Si es posible dividir el paraíso del infierno, las
autoridades de Mazatlán lo hicieron con una línea azul: una raya en calles y
avenidas de importantes sectores de este puerto que los turistas nacionales y
extranjeros deben seguir si no quieren verse en peligro, incluso de muerte.
La línea empieza en el muelle, adonde llegan turistas de
cruceros; atraviesa la calle Emilio Barragán, se adentra en el sector llamado
Playa Sur (entre el muelle y el centro histórico), sigue por la avenida
Carnaval, cruza el bulevar Miguel Alemán y termina en las escalinatas de la
plaza Machado y el teatro Ángela Peralta.
Seguir o no esta raya en bicicleta, a pie, en taxi o en
automóvil propio puede ser la diferencia entre quedar en medio de un tiroteo o
disfrutar el sol mazatleco, el viento marino, una cerveza frente a la puesta
del sol o un café en el viejo malecón.
Mazatlán se pudrió. Su violencia compite con la de
Culiacán, capital del estado. En los primeros 30 días de este año se han
cometido en Sinaloa por lo menos 106 asesinatos, 40 de ellos en el puerto de
Mazatlán y el resto en Culiacán y otros municipios.
El gobierno de Quirino Ordaz Coppel empezó el último día
de 2016 y los grupos del narcotráfico ya se hicieron notar. El comandante Juan
Antonio Murillo, ex secretario de seguridad pública de Mazatlán y funcionario
de la Procuraduría de Justicia del estado, fue herido a balazos y dos de sus
tres escoltas murieron.
Otros dos agentes, entre ellos el supervisor operativo de
la policía municipal de Culiacán, fueron secuestrados y el 27 de enero un
comandante se enfrentó a tiros con un grupo de presuntos sicarios en la
capital.
Mazatlán, otrora puerto seguro y apacible de habitantes
que se levantan tarde y visten pantalones cortos y chanclas para trabajar, de
borrachera temprana y bohemia eterna, está enfermo de inseguridad y violencia
provocadas por el narcotráfico.
El cártel de los Beltrán Leyva
–presuntamente en alianza con con células de cártel Jalisco Nueva
Generación– lucha a muerte con el cártel de Sinaloa
por el mercado de la droga en el sur del estado.
Hasta ocho asesinatos en un día
La incidencia delictiva en esa región ha aumentado desde
2016. Células de organizaciones rivales del cártel de Sinaloa
ingresan por la frontera con Nayarit y operan desde Escuinapa, El Rosario,
Concordia y Mazatlán, cuya serranía, en el norte del municipio, sirve de
guarida para grupos armados.
De un lado, el infierno, las balas, la nada. Del otro,
las patrullas, las operaciones policiacas, los servicios de guías y
orientación. Todos lo saben, incluso los que ofrecen servicios y productos a
turistas, sobre todo cruceros, que dejan más ganancias a la industria local y
al comercio.
Los taxistas, propietarios y conductores de pulmonías (vehículos
de alquiler descubiertos y sin ventanas, preferidos por los paseantes) y
quienes ofrecen paseos en embarcaciones menores saben que hay que seguir la
línea azul.
Igual hacen con la violencia. Se habla bajito para
referirse a ella y no afectar al turismo. “Ni se te ocurra ir a la
Lázaro”, dice un estudiante de la Universidad Autónoma de Sinaloa a otro que no
es del puerto. La colonia Lázaro Cárdenas está a un par de kilómetros del
centro y a tres o cuatro calles de la línea azul. Ahí hay drogas, armas,
asaltos, robos, balaceras.
“
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“Fue como una lluvia de balas”, aseguran vecinos a los
reporteros en alusión a lo sucedido el 2 de diciembre de 2016, cuando un grupo
armado atacó a vecinos de la Lázaro Cárdenas en la calle Teniente Azueta. Tres
hombres murieron y uno fue herido cuando intentaba huir en una motocicleta.
Este año ha habido hasta ocho homicidios en un día en Mazatlán.
Las operaciones policiacas han sido infructuosas. Con el
nuevo gobierno estatal, cerca de mil 800 elementos de la Policía Militar están
en los 18 municipios de la entidad y empezaron por Mazatlán. El 27 de enero
capturaron a 14 hombres, la mayoría asaltantes, narcomenudistas,
vándalos y pandilleros. Ni un solo pistolero de cualquiera de los dos bandos.
Éstos, como los buenos boxeadores, entran, golpean y se van.
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”
“Calladitos. Los asesinatos se dicen en voz baja, para no
afectar al turismo”, cuenta una empleada de un restaurante cuando se le
pregunta sobre la ola de homicidios nunca vista en Mazatlán, y menos en tan
poco tiempo.
Un taxista afirma que es “un problema entre la gente
de la droga”, pero “lamentablemente está afectando a todos”. Teme que de
nuevo las compañías de cruceros pongan a Mazatlán en la lista negra y dejen de
llegar turistas.
Desde que llegan al puerto, antes de bajar de los
cruceros, a los paseantes se les advierte: sigan la línea. En el trayecto de la
línea azul, los turistas se topan con agentes de las policías municipal y
estatal preventiva, hasta llegar a la plaza o jardín principal, la catedral y
el mercado.
Seguir la línea puede ser la diferencia. Desviarse de la
raya azul pintada en la superficie de bulevares, en las aceras del malecón y en
las calles significaría adentrarse en el patio trasero de esta ciudad, la
segunda en importancia de Sinaloa, manchada de cadáveres y mensajes colocados
sobre ellos, trastocada por los pasos infernales de gatilleros de ambos bandos.
Por eso, la línea azul la siguen taxistas, prestadores de
servicios turísticos y paseantes. Hay que seguirla para mantenerse apartado del
infierno que colinda con el precario y herido paraíso mazatleco.
Fuente.-
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