La DEA asegura que, además de inundar las calles de Estados Unidos con heroína, cocaína y otros derivados de la amapola, los cárteles mexicanos se han entregado a un negocio infinitamente más rentable: producir el demonio de moda: el fentanilo. La droga que mató al actor Philip Seymour Hoffman y acabó más tarde con el cantante Prince.
En un reportaje publicado en El País en fechas recientes, Jan Martínez Ahrens reveló la existencia de un laboratorio de fentanilo en Filo de Caballos, un poblado de la sierra guerrerense que se halla bajo el dominio de los Guerreros Unidos, el grupo relacionado con la desaparición de 43 estudiantes de la normal rural de Ayotzinapa, y al que la PGR considera una filial del Cártel Jalisco Nueva Generación.
Repito aquí el lugar común: el fentanilo es una droga 50 veces más poderosa que la heroína y cien veces más potente que la morfina. Se elabora a partir de productos químicos, lo que evita los riesgos que entrañan la siembra, el cultivo y la cosecha de amapola.
El fentanilo permite, por lo demás, obtener 20 veces más ganancias que con la venta de heroína.
Un kilo de fentanilo puro se puede convertir en 24 kilos al “cortarse” y mezclarse con otros agentes. La venta de un solo kilo llega a generar, de este modo, una ganancia superior al millón de dólares.
Se trata de una droga tan potente que puede ser consumida, incluso, por el simple contacto con la piel. Una cantidad minúscula podría ocasionar consecuencias devastadoras en el cuerpo humano.
Hace diez años, una serie de muertes ocurridas en Detroit y en Chicago por sobredosis de fentanilo llevó al descubrimiento de un laboratorio clandestino instalado en el parque industrial Lerma, en el estado de México. El laboratorio fue cateado por agentes federales. Se hallaron varios kilos de esa sustancia. Uno de los detenidos, Alfredo Valdez Torres, extraditado en 2010 a Estados Unidos, aceptó que había enviado un correo electrónico a una compañía china, la cual aceptó venderle diez kilos de un precursor del fentanilo conocido como PNP (su venta no está prohibida en China).
Valdez Torres y otros cómplices lograron colar la droga a varias ciudades de Estados Unidos. El gobierno de aquel país no revela aún cómo lograron Valdez Torres y sus cómplices que la droga llegara a las calles estadounidenses, pero entre nosotros la palabra “Lerma” está asociada al municipio del estado de México en el que fue detenido Edgar Valdez Villarreal, La Barbie, encargado del trasiego de drogas de los hermanos Beltrán Leyva en el estado de Guerrero (de los remanentes de ese grupo surgieron, a la muerte de Arturo Beltrán, los Guerreros Unidos).
Entre septiembre de 2013 y marzo de 2014, 37 personas murieron en el estado de Maryland por consumir dosis de heroína “contaminada con fentanilo”. En febrero de 2014 se reportó que 80 personas habían fallecido en la costa este por la misma causa. La DEA lanzó una alerta contra “la epidemia de fentanilo”.
En 2014 las autoridades estadounidenses decomisaron cuatro kilos de esta sustancia en la frontera con México. No era nada. En el transcurso del año siguiente, según dijeron, la cifra se disparó: cien kilos incautados.
Ese año, dentro de un contenedor, fueron hallados 70 kilos más. La sustancia había salido de China. Su destino era México.
La DEA dice que esta droga se ha convertido “en el corazón de la comercialización de los cárteles mexicanos”. La semana pasada se anunció incluso la creación de un grupo binacional México-Estados Unidos contra el fentanilo. Según la procuradora Arely Gómez, el grupo obedecía a la preocupación por las muertes causadas por la droga.
Lo cierto es que en México existen pocos datos sobre esa sustancia.
No hay reporte de muertos por sobredosis de fentanilo, ni cifras de decomisos relacionados con esa droga: vagamente se habla de una confiscación de 27 kilos ocurrida hace un año en una pista de Sinaloa.
De verdad, ¿eso es estar en “el corazón de la comercialización de los cárteles mexicanos”?
Parece que no. A menos que haya una historia que no nos han contado.
Hay que seguir el rastro del fentanilo.
Fuente.-@hdemauleon