La historia del narcotraficante Rafael Caro Quintero se quedó detenida en un día de principios de febrero de 1985. El asesinato del agente Enrique Kiki Camarena vinculó para siempre los días del delincuente a los de la Administración para el Control de Drogas de Estados Unidos (DEA, en sus siglas en inglés).
Más de 35 años después, la agencia estadounidense insiste en su vieja obsesión: la prioridad número uno es detener al líder del extinto cártel de Guadalajara. Para conseguirlo prometen 20 millones de dólares a cambio de información que pueda conducir a su captura. Una cifra exorbitante que dobla la recompensa ofrecida por Nemesio Oseguera-Cervantes, alias el Mencho, cabecilla del Cartel Jalisco Nueva Generación (CJNG), y que supera a la del capo de Sinaloa Ismael El Mayo Zambada. ¿Por qué ha convertido la DEA de nuevo a un hombre de 68 años, que cumplió 28 en prisión y lleva siete fuera de los focos, en el narcotraficante más buscado? El resumen de los expertos coincide: Caro Quintero tiene una deuda pendiente.
“Esta designación quiere mandar el mensaje de que la DEA no olvida”, señala el analista de seguridad Alejandro Hope. “La agencia, que es una institución con memoria larga, se guía por agendas personales más que por la peligrosidad que pueda suponer Caro Quintero”, añade. En la misma línea, Lilian Chapa, investigadora del World Justice Project, apunta que “definitivamente” no es la principal amenaza para la seguridad de México o Estados Unidos.
La periodista Anabel Hernández, autora de los libros sobre el cártel de Sinaloa Los señores del narco y El traidor, también asegura que no es el más poderoso: “No tiene comparación con, por ejemplo, la hegemonía total del Mayo, líder de líderes. Llama la atención que para un hombre, cuya organización tiene presencia en más del 60% del planeta, pidan mucha menos recompensa”. Hernández concluye: “Caro Quintero es una piedra del zapato, desde el asesinato de Camarena y desde que fue liberado en 2013″.
Así los análisis llevan al mismo desenlace: tanto el Mayo, el Mencho o incluso los dos hijos del Chapo Guzmán son más relevantes en el flujo de drogas de México que Caro Quintero. Todo vuelve, entonces, a aquel día de febrero.
Lo ocurrido en 1985 ya ha ocupado las portadas y ha inspirado los libros y guiones, pero sigue siendo el origen de decisiones actuales. Camarena era un agente estadounidense que, infiltrado en el cartel de Guadalajara, desmanteló una gigantesca plantación de marihuana, ubicada en el llamado rancho del Búfalo. La versión oficial indica que, en represalia, los narcotraficantes lo asesinaron a él y al piloto con el que inspeccionaba los sembradíos de droga, Alfredo Zavala. Sus cuerpos aparecieron, un mes después de ser secuestrados, en una zanja a 150 kilómetros de Guadalajara. Los informes revelaron que habían sido salvajemente torturados.
Caro Quintero fue detenido poco después en Costa Rica. También fueron arrestados los otros dos líderes del cartel, Félix Gallardo El Padrino y Ernesto Fonseca Carrillo Don Neto. Otro de ellos, conocido como El Príncipe cumplió casi 30 años de prisión por este asesinato. En 2013, un tribunal lo dejó en libertad por un defecto de forma en una sentencia que fue invalidada poco después. Desde entonces no se lo ha vuelto a ver.
¿Qué hizo el narcotraficante después de salir de la cárcel? ¿Se reagrupó para disputar el territorio al Chapo? ¿Se alió con los Beltrán Leyva? Así lo sostienen los servicios de inteligencia militar estadounidense y la fiscalía mexicana. En estos días, tras el anuncio de la DEA, se reavivaron las teorías que apuntan que Caro Quintero volvía a ser como “en los viejos tiempos” con una presencia “apabullante” en Sonora, control en Baja California y Chihuahua. Este mismo viernes y tras una solicitud de la Corte de Nueva York, la Fiscalía General de la República (FGR) inició el proceso para decomisar tres de sus propiedades en Zapopan (Guadalajara): un inmueble, un local y un rancho, según informó el grupo Reforma.
Pero, ¿qué se sabe de sus operaciones actuales? “Muy poco. Ha mantenido una presencia discreta desde que salió de la cárcel en 2013. Sí ha de tener operaciones, hay reportes que lo ubican, y tiene que estar traficando y cultivando, pero lejos de sus épocas de gloria y de ser el narcotraficante más importante de México”, señala el analista mexicano Alejandro Hope.
“No quiero saber nada de narcotráfico”
En una entrevista con Anabel Hernández en 2016 para la revista Proceso, Caro Quintero aseguró estar alejado del negocio. “Yo ya no soy un peligro para la sociedad. No quiero saber nada de narcotráfico. Si algo hice mal, ya lo pagué”, dijo tras negar su participación en la muerte de Camarena. Hernández, que también habló con el narcotraficante en 2018, duda de las afirmaciones que apuntan que tenga un control en Sonora. “Yo no lo vi en Sonora. En 2018, donde él sentía que estaba protegido y se escondía no era allí. Su lugar de seguridad, su matriz, está en Sinaloa. No creo que sea capaz de crear un imperio en la tierra de Sonora, donde manda el Mayo Zambada”, explica por teléfono desde Europa la periodista.
Hernández reconoce que el panorama del narcotráfico en México desde 2018 se ha moldeado mucho: los Beltrán Leyva están casi extintos y el CJNG ha ganado hegemonía y poder. “Pero no podría decir que ha regresado. Me parece ilógico que un capo que se esté dedicando al gran tráfico de drogas reciba en dos ocasiones a una periodista. No contaba con un gran personal, ni con instalaciones. Parecía un hombre acabado”, señala.
La etiqueta del más buscado por la DEA y la incautación de las propiedades de Caro Quintero tienen lugar poco después del último gran escándalo del narcotráfico en México: la detención del general Salvador Cienfuegos en Los Ángeles, acusado de delitos de drogas y de lavado de dinero, y su posterior entrega a las autoridades mexicanas para que fuera juzgado en el país. Al guion de cine, se suma la exclusiva de la agencia Reuters sobre que el Ejecutivo mexicano se había comprometido a arrestar a un alto capo a cambio de traer de vuelta a Cienfuegos.
“El acuerdo suena verosímil, pero es solo una hipótesis”, valora Lilian Chapa. La analista, experta en seguridad nacional, considera que la entrega de Cienfuegos “es un acto sin precedentes de confianza” en el sistema de justicia de EE UU a México. Siendo dos sistemas con prioridades radicalmente distintas. “Como es el caso de Camarena, en EE UU cuando se priva de la vida a un agente del Estado, las consecuencias son muy duras. En México, los homicidios de agentes quedan impunes. Es una de las principales debilidades del Estado”. Hoy, más de 30 años después, Caro Quintero sigue con una deuda pendiente con el sistema estadounidense y México, con sus agentes.
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