrero era el candidato, yo le dije unas cinco veces: ‘Oye, en Tabasco tienes un cuadro magnífico que se llama Andrés Manuel López Obrador’. No lo tenía en su radar”.
González Pedrero lo invitó y, al ganar la elección, lo designó presidente del PRI, al que intentó democratizar con consultas a la base, lo que terminó por molestar al gobernador y éste lo depuso al cabo de un año.
Ovalle había sido enviado como embajador en Argentina y allá recibió una llamada. Era López Obrador.
–¿Qué pasó, Andrés?
–Oye, Nacho, te hablo para pedirte un consejo. Fíjate que el licenciado González Pedrero me está relevando de la responsabilidad que tengo, pero me está invitando como oficial mayor de su gobierno. Hablo para preguntarte: ¿acepto o no?
Eran mediados de 1983 y Argentina ardía con la victoria de Raúl Alfonsín, que ponía fin a la dictadura militar, sobre la que Ovalle informaba a De la Madrid. Le pidió que le hablara al día siguiente.
–Estuve pensando y te tengo una sugerencia.
–Ya no me la des –le respondió López Obrador–, porque ya resolví.
–¿Qué resolviste?
–No voy a aceptar, porque si tiene el poder para alejarme de una organización en la que influyen otros factores y voluntades, de oficial mayor me quita mañana. Es por dignidad.
La carta de renuncia, dirigida a González Pedrero, está fechada el 16 de agosto de 1983. López Obrador, que firmó el documento como licenciado sin serlo aún, se quedó sin trabajo y sin dinero. Se instaló en la Ciudad de México, en un modesto departamento, donde Ovalle lo visitó en un viaje que hizo de Argentina para darle una noticia.
“¡Ya tienes trabajo, mano!”, le dijo Ovalle cuando le abrió la puerta. Venía de las oficinas de la directora del Instituto Nacional del Consumidor (Inco), Clara Jusidman, a quien le fue a pedir empleo para el tabasqueño.
“Tu amigo va a tener trabajo, no te preocupes, pero te quiero pedir un favor: recomiéndame a alguien trabajador con sensibilidad social, que no sea nada más de oficina ni de banqueta, que sepa caminar entre el polvo y que no tenga desprecio por la gente necesitada.”
–¡Es al que te vengo a recomendar! –respondió Ovalle.
López Obrador se hizo director de Promoción Social del Inco y adquirió a crédito un departamento en Copilco. Fue el tiempo en que escribió Los primeros pasos. Tabasco 1910-1967 y Del esplendor a la sombra. La República Restaurada: Tabasco 1867-1876, sus primeros dos libros.
En esos años López Obrador y su esposa Rocío visitaron a Ovalle en Argentina: “Esto no lo sabe nadie, pero me fueron a ver por afecto y tal vez gratitud. Estuvieron, sin niños, tres o cuatro días”.
Tras la fraudulenta elección de julio de 1988, siguió la de gobernador de Tabasco. El FDN le propuso la candidatura y, otra vez, buscó telefónicamente a Ovalle, quien era embajador en Cuba, para visitarlo.
“Me dijo: ‘Te adelanto y allá hablamos: fíjate que me están invitando como candidato a gobernador por el FDN y quiero conocer tu opinión.”
Pero no llegó, y le dijo por qué: “Ya no voy a ir, porque ya decidí”.
–¿Qué decidiste?
–Voy a aceptar. Me voy de candidato.
Y lo fue. Salinas, como presidente electo, todavía trató de hacerlo desistir ofreciéndole un puesto en el gabinete social. Ovalle fue el mensajero.
“Un día que vine a México del régimen me piden hablar con López Obrador para ver si el viejo amigo podía persuadirlo de dejar la candidatura. Le ofrecían integrarse al gabinete ampliado en algún cargo social.”
–¿Con Salinas?
–Sí, yo estaba en el gobierno y fui a hablar con él.
La cita fue en un hotel de Palenque, Chiapas, a la que López Obrador llegó tarde después de un día de campaña.
–Tengo que cumplir un encargo. Hay una oferta si tú te retiraras de la candidatura.
–No, yo no puedo. ¿Pero qué opinas?
–Te quiero y te respeto mucho. Sigue en la campaña. Yo cumplo un encargo, pero de ninguna manera voy a ejercer una presión en ti, porque sé que tu actitud es auténtica.
La propuesta era de Carlos Salinas, a través de un personaje cuyo nombre Ovalle dice no recordar, “muy cercano” a su hermano Raúl. “A mí no me buscó el licenciado Carlos Salinas, no hablé con él personalmente”.
–¿Pero era, sin duda, mensaje de Salinas?
–Sí, era un mensaje del gobierno entrante.
“Huelo a gas”
Ovalle dejó de ver durante años a López Obrador hasta que, en 1994, éste volvió a ser candidato del PRD a gobernador ante el priista Roberto Madrazo, en un conflicto que ya debió atender el entonces presidente entrante, Ernesto Zedillo.
Y fue Zedillo como presidente electo, a través de quien sería su secretario de Gobernación, Esteban Moctezuma, quien le pidió intervenir ante López Obrador para distender el conflicto, en particular en las presidencias municipales, junto con otro personaje.
“Era un hombre cercano a Esteban Moctezuma que se llama Juan Gabriel Valencia, quien me acompañó a las entrevistas con Andrés”, dice Ovalle, a quien la presencia de este personaje impedía una comunicación adecuada con su amigo.
Hasta que un día se vio a solas con él, en el traspatio de su casa de Villahermosa. “Yo le dije que en los municipios donde no estuviera absolutamente convencido de que su gente había ganado, no se desgastara, pero en los que estuviera totalmente convencido de haber ganado, no dejara de luchar. Hasta donde recuerdo, eso fue lo que siguió haciendo, pero no sé cuál fue el desenlace final”.
Cuando López Obrador ganó la jefatura de gobierno del Distrito Federal, en 2000, invitó a Ovalle a su gabinete, pero éste no aceptó. “Huelo a gas, no te convengo”, le respondió.
Y es que, como director de Conasupo en el sexenio de Salinas, Ovalle fue involucrado en el caso del asesinato de José Francisco Ruiz Massieu, cuya autoría intelectual se le atribuyó a Raúl Salinas, quien estuvo bajo su mando en la paraestatal.
“Cuando Salinas me invitó a hacerme cargo de Conasupo, Raúl ya era director de Planeación. Yo dirigí realmente, pero no me pasa por alto la percepción de que la presencia de un hermano del presidente hacía sospechar de la verdadera autoridad de Conasupo.”
Diputado federal priista en el primer trienio de Ernesto Zedillo, Ovalle se retiró de la política. En 2006, cuando se preveía que ganaría la Presidencia de la República, López Obrador volvió a invitar a Ovalle, quien aceptó y le pidió que le dejara seguir dando sus cursos sobre valores los fines de semana. “Y me dijo: ‘Eso no, de ninguna manera, porque lo que tú haces, si beneficia a alguien, beneficia a decenas o hasta centenas de personas, y aquí en el gobierno es para beneficiar a millones’. La verdad, tenía razón. Me mató el caballo”.
“Voy a decir una cosa que para algunas personas puede ser trivial, pero no para mí: Andrés es un buen hombre. Tiene bondad en su corazón. Puede tener formación ideológica, sí, todo eso cuenta en la vida, como ser un buen técnico, pero hay que tener nobleza en el corazón.”
*Este texto se publicó el 19 de agosto de 2018 en la edición 2181 de la revista Proceso.
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