México vive la continuación de su tragedia en seguridad: un país donde las gráficas oficiales sonríen mientras los muertos siguen en el piso y los extorsionadores te cobran hasta por respirar. Los informes del Gobierno brillan como folletos turísticos —“bajan los homicidios, sube la esperanza”— pero en el fondo el país palpita como un cadáver maquillado. La estadística presume vida, aunque el campo huele a pólvora y limón agrio.
En los mapas del poder, el narco ya no es ese comerciante de polvo blanco; ahora se volvió burócrata territorial, cobrador del SAT criminal.
Los Viagra en Michoacán que fueron aliados del gobierno y el ejercito, ya no venden droga: venden permisos para existir. Dictan días de corte, tarifas por kilo y hasta deciden cuándo florece el limón. El Estado observa desde la barrera, atontado, repitiendo que tiene todo “bajo control”, mientras el control hace rato cambió de manos.
El asesinato de Bernardo Bravo fue solo el recibo de la nueva normalidad: firmar acuerdos con quien impone las reglas a punta de cuerno de chivo. Bravo quiso negociar con el infierno una rebaja, y el infierno le cobró la audacia en efectivo. En otras latitudes lo llamarían terrorismo económico; aquí le decimos simplemente “la cuota”.
La extorsión ya no es un delito: es una industria. Se regulan los limones, los pollos, el transporte, la carne,as tortillas, los huevos y hasta los sueños. Donde antes el narco reinaba con glamour de película de traficantes de mota y cocaina, ahora reina la lista en mano, calculando quién paga, cuándo y cuánto. Un país de cobradores y cobrados, donde las balas sustituyen al recibo fiscal.
El discurso oficial seguirá en modo triunfalista, repartiendo porcentajes y abrazos. Pero mientras tanto, en los pueblos del Bajío , la Tierra Caliente o el Norte infame, los verdaderos ministros de economía son tipos con botas, fusiles y apodos de caricatura. La extorsión se volvió el nuevo petróleo mexicano: brota de todos lados, contamina todo y nadie sabe cómo detener el derrame, solo lo esconden bajo el sofá y esta resultando harto difícil encubrirlo.
Con informacion: PABLO FERRI/DIARIO ESPAÑOL/ELPAIS/ Aristegui/

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