A Francisco Cuéllar, alias «Paco Cuellar», el corrupto corruptor de los medios de «confusion» en Tamaulipas,le acaba de reventar el escandalo del dinero de los fondos públicos que ya esta en los bolsillos familiareas.
Resulta que el jefe de comunicación social del gobierno de Morena en Tamaulipas, bajo el mando de Américo Villarreal, se graduó como el sumo sacerdote del cochupo, el chayote y el embute, y ahora, ni con un ejército de bots pagados por la «T» de Tamaulipas, ha logrado contener o tapar el hedor a corrupción que se le pega como sombra en pleno entremado familiar.
El rey del chayote y el embute
A Cuéllar le soltaron más de 500 millones de pesos que debían ser para la imagen gubernamental. ¿Resultado? El gobernador terminó empantanado en los últimos lugares de aprobación popular. ¿Por qué? Porque el presupuesto se transformó en cirugía estética para la esposa, Rosy Rodríguez, obsesionada con lucir joven mientras su maridito se daba sus escapadas con jovencitas, y el dinero público se volvió el filtro de Instagram de la política local.
La familia, S.A. de C.V.
Pero la cosa no termina en el botox ni en el closet de lujo. La operación Cuéllar-Rodríguez convierte a Rosy en la administradora maestra, quien, junto con la sobrina estrella, Pepillo Quintanilla, usaron empresas fantasma, contratos inflados y una red de medios inexistentes para llenar sus bolsillos y financiar paseítos en helicóptero, racers de millón de pesos y negocios relámpago que hacen sospechar que el único mérito familiar es saber cobrar del mismo dinero de los que cobran por callar para que los ciudadanos no se enteren.
El hijo, la noche y los millones
El hijo de Cuéllar no se queda atrás: automóviles de alta gama, negocios que aparecieron como hongos después de la lluvia y turismo de alto vuelo; todo financiado por la caja chica de los recursos públicos. El clan Cuéllar-Rodríguez se volvió millonario con fondos que debían ser para la comunicación social, pero el gobernador, en vez de mejorar su imagen, no solo es el hazmerreír de la opinión pública,ademas de narco consumado y traficante del huachicol declarado en sociedad con Carteles y aduanas militares.
El epicentro del desastre
Las balas ya están zumbando cerca: la familia Villarreal intervino y empezó a cortar cabezas de los socios principales del escándalo, mientras la Fiscalía Anticorrupción arma expediente. Aunque algunos se fueron con las manos llenas, Cuéllar tiene que seguir despachando con cara de póker, como buen sobreviviente del naufragio administrativo, pues es recomendado de otra lacra identificada como Jesus Ramirez,el corruptor de la prensa nacional.
El cochupo institucionalizado
La joya de la corona es el sistema de convenios publicitarios inflados que Cuéllar Cardona usó para comprar a medios y periodistas peluches: facturas de 200 mil pesos mensuales a reporteras consentidas mientras cadenas reales recibían limosnas, y la indignación ardía como tequila en grano. ¿Transparencia? Aquí la única claridad fue la de los sobres amarillos volando bajo la mesa.
En resumen, Paco Cuéllar, el corrupto corruptor de manual, es el arquitecto del saqueo institucional más descarado del sexenio, y ni los reacomodos ni los comunicados de la oficina de prensa logran maquillar el agujero negro que le hizo a los fondos públicos. En Tamaulipas, la corrupción deja huella, y el epicentro tiene apellido Cuéllar.
Con informacion: @Redes/

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