En un país donde la impunidad se ha vuelto costumbre y enfermedad,el espectáculo que ofrece el Senado de la República raya en la afrenta. Mientras la nación aguarda respuestas, el autodenominado “narcosenador” Adán Augusto López Hernández, con 37 denuncias federales acumuladas y un historial que en cualquier democracia funcional bastaría para apartarlo del servicio público, sigue cómodamente instalado en su escaño, distraído, viendo fútbol en plena sesión.
No hay sanción. No hay vergüenza. No hay consecuencia. Solo hay complicidad secundada por obligación inmoral de la Presidenta Claudia Sheinbaum.
El poder legislativo, que debería actuar como garante de la ética política, se encoge de hombros. En lugar de exigir rendición de cuentas, ha decidido castigar a quienes hacen su trabajo: la prensa. Los reporteros gráficos fueron desalojados, censurados, acallados. El mensaje es brutal en su sencillez: aquí no se incomoda al poder, aquí se protege al intocable.
Mientras se discuten reformas, presupuestos y políticas que afectan la vida de millones, el jefe de la bancada oficialista mira deportes y sonríe. Ya ni siquiera se esconden; la impunidad es confesión pública. El Senado, al tolerarlo, se convierte en cómplice moral de esa falta de respeto abierta hacia la institución que dicen representar.
El problema no es una tableta ni un partido de futbol. El problema es el desprecio por la responsabilidad, la burla al cargo y la omisión de un Congreso que ha renunciado a fiscalizar, a sancionar, a ser contrapeso. En lugar de un poder republicano, asistimos a un club de lealtades mutuas, un refugio de privilegios donde la vergüenza se extinguió hace tiempo, mientras el pais arde.
Falta de vergüenza que no es privativa de Morena,en septiembre de 2018,el entonces Senador Panista,hoy Diputado Local de Tamaulipas,fue sorprendido por REFORMA «queriendo zumbar a una modelo».

Con informacion: ELNORTE/

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