En el Puerto de Veracruz, el motor industrial del tercer Estado más poblado de México, los barcos descargaban sus mercancías con normalidad este lunes. Desde el malecón, Mercedes Reyes atiende como cada día su puesto de hielos y raspados de frutas. “Yo querría pero no puedo parar. Nosotras vamos al día”, dice mirando de reojo a su hija de 9 años, sentada a su lado. Reyes, 36 años y madre soltera, no ha podido sumarse a la huelga, pero cuenta que sí lo han hecho dos de sus hermanas, una maestra y la otra administrativa en una multinacional.
Veracruz es el Estado con más feminicidios. Desde aquí se propagó la convocatoria al paro nacional del 9 de marzo. Fue el colectivo Las Brujas del Mar, nacido en septiembre, el que impulsó la acción en redes. Arussi Unda, una de sus voceras, coincide con Reyes en el seguimiento del paro: “Lo están secundando más las empresas transnacionales que los negocios locales”. Lo más relevante es la respuesta de las instituciones. “Nos ha llamado el Instituto de la Mujer para organizar talleres y también algunos alcaldes para hablar de los pliegos petitorios que les entregamos”, añade Unda.
Además de liderar en feminicidios, superando al Estado de México a pesar de contar con la mitad de población, Veracruz es también uno de los pocos Estados que ha emitido dos alertas de género, un mecanismo ideado para generar políticas públicas de prevención y acceso a la justicia. “Sin embargo, nos siguen matando. O el protocolo no está sirviendo o lo están empleando mal”, incide Unda. Entre las demandas del movimiento feminista local destacan la creación de una fiscalía especializada en violencia machista y desaparición forzada, servicios de salud integrales y refugios para las mujeres víctimas de violencia.
En el Estado más letal para las mujeres, no existe ni siquiera un refugio. “Si no se las puede sacar a un espacio seguro, es imposible romper el ciclo de violencias”, explica Judith Muñoz, otra de las Brujas del Mar, afónica tras la marcha del domingo, que califican de histórica. “Marcharon mujeres de posición alta con otras de bajos recursos. Es un hito. Aquí nos sentimos muy aisladas, no hay con quién hacer un frente unido”.
Durante casi 90 años, Veracruz fue un castillo inexpugnable del PRI. El último gobernador tricolor, Javier Duarte, simbolizó la descomposición final de las instituciones estatales. Encarcelado desde 2017 y con un puñado de causas abiertas por el formidable saqueo de las arcas públicas y vínculos con el crimen organizado, su política de tierra quemada incluyó licitaciones amañadas, empresas fantasma, desvío de recursos, récord de periodistas asesinados, más fosas clandestinas que municipios y grupos paramilitares incrustados en la estructura estatal para desaparecer sistemáticamente a supuestos criminales.
Barrido el PRI, en los últimos cuarto años ha dado tiempo a que la ocuparan el gobierno estatal tanto el PAN -derecha mexicana- como Morena (izquierda). “Da igual cuál sea, la mujer nunca ha sido una prioridad en la agenda de los partidos. Morena se dice el más feminista y han hecho el mayor recorte en los programas contra el cáncer uterino y de mama”, añade Unda. La efervescencia con la que su colectivo ha escalado posiciones hasta ocupar los focos mediáticos nacionales durante el último mes ha provocado también polémicas y discusiones dentro del movimiento feminista. “De un lado se nos acusa de ser conservadoras panistas y del otro somos unas feminazis locas y abortistas”, resume su vocera.
“No vale solo con parar un día para arreglar todo lo que está chueco aquí”, argumenta Reyes detrás de su carrito de helados. “Todos tiene que laborar, policía, Gobierno, jueces, para protegernos”. Pese al músculo industrial de la entidad, bendecida con el petróleo, la ganadería y el comercio portuario, Veracruz lidera también la estadística -junto a los Estados pobres de Guerrero, Chiapas o Oaxaca- de exclusión femenina: más de un 15% no han ido nunca a la escuela ni tampoco ha trabajado. Un tercio de las mujeres se casó o empezó a convivir con su pareja antes de los 18 años.
Las Brujas del Mar siguen trabajando para convertir la rabia en esperanza: en sus apenas seis meses de vida han organizado talleres de autodefensa, mercadillos para apoyar a artesanas y una red de acompañamiento virtual, replicada en varias entidades. Se organizan por grupos de Whatsapp y aprovechan la función del teléfono que permite un seguimiento en tiempo real. “Tenemos incluso mujeres de colectivos provida participando. Y está bien porque no es solo para mujeres feministas, es para todas”.
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