¿A quién creerle? El secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, dice que en los enfrentamientos en Reynosa, los grupos criminales no pretenden rescatar a sus líderes ni enfrentarse a las fuerzas federales, sino llamar la atención e infundir miedo.
El comisionado nacional de Seguridad, Monte Alejandro Rubido, dice en cambio, que la violencia se debe al combate entre dos “grupúsculos” desdoblados de los cárteles de las drogas, por la plaza. Declaración política, contra diagnóstico de la situación, que los sacuden en contradicciones irrelevantes ante la opinión pública. En ambos casos, tiran la estadística del éxito, con el número de criminales detenidos o muertos.
Pero la política federal en materia de seguridad no puede sustentarse en frases ocurrentes o estadística abstracta, ni se queda en el bipolarismo de la lucha entre buenos y malos. Esta forma de aproximarse al fenómeno de la violencia que heredó el gobierno del presidente Enrique Peña Nieto, soslaya la zozobra social en aquella maltratada ciudad de la frontera con Texas. Críticos permanentes del gobierno de Felipe Calderón, ha hecho exactamente lo mismo que la administración previa: definir la victoria contra el mal en términos de capturas y muertes, sin importar los demás. Como por ejemplo, los niños, el futuro de México.
El doctor José Antonio Lara Peinado, un psicoanalista especializado en pacientes esquizofrénicos, viajó el año pasado a Reynosa para participar en un congreso internacional de Educación organizado por la Universidad Pedagógica Nacional, donde dio una conferencia y un taller sobre cómo trabajar con niños agresivos inmersos en la violencia y la delincuencia. Desde entonces ha regresado seis veces a Reynosa a trabajar en esta problemática, y se ha expandido a otras escuelas públicas y privadas tamaulipecas, en Tampico y Matamoros, donde ha recogido experiencias dramáticas.
“Los niños juegan al secuestrado, cobran derecho de piso por comprar en la cooperativa o por dejar que sus compañeros entren al baño en el receso, (además de) amenazar a los docentes”, dice el doctor Lara Peinado. Lo que hacen los niños es reproducir lo que ven en su entorno de manera sistemática. “Me tocó estar hace un par de semanas dando un taller para la primaria ‘Ignacio Zaragoza’ de Reynosa, justo un día después de las balaceras y bloqueos. Tan sólo a unas cuadras de la primaria se contabilizaron nueve muertos. En las colonias cercanas, la cantidad de fallecidos también era alta. Niños de cuarto año narraban cómo desde su salón veían pasar camionetas con cadáveres apilados”.
Reynosa, afirma, es una ciudad llena de “halcones” –que son los jóvenes, en su mayoría, encargados de la vigilancia en las calles-, pese a la presencia del Ejército y la Policía Federal. “Es fácil identificar a los maleantes por la impunidad con la que circulan en la ciudad”, dice. Los niños ven estas escenas diariamente y se han vuelto parte de su vida diaria. Este fenómeno derivado de la violencia en las calles, es lo que en Estados Unidos se ha descrito como una “epidemia de salud pública”, a la que están expuestos los niños. La doctora Joy D. Osofsky, profesora de salud pública y psiquiatría en la Universidad Estatal de Louisiana, tiene un texto seminal sobre el impacto de la violencia en los niños, donde asegura que aquellos expuestos a violencia crónica tienen problemas en sus periodos transicionales de crecimiento. Se genera un trauma severo en esos grupos, de coraje y agresión, con el cual tienen que luchar durante su adolescencia o cuando se confrontan con experiencias posteriores. La violencia a la que son expuestos los niños, elevan las probabilidades de que cuando crezcan, sean personas violentas.
El doctor Lara Peinado dice que el problema no está sólo en las ciudades tamaulipecas. Hace algunas semanas estuvo en El Oro, Durango, a poco más de 300 kilómetros de la capital, donde dio un taller sobre “Malestar Docente”. Para su sorpresa, descubrió que ahí no hay policías. “Son los grupos delincuenciales los que a plena luz del día y con armas largas controlan la vida del pueblo”, asegura. ¿Qué tipo de imágenes puede almacenar la cabeza de un niño cuando lo único que ve son personas vestidas de civil con armas largas que utilizan para mantener su orden? ¿Qué tipo de malformación puede incubar una niña cuando ve el trato de meretrices que dan a muchas mujeres los criminales de más baja ralea sin que tenga consecuencia su abuso?
Lara Peinado ha trabajado con maestros en Tierra Caliente en Michoacán, en el estado de México, Sinaloa, Tamaulipas y Ciudad Juárez, mediante técnicas y juegos para que los niños desplacen, proyecten y sublimen los estímulos de muerte y violencia anidados en su cabeza, con lo cual, afirma, se ha logrado que calmen la ansiedad y la angustia. Como él, hay otros especialistas en México que hacen ese trabajo anónimo y focalizado, que saben que no resuelve el problema en definitiva, pero les ayuda a escapar, cuando menos interna y efímeramente, de su cotidianeidad violenta.
Entonces, ¿dónde están los niños de Reynosa y de la nación en las estrategia del gobierno federal en el combate a los criminales? Ni siquiera son parte del discurso. Qué vergüenza deberían sentir ante la insensibilidad e irresponsabilidad política e histórica por todo lo que han dejado de hacer. Qué impotencia deben sentir tantos, que sólo tienen como recurso de protesta y acción, gritarles—lo que no sirve para nada.
Fuente.: @rivapa/EjeCentral